En nuestra vida diaria, pocos inventos han tenido tanta importancia como el automóvil. Probablemente no somos conscientes, pero nuestras ciudades, nuestro trabajo y nuestro ocio están diseñados en buena medida para las necesidades de nuestros coches. Hace 120 años, habría sido impensable que una persona que tuviese su oficina en Madrid viviese en Pozuelo, Majadahonda o Las Rozas. Hoy nos parece lo más normal del mundo. ¿Y qué me dicen de ir a comer a un restaurante de las afueras o de hacer la compra en el hipermercado? Por no hablar de nuestros viajes al pueblo para visitar a los parientes. Nada de esto sería posible sin el automóvil. Incluso la mayoría de los que no conducen, organizan buena parte de sus vidas alrededor de los vehículos a motor: desde el que coge el autobús para ir al trabajo al que es usuario habitual de taxis cuando viaja.
Decíamos en este vídeo, en el que nos preguntábamos cómo serán los coches y las ciudades del futuro, que las dos innovaciones que más han influido en el diseño de nuestras urbes son el automóvil y el ascensor. Estos dos inventos han posibilitado que se multiplicara la población de nuestras megaurbes; por cierto, unas ciudades en las que se ha disparado la innovación, el crecimiento, la productividad y la riqueza. El siglo XX ha sido el de las grandes metrópolis y el coche explica buena parte de esa realidad.
Ahora, un nuevo invento amenaza con irrumpir en nuestras vidas y cambiarlas por completo. Hablamos del coche autónomo. Los gurús de la tecnología nos aseguran que no será un invento más. Que terminará con los atascos, permitiéndonos tener más tiempo libre (dentro y fuera del automóvil). Que cambiará nuestra forma de viajar. Que nos permitirá vivir en lugares que ahora mismo ni nos planteamos. Que dejará obsoleto el urbanismo del siglo XX y nos obligará a repensar cómo vivimos.
En realidad, nadie sabe si será para tanto. O si simplemente tendremos ciudades más tranquilas, con menos bocinazos, menos atascos y más carriles bici. Porque, además, junto al coche autónomo está llegando a nuestras vidas la revolución de los nuevos combustibles. Hay quien habla de los eléctricos, del hidrógeno o del gas licuado (en realidad, ya hace años que algunos modelos circulan con estos combustibles alternativos).
Treinta pistas
En Libre Mercado no vamos a hacer predicciones. Nos limitaremos a dar algunos datos y un puñado de apuestas que los expertos, sobre todo en EEUU, donde más avanzado está este tema, señalan como claves para intuir por dónde irán los tiros. Dentro de 15-20 años será el momento de mirar atrás y comprobar si el coche autónomo realmente cambió nuestras vidas como el motor de explosión cambió la de nuestros abuelos y sus carromatos; o si todo se ha quedado en un bluff y simplemente tenemos automóviles con más pantallas.
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Más de un millón de personas mueren cada año en accidentes de carretera en el mundo (en España, en 2016, fueron 1.160 fallecidos por esta causa). Sólo en EEUU, hay más de 13 millones de colisiones cada año, con casi 2,5 millones de heridos. Más del 90% de los accidentes se deben a "errores humanos". ¿Cuántas personas se ganan la vida cuidando y sanando a esos heridos evitables? ¿Cuántas industrias se verán afectadas si viajamos de forma más segura?
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El 45% del petróleo consumido en el mundo se usa para impulsar los diversos medios de transporte por carretera.
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Más del 50% del gasto en reparaciones de un coche con motor de combustión interna va a parar a piezas relacionadas con este tipo de motor (o lo que es lo mismo, si se generaliza el coche eléctrico, los talleres podrían perder más de la mitad de su negocio).
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En España hay casi 11.000 gasolineras. En EEUU sobrepasan las 150.000. ¿Cuántas sobrevivirán?
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Más de la mitad de las ventas de tabaco en EEUU se realizan en estaciones de servicio. Para refrescos, patatas fritas o snacks el porcentaje es algo menor pero muy elevado. ¿Cómo afectará a estas industrias el cierre de su principal punto de venta?
