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La 'no noticia' de la semana: préstamos, pensiones y la hucha que no lo era

Nada cambia en las cuentas reales de la Seguridad Social. El agujero es el mismo. Y se pagará con impuestos… exactamente igual que el mes pasado.

Nada cambia en las cuentas reales de la Seguridad Social. El agujero es el mismo. Y se pagará con impuestos… exactamente igual que el mes pasado.
El portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, y la ministra de Empleo, Fátima Bañez, tras el Consejo de Ministros de este jueves. | EFE

Bien mirado, resulta llamativo el éxito de crítica y público que ha tenido todos estos años el Fondo de Reserva de la Seguridad Social (más conocido por su nombre artístico, "la hucha de las pensiones"). Hablamos de un aburrido mecanismo de financiación, que acumula superávit en los años buenos y se vacía en los malos. Sí, como la cuenta corriente que cada uno de nosotros tenemos en el banco.

Nada tiene que ver lo que ocurre con las cuentas del Fondo con la sostenibilidad real del sistema de pensiones. Si acaso, se puede decir que la hucha es un termómetro de cómo va la cosa. Pero nunca al contrario. Es decir, que el Fondo se vacíe es consecuencia de un problema con los gastos e ingresos de la Seguridad Social. Pero la noticia de verdad es esa, el desequilibrio en las cuentas del organismo público.

A veces pareciera que es al revés y que el hecho de que se use el dinero acumulado es lo que pone en peligro las pensiones. Como si se fueran a dejar de pagar las prestaciones a los jubilados el día que se agote la hucha. Pues no. No se preocupen que eso no ocurrirá. Por eso, lo relevante es lo que tiene que ver con el Presupuesto, los casi 28.000 millones de agujero real que tiene el sistema. Luego está la pregunta de cómo se van a financiar esos 28.000 millones. Pero ésta debería ser una preocupación menor. Al fin y al cabo, no deja de ser una cuestión técnica.

La no-noticia

Si una familia está endeudada y gasta más de lo que ingresa, lo importante es cómo revertirá ese desequilibrio, no en qué banco le harán a uno el préstamo o las condiciones del crédito. Sobre todo si no tiene problemas en obtener ese crédito y los requisitos son más o menos normales.

Algo parecido pasa con el Tesoro español. En 2010 o 2012 sí habría sido un drama que la hucha se vaciase, porque entonces había problemas de acceso a los mercados. Una emisión de deuda para financiar las pensiones habría salido muy cara (y nos habría puesto al borde del rescate completo, como ocurrió con el dinero para las cajas). Pero ahora, la situación es otra.

Además, hay que recordar que la hucha de las pensiones está al 100% invertida en deuda española. Las diferencias entre poner esa deuda en el mercado desde la hucha o emitir deuda nueva no son especialmente importantes en términos prácticos. Lo que debe preocuparnos son los gastos e ingresos, no cómo se financie el déficit.

Por eso hablamos de no-noticia. No es que no sea relevante que el Gobierno recurra a un préstamo para pagar las pensiones. Pero no deja de ser un tema técnico. Lo que llama la atención es el revuelo que se ha generado y algunas reacciones que asocian el anuncio a una especie de quiebra inmediata de la Seguridad Social.

Para empezar, es sorprendente porque todo esto ya se sabía. Al menos desde enero, cuando el Tesoro explicó por primera vez que si hacía falta realizar un préstamo a la Seguridad Social, se haría con total normalidad. Ya en aquel momento, en Libre Mercado explicamos por las mínimas consecuencias prácticas que esto tendría. Y unas semanas después, en la presentación de los Presupuestos Generales del Estado, se le pusieron cifras a aquel anuncio genérico: serían 10.192 millones de préstamo. Lo de este jueves no ha sido más que la puesta en marcha de un mecanismo ya previsto.

De huchas y mensajes

Entonces, ¿no es importante que el Estado preste 10.192 millones a la Seguridad Social? No mucho desde el punto de vista financiero, sí desde el político y de la opinión pública. Lo que se viene abajo esta semana es el mito de la hucha. Ese Fondo de Reserva que nuestros políticos querían vender como el seguro a todo riesgo para nuestras pensiones. Ni lo era en 2010-11, cuando acumulaba más de 65.000 millones, ni supone la quiebra del sistema ahora que está en las últimas. ¿Es el Fondo una hucha? Quizás si se entiende ese término en el sentido de que se acumuló algo de superávit para cuando vinieran mal dadas. ¿Era esa hucha la garantía real del pago de las pensiones? No, nunca lo fue, aunque a nuestros políticos les resultara muy rentable la metáfora. Huchita para imprevistos en el mejor de los casos, nunca ahorro real para sostener el sistema a medio plazo.

Desde un punto de vista financiero, la Seguridad Social está igual ahora que hace siete meses: es decir, mal. Con unos gastos que superan con mucho a sus ingresos. El Gobierno recurre a la fórmula del préstamo. Es decir, el Estado emite la deuda y le presta lo que obtenga al organismo. Y se supone que en un futuro, éste devolverá lo que ahora recibe.

