El hecho de que un país reciba inmigrantes en términos netos siempre ha sido visto como un claro indicio de que la calidad de vida buena, normalmente en términos absolutos y sin duda en términos relativos a otros países. En España, también hemos sido testigos de esta realidad. Durante la burbuja, fuimos uno de los países con una inmigración más alta en proporción a su población.
Luego, la situación económica empeoró de forma dramática entre 2007 y 2010. Y lo hizo tanto respecto a la situación previa a 2008 como respecto a lo que ocurría en la mayoría de países europeos. Y como era previsible, esto tuvo importantes repercusiones sobre el saldo migratorio. La masiva oleada de inmigrantes que llegaron a España durante la burbuja se frenó y muchos de los que estaban asentados aquí volvieron a sus países de origen.
Ahora, la recuperación económica ha permitido que el flujo de inmigrantes vuelva a crecer mientras que el de emigrantes se reduce. En 2016 España logró obtener por primera vez desde el inicio de la crisis un fuerte saldo migratorio positivo de casi 90.000 personas. Es una cifra importante, aunque esté lejos de las más de 300.000 entradas netas del año 2008. Aunque se trata del primer año de la crisis en que esta cifra es positiva, el saldo llevaba mejorando de forma continuada desde 2013 cuando alcanzó su pico más negro con -252.000 personas aproximadamente (es decir, en aquel ejercicio se produjo la salida, en términos netos, de un cuarto de millón de personas).
En este caso, ese buen dato del saldo migratorio el año pasado fue una combinación de dos factores: el número de inmigrantes creció en unas 75.000 personas (+22%) mientras que los emigrantes fueron 16.000 menos que en 2015 (-4,6%). Por lo tanto, aunque ambos han influido, la inmigración ha tenido mayor peso en esta recuperación del flujo migratorio en España.
Para calcular el saldo migratorio total, atendemos a la suma de los saldos de las personas con nacionalidad española y extranjera. El primero de estos datos (saldo migratorio de los españoles) sigue siendo negativo pese a ser la mitad del registrado en 2015, pero el segundo es lo suficientemente grande como para compensarlo.
Una vez hemos considerado de esta manera tanto el saldo global como por nacionalidad, se nos presenta el problema de que en el caso del saldo entre españoles se incluya a inmigrantes que consiguieron la nacionalidad española en el pasado. Esto puede distorsionar el análisis si pretendemos observar cómo ha cambiado el saldo migratorio de los "nativos". Para poder averiguar esto es necesario hacer el saldo entre las personas que han nacido en España que se presenta a continuación.
En el saldo de las personas nacidas en España, aunque es cierto que hay un ligero deterioro en 2015, se produce una gran mejoría en 2016: pasamos de -45.000 a -34.000, lo que supone casi un 25% menos en un año. Esto se explica en su mayoría por el menor número de nacidos en España que emigraron el pasado año aunque también se aprecia un ligero repunte entre los que vuelven a su país natal.
Por último hay que señalar que una buena parte de los movimientos migratorios se dan en el interior de nuestro país, por lo que es necesario prestar atención a los saldos migratorios que se dan entre las diferentes comunidades autónomas. En 2016 Madrid continúa siendo líder indiscutible en este aspecto aunque en términos absolutos recude su saldo de manera considerable desde 22.000 a 16.500 personas. En clave interna esto también tiene su lógica: las regiones más ricas, como el País Vasco y Madrid, han visto cómo sus saldos pasaban de terreno negativo a un holgado positivo durante la crisis. Esto se debía a que atraían numerosos trabajadores de otras comunidades en busca de empleo y mayores salarios. De la misma manera, a medida que el ciclo económico vaya mejorando, estas diferencias entre comunidades probablemente se irán reduciendo.