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Un coche particular pasa ahora mismo el 95% de su vida útil aparcado.
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Los conductores británicos pasan una media de ¡4! días al año buscando aparcamiento. Hay mucha discusión sobre el porcentaje de coches que están buscando aparcamiento en las grandes ciudades. Se ha llegado a hablar de más de un 30% en el centro de algunas urbes. Sin llegar a esa cifra, todos los expertos apuntan a que más del 10% de los coches en las grandes ciudades simplemente están dando vueltas en busca de un lugar en el que estacionar.
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Impuestos: el 4% de la recaudación tributaria total en Reino Unido está ligada a los carburantes y automóviles. En algunas ciudades, buena parte de los ingresos municipales está asociado al uso del coche: impuesto de circulación, impuesto a la construcción de plazas de parking, ticket de la hora, tasas por circular por el centro…
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Sólo el 2,8% de los británicos coge la bici para ir a trabajar (el 10% de los españoles dice que usa la bici a diario o casi a diario, aunque sólo el 1,5% acude al trabajo en ella). El número de los que dicen que les gustaría hacerlo es muy superior. El principal motivo aducido para no coger la bici es, en prácticamente todos los estudios, países y ciudades, la peligrosidad asociada al automóvil y la falta de precaución de los conductores.
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Los humanos causamos atascos (si lo quieren comprobar, vean este instructivo vídeo). Algunos estudios no especialmente optimistas hablan de un 33% de mejora en la eficiencia de nuestras carreteras (y es casi la cifra mínima, otros expertos apuntan mucho más alto). Tanto porque habrá menos retenciones como por que iremos a una velocidad más elevada en condiciones normales.
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Un aspecto importante que tiene que ver con el epígrafe anterior. Durante el siglo XX, la mejora en las condiciones de las infraestructuras (por ejemplo, tras una obra) ha ido seguida casi siempre de un incremento en su uso que ha acabado reduciendo las primeras ventajas (vamos, que si amplían la autopista sólo durante unos meses el tráfico es más fluido, luego el incremento en el número de coches hace que el atasco sea el mismo que antes de la obra). ¿Inundaremos las calles de coches autónomos cuando veamos que estos nos llevan a los sitios de forma más rápida y barata.
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La normativa que obliga a que todos los nuevos edificios tengan parking supone hasta un 18% del coste total de construcción.
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En el negocio del alquiler de coches con conductor (ya sea taxi, Uber o Cabify) los costes asociados al chófer (salarios, seguros, impuestos...) suponen alrededor del 75% del coste total del servicio.
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En España hay unas 70.000 licencias de taxi y 5.600 de VTC (el número de personas que trabajan en el sector es superior, porque hay coches con varios conductores). Además, hay casi 250.000 empresas de transporte por carretera; 160.000 son de camioneros autónomos, el resto de flotas. En EEUU, el número de trabajadores en peligro en este sector por culpa del coche autónomo es de 230.000 taxistas y chóferes y 1,5 millones de camioneros. Y los cambios no sólo afectarán a los que van dentro de coches y camiones. ¿Cuántos restaurantes y bares de carretera hay en España? ¿Seguiremos parando en ellos cuando no tengamos que conducir?
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Algunos estudios apuntan a que la industria del ocio será una de las que más se beneficie de la irrupción del coche autónomo. Ir a cenar, al teatro o al cine será más rápido, barato y cómodo si nos dejan en la puerta del local y no tenemos que estar pensando en dónde aparcar.
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Business Insider predice que habrá más de 10 millones de coches autónomos en EEUU en sólo tres años. Según sus cálculos, en una década, el 25% de los kilómetros recorridos por los estadounidenses serán en coches autónomos eléctricos.
