Cristina Narbona, exministra y actual presidenta del PSOE, integra el grupo de Economistas Frente a la Crisis, y en tal carácter publicó hace unos meses un artículo titulado "No es economía, es ideología".
Esto es muy interesante, y plantea cálidas paradojas, empezando por la cómoda ficción que sostiene que las teorías de los demás son "ideología" pero, naturalmente, la teoría de uno no.
Veamos cuál es la teoría de la doctora Narbona. Dice que el descrédito de los economistas se deriva de
no haber propuesto medidas adecuadas para evitar que la salida de esta crisis esté acentuando las desigualdades, la precariedad, la degradación de los servicios públicos, así como la creciente concentración del poder económico y mediático.
Esto es cuestionable, porque la desigualdad está disminuyendo en el mundo, como han probado los economistas desde Sala-i-Martín hasta Milanovic, el empleo es cada vez más elevado y relativamente más abundantes los contratos fijos, el gasto en los servicios públicos no ha disminuido de modo apreciable, y en cambio los Estados son cada vez más onerosos e intrusivos; no se entiende por qué no le preocupa nada a la profesora Narbona esa "concentración del poder".
Sostiene que "los principales organismos internacionales, como el FMI y la OCDE, validaron la globalización desregulada del capital financiero… [que] está en el origen de todo lo acaecido desde la caída de Lehmann Brothers, hace ahora casi diez años". No hubo ninguna desregulación global, y la crisis no se debió a esa supuesta desregulación sino a una fabulosa expansión global de la liquidez, orquestada por unos organismos públicos: los bancos centrales. Las burocracias internacionales, como el FMI o la OCDE, no han abogado por la desregulación y el liberalismo a escala global, sino que siempre han seguido los criterios políticos intervencionistas de los Estados que las manejan.
Según la profesora Narbona, somos afortunados porque una economista sí supo lo que iba a pasar: es la profesora Anne Pettifor, "un buen ejemplo de economista comprometida con la justicia y con la equidad". Interesante muestra del narcisismo habitual de la izquierda: ellos son buenos y "comprometidos" con la justicia e incluso también con la equidad, con la simetría, la armonía y todo lo que les parezca bueno a los autodenominados (reveladoramente) progresistas. En fin, en el próximo artículo veremos qué clase de ejemplo nos presenta la doctora Narbona.