Miren el gráfico que encabeza este artículo. No es uno más. Los economistas usamos cientos de imágenes para describir la realidad. Barras, círculos, líneas, puntos… Y para explicar todo tipo de temas: mercado laboral, gasto público, eficiencia empresarial o tendencias de los mercados. Sin embargo, pocas imágenes habrá más claras para explicar los males que aquejan a la economía española. Habrá otros gráficos que puedan complementar lo que éste nos dice. Incluso nos servirán para matizar alguna de las conclusiones que podemos extraer del mismo. Pero de un vistazo, será complicado encontrar otro que nos cuente tanto y que, al mismo tiempo, sea tan preocupante.
Se trata de un cuadro sacado de un informe de la OCDE publicado esta semana: Compendium of Productivity Indicators 2017. Como su propio título indica, este documento es un resumen de los principales datos sobre productividad de los países ricos: evolución del PIB, de los salarios, de la competitividad de sus economías, marcha de las diferentes industrias… No es de los estudios más famosos que la OCDE publica cada año, pero sí es muy completo. E importante. Porque al final, para saber cómo le va a un país, la productividad es uno de los factores más relevantes (quizás el que más). Detrás de este término se esconde la clave de nuestra riqueza. Por ejemplo, la productividad del factor trabajo se define en este informe como "la cantidad de PIB que se genera en cada hora trabajada". Es decir, cuánto valor somos capaces de generar en cada día de trabajo. No hay nada que nos indique mejor cómo serán nuestros ingresos, cómo de valiosa es nuestra labor, cómo de protegidos estamos ante la competencia...
Los países más ricos lo son porque son capaces de hacer bienes o prestar servicios de mucho valor añadido, que los consumidores y empresas demandan, y a un precio competitivo. Ya hablemos de relojes de lujo o de manzanas, ésta es la clave de la prosperidad de cualquier industria o nación: hacer cosas que los demás quieran comprarle. Y no quedarse ahí, sino ir mejorando día a día, para hacer cada vez más, con menos (o más y mejor con los mismos recursos). De aquí, de una productividad elevada, salen los sueldos altos (ya explicamos en su día que la correlación entre salarios y productividad, al menos a largo plazo, es casi matemática), el crecimiento del PIB, la creación de empleo…
Pues bien, ahora vuelvan a mirar el gráfico y preocúpense. Porque lo que se muestra en el mismo es el crecimiento en la productividad del trabajo desde 1995. Hay tres indicadores:
- barra azul: crecimiento anual de 1995 a 2015
- rombo blanco: crecimiento de 2001 a 2007
- rombo negro: crecimiento de 2007 a 2015
Y la foto final es dramática. De todos los países de la OCDE, ricos y menos ricos, España es el segundo en el que menos ha crecido la productividad por hora trabajada desde 1995. Llevamos dos décadas estancados. Sólo Italia lo ha hecho peor. Sólo sus empresas y trabajadores han progresado menos.
Aquí llega el momento de las excusas. Que si la burbuja inmobiliaria generada por unos tipos muy bajos sobre los que no teníamos control. Que si la crisis. Que si los años escogidos para esta medición nos perjudican. Que si es normal que países más pobres, como Letonia, Lituania o Eslovenia, que salen de una posición de partida mucho más baja, crezcan más. Que si la abuela fuma… Porque es cierto que podemos poner todos estos matices. Pero cuidado, hablamos de dos décadas, de un país que partía con un PIB per cápita por debajo de la media de la OCDE, con la oportunidad que suponía la plena integración en el mercado único de la UE conseguida en 1986 y luego el impulso que nos dio el nacimiento del euro. No hay que buscar pretextos. O corremos el riesgo de parálisis.
Si alguien quiere hacer un ejercicio de realismo (será duro, lo avisamos), que mire el PIB per cápita en 1995 y 2015 de tres países que partían de una situación similar a la nuestra como Irlanda, Corea del Sur o Nueva Zelanda (aquí web la ONU de la que están sacados los datos; los curiosos pueden ver el pantallazo con las cifras ampliando la imagen de la derecha). Pues bien, nada en estos últimos veinte años nos habría impedido hacerlo igual de bien que estos países. Preguntémonos por qué no lo hicimos.