De nuevo, tras todo este lío contable, se intuye otro juego de equilibrismo político y un cierto trilerismo presupuestario. Para empezar, el Gobierno tiene que saber que el déficit de la Seguridad Social no se va a corregir. El desequilibro del sistema es estructural y las pensiones van a seguir siendo más altas que las cotizaciones. Por lo tanto, el préstamo no se va a poder devolver. Tampoco pasa nada. No es como si usted no le paga al banco. Si la Seguridad Social (un organismo del Estado) no paga al Estado, lo que ocurrirá es que éste aprobará un Decreto Ley condonando la deuda. Y Santas Pascuas.

También hay otra posibilidad, que no deja de ser un parche: sacar partidas de la Seguridad Social para que el presupuesto de este organismo parezca más equilibrado. Ya se habla desde hace tiempo de pagar las pensiones de viudedad y orfandad vía PGE. Entonces sí, durante unos años, quizás haya superávit de la Seguridad Social y pueda devolver el préstamo al Estado. Pero eso no cambia nada en el fondo de la cuestión: los ingresos y los gastos son los mismos. Son meros juegos contables entre Administración Central y Seguridad Social, dos organismos del Estado. Pero en uno y otro caso, es el contribuyente el que paga la factura.

De hecho, ya hay envíos de dinero de los PGE a la Seguridad Social. Este año serán casi 13.000 millones para complementos a mínimos y no contributivas. Por eso, llevar de un lado a otro algunas prestaciones no modificará lo fundamental: cuánto se recauda en total y cuánto se gasta en pensiones. ¿Qué queremos cambiar el titular que dice "Déficit de la Seguridad Social del 2% del PIB" a costa de meterle al Estado ese 2% extra en su déficit? Quizás desde el punto de vista político tenga alguna lógica, pero nada cambia en la realidad.

No nos engañemos. Como explicamos en su día, lo de las cajas separadas de la Administración y la Seguridad Social no es más que una ficción contable. El Estado español responde con toda su solvencia (mucha o poca) por todas las partidas de su presupuesto. Los contribuyentes lo pagan vía impuestos (ya se llamen esos impuestos cotizaciones o IRPF o IVA). Y las pensiones se abonan del mismo modo que el resto de los gastos del Estado, con una disposición de los PGE de cada año. El mito de los derechos acumulados de los pensionistas no es más que eso, un mito que sólo sirve para no reconocer lo obvio: que no hay ahorro detrás de las pensiones, sino un pago anual que depende de que el Estado obtenga unos ingresos de los trabajadores en activo. Esto no quiere decir que el sistema de reparto no tenga buenos argumentos para su defensa (como el de capitalización-ahorro), pero la imagen que transmiten sobre el mismo los políticos es muy tramposa.

Las alternativas

Al final, la sociedad española tiene que enfrentarse a una realidad. Ha hecho una serie de promesas de pago a los pensionistas actuales y a los del futuro. Y los ingresos están al límite. Como decimos, podemos hacer cuentas muy diversas ( muy tramposas) pero el agujero real (Transferencias Corrientes–Cotizaciones Sociales) ya está cerca de los 30.000 millones de euros.

Quedan tres alternativas (y no, no hay más):

  • Subir los impuestos: con consecuencias sobre la competitividad, sobre el incentivo al trabajo y la atracción de talento. Y recordemos que nuestro país ya está entre los que más penalizan, desde un punto de vista tributario, la creación de riqueza y empleo.
  • Bajar las pensiones: de los jubilados actuales, de los futuros o de los dos. Y cuando hablamos de bajar no pensamos en términos absolutos (un recorte de las actuales prestaciones) como de endurecer los requisitos de acceso, cambiar los criterios de revalorización anual…
  • Recortar en otras partidas del Presupuesto: si mantienes los impuestos, no quieres bajar las pensiones y sube el número de pensionistas, la única opción es recortar de otros sitios. ¿Cuáles? Ésa es una decisión política, pero no pensemos que sólo con los coches oficiales o las televisiones públicas se soluciona esto. No vale la demagogia en esto: mantener las pensiones obligaría a recortes sustanciales en partidas relevantes.

Lo normal es que el Gobierno (el actual y los futuros) opte por un mix de las tres opciones. La sociedad española debe ser adulta y asumir que no habrá una solución sencilla. Evidentemente, si mejoramos el mercado laboral y generamos mucha riqueza extra; si conseguimos más gente pagando impuestos, trabajadores con sueldos más altos y empresas con beneficios más elevados… si logramos todo esto, el ajuste no tendrá que ser tan doloroso. Pero incluso así, las cuentas no salen. Por muchos préstamos, huchas, disposiciones de fondos desde los PGE, cambios en los criterios de contabilidad… la realidad es la que es y tenemos los jubilados que tenemos (y los que vendrán, afortunadamente). Dicen que lo primero para solucionar un problema es reconocerlo. En el tema de las pensiones, España todavía no ha llegado a ese primer paso.

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