Importante avance electoral el que ha experimentado el centro-derecha italiano. El pasado fin de semana, la alianza entre sus dos grandes partidos, Forza Italia y la Liga Norte, logró el triunfo en 16 de las 22 grandes ciudades transalpinas que celebraban elecciones municipales. Entre los éxitos que se puede anotar el centro-derecha está el triunfo en Génova, una ciudad gobernada por la izquierda desde hace más de cincuenta años.
La participación en los comicios fue baja (no llegó al 50 por ciento), quizá por el desgaste de un electorado que fue a las urnas en referéndum el pasado mes de diciembre y tendrá que volver a votar próximamente, con motivo de las esperadas elecciones generales. Sea como fuere, la cita con las urnas confirmó la inmortalidad política de un Silvio Berlusconi desgastado por la falta de unidad de los partidos de centro-derecha.
Hace ahora más de dos décadas, Il Cavaliere lanzó el movimiento Forza Italia. Con Berlusconi como principal reclamo, el partido logró llevar al empresario al cargo de primer ministro en apenas un año, pero la falta de entendimiento con sus socios parlamentarios impidió que aquel gobierno fuese duradero. Desde entonces, el difícil equilibrio entre Forza Italia y la Liga Norte ha pasado por etapas muy diferenciadas. La primera fue de convergencia progresiva, un periplo culminado hace una década, cuando Berlusconi aglutinó a todo tipo de corrientes de centro-derecha bajo el paraguas de una nueva organización política conocida como Il Popolo della Libertà. La segunda fue de desintegración, al calor de la caída en desgracia de Berlusconi entre 2012 y 2014. El magnate, acosado por la crisis económica y los escándalos familiares, parecía estar de retirada.
A primera vista, parecería que las encuestas estaban certificando la teoría del adiós definitivo de Berlusconi. El último sondeo de DEMOPOLIS habla de un empate técnico entre el Movimiento Cinco Estrellas y el Partido Democrático, ambas formaciones en niveles de apoyo del 28 por ciento. Berlusconi aparece tercero, con la refundación de Forza Italia cosechando una intención de voto de apenas un 12,9 por ciento. Pero las estadísticas engañan. Para empezar, la Liga Norte logra un 13,1 por ciento, a pesar de no tener implantación nacional. Además, hay dos pequeños partidos de centro-derecha que también merecen ser considerados: por un lado está Alternativa Popular, un pequeño partido democristiano que tiene un 3 por ciento de intención de voto; por otro lado está Fratelli d’Italia, una formación conservadora con tintes nacionalistas. Y, por si no fuese suficiente, la Liga Norte ha impulsado una filial política, NcS, liderada por Matteo Salvini. El experimento no ha triunfado al sur del país pero sí en zonas del centro-norte del país. Así, sus candidatos municipales han logrado entre un 5 y un 10 por ciento en L’Aquila, Ladispoli, Guidonia Montecelio o Fonte Nuova, de modo que no hablamos de una facción irrelevante.
¿Podrá Berlusconi aglutinar todas estas corrientes, una vez más? Il Cavaliere no se ha hecho esperar y, tras los buenos resultados del pasado fin de semana, lanzó un mensaje alto y claro: "Sono tornato" ("He vuelto"). Según el empresario, "Italia es un país moderado y, si nos mantenemos unidos, lograremos ganar las próximas elecciones y volver al gobierno. Para lograrlo, estoy ya preparando un programa con el que quiere convocar a esa unidad política". A sus 80 años, el ex presidente del AC Milan y fundador de Mediaset tiene claro que, si acaba con la sopa de letras del centro-derecha y logra una candidatura de unidad, tiene opciones reales de volver al poder.
Crisis financiera, estancamiento económico
La economía italiana no atraviesa un buen momento. Desde los primeros compases de la Gran Recesión se ha hablado del mediocre desempeño de su sistema financiero, aunque la toma de decisiones drásticas se ha pospuesto una y otra vez, hasta llegar a una situación límite. Así lo puso de manifiesto lo ocurrido con el banco Monte dei Paschi, "rescatado" con 8.800 millones de euros el pasado mes de diciembre.
El plan de viabilidad del MdP podría exigir una nueva inyección de capital valorada en 6.600 millones de euros. Al final, el Estado sería propietario del 70 por ciento de las acciones del banco. Pero la cosa no acaba aquí. La pasada semana hemos conocido que los problemas de Banca Populare di Vicenza y Veneto Banca también van a exigir una fuerte inyección de fondos públicos, orientada a acompasar sendas operaciones de absorción por parte de Intensa Sanpaolo, la entidad financiera más grande del país transalpino. Esta vez se habla de ayudas por 5.000 millones de euros, si bien se puede llegar a 17.000 millones contando las garantías que extenderá el Estado para avalar ambas absorciones.
Pero la crisis financiera es solamente una parte del problema. De hecho, el origen de los males del sistema bancario radica en las mediocres cifras de actividad económica, que dibujan una economía estancada y sin capacidad de crecer lo suficiente. De acuerdo con los informes de Bank of America-Merrill Lynch, el PIB es hoy un 7 por ciento inferior que antes de la crisis, mientras que la producción industrial sigue siendo un 20 por ciento más baja. Para el FMI, serán necesarios diez años más si se quiere recuperar el tren de vida anterior a la Gran Recesión.