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Si compartimos coche, ¿querremos que sea un Tesla? O por decirlo de otra manera: hay quien cree que la tendencia hacia la individualización del automóvil, quizás el bien de consumo que más marca el status de cada usuario en este momento, acabará cuando sólo alquilemos los automóviles que nos lleven de lado a lado. ¿Seguiremos queriendo que sea nuestro coche o lo veremos como ahora vemos un electrodomésticos, un bien que nos sirve pero no nos define?
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Como explicamos en nuestro vídeo, los primeros coches con motor de explosión parecían carruajes sin caballo. Del mismo modo, los diseñadores discuten ahora mismo cómo serán los coches autónomos. No tiene sentido pensar que tendrán dos asientos delante y dos detrás, con un maletero, como los actuales automóviles. Se habla de coches que nos permitirán tumbarnos y dormir, de coches más altos, con los asientos enfrentados… Estas nuevas formas de viajar no sólo tendrán impacto en la forma de los coches. Habrá industrias enteras que podrían verse sacudidas. Por ejemplo, los hoteles: si de verdad dormimos en el coche, qué ocurrirá con muchos de los establecimientos en los que ahora nos alojamos sólo para pasar la noche. Aunque necesitaremos lugares donde ducharnos, sentarnos a desayunar, cambiarnos de ropa... ¿Aparecerán negocios dedicados a ser vestuarios de carretera? Quién sabe.
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El primer accidente mortal de un coche autónomo de Tesla se produjo tras 130 millones de millas recorridas por este tipo de vehículos. En comparación, en EEUU se produce una muerte por cada 94 millones de millas recorridas en coches conducidos por humanos (la media en todo el planeta es una muerte por cada 60 millones de millas). Esto quiere decir que el coche autónomo, una tecnología todavía incipiente, ya es más seguro que el coche convencional.
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A comienzos del siglo XX, los primeros accidentes de coches se dieron en prensa como noticias y hubo muchas reticencias y numerosos debates sobre suseguridad. Hoy sabemos que el nuevo medio de transporte era más fiable que el caballo o el carromato. Por eso, hay quien se hace una pregunta políticamente incorrecta relacionada con esta cuestión pero muy lógica: una vez que todos seamos conscientes de que esos nuevos automóviles autónomos tienen menos accidentes que los pilotados por humanos, ¿nos dejarán conducir nuestros coches? Parece exagerado planteárselo, pero al igual que ahora uno no puede salir a la autovía con un carromato o montado a caballo, no se puede descartar que en un futuro a medio plazo el conductor humano quede recluido a los circuitos o a carreteras secundarias.
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¿Será el tren de larga distancia el primer medio de transporte en desaparecer? ¿Qué ventajas ofrece que no pueda cubrir el coche autónomo? Si no es necesario conducir, se puede ir leyendo-viendo el paisaje y te lleva de puerta a puerta… Hay muchas discusiones sobre este tema, pero lo que parece claro es que el ferrocarril convencional (no alta velocidad) podría perder buena parte de su atractivo.
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¿Dónde viviremos? Dos zonas ahora mismo muy penalizadas por el coche convencional podrían verse beneficiadas por la llegada del automóvil autónomo. Por un lado, el centro de las grandes ciudades: si ya no hay que aparcar o alquilar una carísima plaza en un garaje, el atractivo de vivir en el centro se dispara. Y lo mismo cabe decir de las áreas rurales, aunque por motivos distintos: si ir al trabajo cada día es más fácil (incluso podemos dormir a la ida y a la vuelta), ¿volverá el atractivo del pueblo alejado de todo? Antes hablábamos de Las Rozas o Majadahonda pero, ¿será cada vez más común vivir a 150 o 200 kilómetros del centro urbano y desplazarse cada día en coche al mismo? Ahora nos suena a locura. Preguntemos a nuestros abuelos qué pensaban de vivir a 20 kilómetros de la oficina.
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Casi nadie lo dice, pero la agricultura podría ser una de las grandes beneficiadas de las nuevas tecnologías. Habrá cosechadoras y tractores autónomos y compartidos. También camiones autónomos que lleven el producto recién cosechado al consumidor de forma más rápida y barata. Menos coste, más producción, más cercanía al cliente final. ¿Será el comienzo de la recuperación de nuestros campos?
