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Carmelo Jordá

Antonio Maestre o el triunfo del capitalismo

El capitalismo y España te han salvado, Maestre; gracias a ellos has logrado dedicarte a deshuesar ideas en vez de cabezas.

El capitalismo y España te han salvado, Maestre; gracias a ellos has logrado dedicarte a deshuesar ideas en vez de cabezas.

Hay pocas cosas que me resulten más ridículas que la pretensión de que la condición de tus padres o tus abuelos te haga mejor. Un esnobismo hasta no hace tanto exclusivo de la nobleza, la burguesía y de las que se denominaban a sí mismas "familias bien", pero que ahora está asaltando a una izquierda pobrista para la que no hay nada más cool que tener unos padres semianalfabetos que trabajaban millones de horas al día.

Como también resulta ridículo creerte mejor porque has nacido o crecido en un lugar determinado, sea un país, una ciudad o un barrio de raigambre obrera. Lo más curioso es que los mismos que reniegan de su país de una forma que se diría que en lugar de en España han nacido en el rincón más oscuro de Mordor, en cambio glorifican Fuenlabrada, por poner el primer ejemplo que se me ocurre, como si fuese la Atenas de Pericles.

Y no menos estúpida es, especialmente a estas alturas, la glorificación de la pobreza como un bien moral. Estúpida y, por supuesto, hipócrita cuando lo hace un tertuliano de La Sexta o el hijo de un alto cargo del PSOE, especulador con vivienda protegida y consumidor de Coca Cola para más señas. Porque ser pobre, como ser rico, no te hace ni mejor ni peor persona y, sobre todo, no te da un púlpito desde el que pontificar sobre si el Estado debe imponer a la sociedad esto o lo otro.

Pero lo mejor del ya famoso artículo de Antonio Maestre es que el voluntarioso periodista se nos ha abierto en canal, nos ha contado los más íntimos y enternecedores detalles de su pasado y ha presumido de sus raíces obreras, sin darse cuenta de que lo que estaba haciendo era una eficacísima reivindicación del capitalismo y del pasado reciente de España.

Porque esa es la verdadera moraleja de la historia de una familia cuyos miembros pasan, en sólo una generación, de deshuesar cabezas de cerdo durante 16 horas al día a ser conocidos periodistas, aparecer en los más influyentes programas televisivos, colaborar en distintos medios y, es de suponer, ganarse la vida con cierta holgura.

¿En qué otro sistema económico y político podría haber prosperado tanto el hijo del esforzado deshuesador y la abnegada ama de casa? ¿Qué país puede presumir de que en sólo en década y media sea posible pasar de la marginalidad de la barriada de extrarradio al prime time del fin de semana?

El capitalismo y España te han salvado, Maestre; gracias a ellos –y a tu esfuerzo personal, por supuesto– has logrado dedicarte a deshuesar ideas en vez de cabezas. Qué bonito que lo reconozcas y lo hayas contado así. Sí, se puede.

En Libre Mercado

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