En todo mercado laboral es necesario un cierto grado de flexibilidad que permita cubrir eventualidades puntuales. Imaginemos que Madrid acoge mañana un gran evento cultural, como por ejemplo un festival de música capaz de citar a miles de personas. Evidentemente, una cita así generará cientos de empleos, pero solamente de manera puntual. Azafatas, camareros, personal de seguridad… serán requeridos en la jornada del evento, pero no tendrá sentido alguno extender esa relación laboral más allá de la celebración del mismo.
Por otro lado, también es cierto que, debido a factores como la estacionalidad o la imprevisibilidad de la demanda, sectores como el de la hostelería se ven obligados a recurrir a este tipo de contratos de manera frecuente. De manera que, más allá de planteamientos demagógicos que parecen vender como realista un modelo en que todo el empleo sea indefinido y permanente, la realidad económica es distinta y la firma de contratos de muy reducida duración es una necesidad innegable de determinadas empresas y ámbitos de actividad.
Cuando leemos las cifras del mercado laboral que se publican cada mes y que nos dicen cómo evoluciona el empleo, nos encontramos con que un elevado número de contratos firmados son temporales. Esto hace, por ejemplo, que se hable de que "el 90% del empleo es temporal", a pesar de que un vistazo a la foto completa nos demuestra que tres de cada puestos de trabajo son indefinidos. Además, si nos ceñimos únicamente a los nuevos empleos generados desde que entró en vigor la reforma laboral, vemos que casi la mitad tiene carácter permanente. De manera que el discurso con el que se aborda la situación del mercado de trabajo suele estar contaminado de propaganda, populismo y demagogia.
En este sentido, vale la pena aclarar el verdadero alcance de los contratos de un día de duración. ¿Son, como escuchamos en los relatos más pesimistas, el pan de cada día de millones de trabajadores? ¿O tienen, en cambio, un peso reducido sobre el total de asalariados de nuestro mercado laboral? Para salir de dudas, toca acudir a la Encuesta de Población Activa (EPA) que elabora el INE y que desglosa la situación de los trabajadores españoles según diversos parámetros, entre los que figura la duración de sus contratos.
De acuerdo con la EPA del primer trimestre de 2017, hay 31.900 trabajadores en España que firman contratos de un día de duración. Entre 2004 y 2012, con el PSOE en el gobierno, este indicador creció de 7.900 a 27.900 trabajadores. De 2012 a 2017, con el PP en La Moncloa, el salto ha sido de 27.900 a 31.900. No obstante, la cifra del primer trimestre de 2017 es inferior a la de 2016, cuando eran 34.200 los asalariados con un contrato de este tipo, de manera que la tendencia podría estar invirtiéndose, a raíz de la creación de empleo y del aumento de la actividad.
Si ponemos estos datos en perspectiva, podemos comprobar que los 31.900 trabajadores que entran en esta categoría son una parte muy pequeña del total de asalariados que recoge la EPA. De hecho, los contratados por un día son apenas el 0,17 por ciento del total de trabajadores en activo, un porcentaje ínfimo en comparación con el resto de los ocupados.
Ampliando el campo de estudio
Pero, ¿qué pasa si ampliamos el campo e incluimos a quienes están contratados más de un día pero menos de un mes? De nuevo, las cifras son contundentes. En el primer trimestre de 2017 había 105.200 trabajadores en esta situación, lo que supone el 0,57 por ciento del total de ocupados que registra la EPA. Una vez más, un porcentaje muy reducido de trabajadores, a pesar de que hemos ampliado el campo.
Finalmente, podemos fijarnos en los contratos de entre uno y tres meses de duración. Aquí aparece un mayor volumen de trabajadores, pero una vez más vemos que no estamos ante una situación muy generalizada. Así, los datos de la EPA del primer trimestre de 2017 apuntan que hay 364.300 asalariados en esta situación. Esto supone el 1,98 por ciento del total de ocupados, una vez más un porcentaje muy reducido.
En su conjunto, el total de empleos temporales que tienen una duración de contrato inferior a los tres meses asciende a 501.400 personas. Esta cifra alcanza el 2,72 por ciento de los trabajadores ocupados. Y, aunque es cierto este porcentaje supera el observado en 2012, lo cierto es que la tendencia de largo plazo muestra que el pico de estas fórmulas de contratación no se alcanzó "a raíz de la reforma laboral", como pretenden los críticos de dicha medida, sino en los años 2005 y 2006, con el PSOE en La Moncloa, cuando los datos de la EPA para enero-marzo registraron, respectivamente, 732.100 y 676.700 asalariados con empleos temporales de menos de tres meses.