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¿Cómo impactará en la industria del seguro? Un estudio de KPMG calcula que los 200.000 millones de dólares que mueve cada año el seguro de automóvil se verán recortados en casi un 60%. Los expertos creen que necesitará un cambio: de asegurarnos contra los accidentes, una vez que estos serán muy poco habituales, pasará a asegurarnos contra imprevistos y roturas del coche (que no querremos tolerar porque seremos incluso más dependientes de los mismos).
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En EEUU, algunos estudios apuntan a que el aumento de los automóviles compartidos hará que las ventas de coches caerán al menos un 40% respecto a los niveles actuales (incluso con más población) y el número total de vehículos en la carretera será un 60% inferior. Hablamos de una de las industrias que más empleo genera, tanto de forma directa como indirecta (talleres, seguros, componentes, publicidad…).
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Los expertos creen que el futuro del coche es autónomo, eléctrico y compartido. En ZipCar, una de las empresas de coches compartidos de mayor crecimiento en los últimos años, creen que si se generaliza este modelo, los habitantes de las ciudades no necesitaremos más del 10% de los coches que poseemos en la actualidad (recuerden el 95% del tiempo aparcados). Es una cifra muy baja. Harán falta décadas para llegar a ella. Incluso podría pensarse que lo dice alguien con intereses muy precisos en vender ese futuro. Pero lo que parece claro es que el riesgo para la industria automovilística es muy real.
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Según un estudio realizado en Alemania, el 40% de los talleres de reparación de coches son independientes (no asociados a ninguna marca). Si se generalizan las flotas y los coches compartidos, este sector también tendrá que cambiar en profundidad. Y eso por no hablar del tema de las reparaciones que comentamos antes: los expertos hablan de coches inteligentes, que se adelantan a sus propios fallos y hacen más baratas y menos frecuentes las visitas al taller. En el lado positivo (para estos profesionales) está la visión de unos coches que están mucho más tiempo en uso, que no pierden horas y horas al día aparcados y que, por lo tanto, necesitan una puesta a punto de alguno de sus componentes más a menudo.
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¿Controlados por nuestros coches? Los automóviles del futuro no sólo nos llevarán a los sitios. Estarán conectados con nuestros móviles y nos dirán dónde podemos comer, comprar o pasar el rato. Según nos cuenta aquí McKinsey, los coches del futuro serán mucho más que un medio de transporte y los usuarios estaremos dispuestos a hacerles caso mucho más de lo que nos pensamos.
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El conductor medio de una ciudad europea pasa cada día casi una hora al volante de su coche. Si el automóvil se conduce solo, todo ese tiempo estará disponible para que lo disfrute leyendo, viendo una serie o durmiendo (o trabajando más, otra tendencia que apuntan muchos gurús). También estará más tiempo en casa y en la oficina, porque el trayecto diario de una a otra lo hará de forma más rápida.
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Los centros comerciales que han proliferado en las afueras de las grandes ciudades en los últimos 50 años podrían estar en peligro. Como explica The Economist, ya hace tiempo que, en EEUU, el comercio minorista (sobre todo en determinados centros comerciales) está sufriendo por el avance de la compra por internet. Pero es que, además, su gran ventaja –reunir muchas tiendas en un sitio en el que es fácil aparcar– desaparece con el coche autónomo. Por el contrario, los expertos apuntan a que esta tecnología podría impulsar el resurgir del pequeño comercio de los centros urbanos.
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¿Gran Hermano? Un apunte extra que no tiene que ver directamente con la economía. Si se cumplen las previsiones apuntadas anteriormente, tendremos millones de coches autónomos con cámaras que graban las 24 horas del día todo lo que ocurre a su alrededor. Por un lado, mejorará la seguridad: ningún ladrón podrá estar seguro de no estar siendo cazado por una cámara imprevista. Por el otro, ¿quedará algún espacio para nuestra privacidad?