Cuando se habla de la robotización, hay un enfoque convencional demasiado extendido. En primer lugar, se admiten sus ventajas evidentes. Por ejemplo, los robots pueden realizar ciertas tareas con una precisión imposible para el hombre (como cirugías complejas). Luego, se advierte que "la automatización puede conducir al desastre" y se insiste en asustar a la gente con un "futuro sin empleo". El final es el mismo con el que suelen acabar las recomendaciones de los socialistas de todos los partidos: pidiendo más impuestos y regulaciones.
La visión convencional sobre la robotización es contradictoria: al mismo tiempo que se ponderan sus ventajas, se propone desincentivar su utilización con penalizaciones tales como un impuesto extra sobre los beneficios o más cotizaciones a la Seguridad Social.
Lahistoria desmiente que el avance de la tecnología implique un aumento del desempleo. Desde comienzos del siglo XIX, cuando artesanos ingleses destruían telares y máquinas de hilar para defender sus empleos, hasta ahora, la población de Inglaterra se multiplicó por más de siete, desde 8 hasta casi 60 millones de personas. Desde entonces, la tecnología avanzó más allá de lo que cualquiera hubiera podido imaginar. No solo se eliminaron los empleos de aquellos artesanos, sino también los de muchísimos otros trabajadores. Incluso hubo algunos que surgieron por una nueva tecnología que un avance posterior suprimió (un caso es el de las operadoras telefónicas). Pese a ello, Inglaterra está hoy en pleno empleo, con una tasa de paro inferior al 5%.
El caso inglés no es el único. Muchos otros países tecnológicamente avanzados disfrutan en la actualidad de pleno empleo. Desde Estados Unidos hasta Japón, pasando por Singapur, Corea del Sur, Alemania, Suiza y Noruega. Pese a esta evidencia, se insiste en seguir asustando a la gente con un futuro de desempleo alto y permanente por culpa de la robotización.
Que esto ocurra no es casualidad. Es algo perfectamente lógico. Cada avance tecnológico supone un ahorro de costes que permite a las empresas ser rentables aun con precios de venta más bajos. Los menores precios generan ahorros en los consumidores que, por lo tanto, tienen un dinero extra para gastar en otras mercancías y servicios. La demanda incrementada de esas otras mercancías y servicios conduce a la creación de nuevos empleos que (más que) compensan los puestos suprimidos por la tecnología. Mientras los gobiernos no lo impidan con más trabas, impuestos y regulaciones, este mecanismo no tiene por qué dejar de funcionar en el futuro.
Es evidente que el avance de la robotización va a exigir cambios en la sociedad. Eso deberá tener su reflejo en las normas que regulan nuestras vidas. Por ejemplo, las normas de tráfico tendrán que adaptarse a la paulatina generalización de los vehículos autónomos. Es probable que el cambio tecnológico sea aún más veloz que hasta ahora, por lo que tendrán que reforzarse las herramientas para que los trabajadores desplazados puedan capacitarse para los nuevos empleos.
Ninguna de las dificultades previsibles por el aumento de la robotización debe hacernos perder de vista lo esencial: la oportunidad de un futuro de mayor prosperidad para todos. Que los socialistas de todos los partidos no nos priven de ella.
Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)