La clave es cómo mejorar. Necesitamos mercados más dinámicos, empresas más eficientes, trabajadores más productivos. Desde hace años, todos los organismos que emiten dictámenes sobre la economía española coinciden: demasiadas rigideces, poca competencia, falta de apertura, sistema educativo alejado de las necesidades del mercado, legislación laboral decimonónica, falta de formación en las empresas, tejido empresarial demasiado concentrado en micro-pymes, pocos estímulos para el crecimiento de las compañías exitosas, numerosos sectores intervenidos y con barreras de entrada, administración pública poco eficiente… Y podríamos seguir.
Tras una década de crisis, podría pensarse que se han enfrentado todos esos problemas y que la parte buena de la recesión será que saldremos de ella más fuertes, más competitivos, con más capacidad para integrarnos en un mundo que no espera a los que se quedan parados. ¿De verdad se ha aprovechado este período para hacer esos cambios que la economía española demanda?
Diez gráficos
A continuación, para ver la magnitud del problema, diez gráficos extraídos del mismo informe. En rojo, se destaca la posición de España. Pero ya les avisamos: miren hacia la izquierda, a la parte final de cada gráfico. Allí podrán encontrarnos, no hay pérdida.
Gráfico 1: tomando como referencia el año 2007 = 100 se mide cómo ha variado el PIB per cápita de cada país. China, por ejemplo, ha pasado de 100 a 186. En ocho años casi ha doblado la riqueza media de sus habitantes. España es el cuarto país por la cola y uno de los pocos que en 2015 todavía no había recuperado el nivel pre-crisis (algo que parece que hemos conseguido en los últimos meses).
Gráfico 2: está dividido en dos partes, de 2001 a 2010 y de 2010 a 2015. Muestra cómo se descompone el crecimiento del PIB. Parte se debe a las horas trabajadas y parte al incremento en el PIB por hora trabajada (es decir, a mejoras de la eficiencia que van más allá de sumar más trabajadores al mercado). La buena noticia para España es que en el último lustro ha crecido esta segunda parte (la productividad por hora trabajada), la mala es que la caída del empleo ha sido tal que ha tenido un efecto negativo superior.
Gráfico 3: refleja cómo se reparten las horas perdidas o ganadas por los trabajadores entre 2010 y 2014. En el caso de España, hablamos de una reducción de las horas trabajadas para el conjunto de la economía. Todos los indicadores fueron negativos en esos años: menos horas por trabajador, menor tasa de empleo e incluso caída de la población de entre 15 y 64 años. Si queremos recuperarnos necesitamos una doble vía: mejorar la productividad pero también el porcentaje de la población adulta que está dentro del mercado laboral y con un empleo.
GRÁFICO 4: ya hemos apuntado que la productividad y los salarios son, a medio plazo, dos caras de la misma moneda. Este gráfico es un ejemplo de esta realidad. Los trabajadores españoles son dolorosamente conscientes de ello.
GRÁFICO 5: crecimiento del PIB total desde el año 2001 al 2015 (dividido en dos etapas, hasta 2010 y desde ese año en adelante). Volvemos al pelotón de cola, sólo por delante de Grecia, Portugal e Italia. No es la compañía, al menos si hablamos de economía, que nos gustaría tener.
GRÁFICO 6: PIB per cápita en dólares de 2015 y paridad de poder adquisitivo. Es el único gráfico en el que no estamos a la cola, sino más o menos en la media de la OCDE. Lo incluimos aquí para que quede claro que de los países que lo han hecho mejor en los últimos 25 años, hay muchos más ricos que España y otros que partían desde abajo. No nos confundamos: sí, puede que países con una renta media muy baja tengan más capacidad de crecimiento, pero incluso así, nuestro desempeño ha sido muy pobre.
GRÁFICO 7: el gráfico con el que comenzábamos este artículo. No hay mucho más que decir. Si medimos el incremento de la productividad por trabajador en las últimas dos décadas dentro de la OCDE, sólo Italia lo ha hecho peor que España. Muy triste, pero cierto.
GRÁFICO 8: otra imagen para ver cómo se distribuye el crecimiento entre trabajo y productividad. Es cierto que España tiene un problema de caída de horas trabajadas (sobre todo por el incremento del paro). Pero cuidado, como apuntábamos antes, tampoco estamos para tirar cohetes si medimos sólo la productividad, incluso en estos últimos años de crisis. Normalmente, una subida del paro va unida a una mejora de la productividad/hora, porque el empleo que se destruye es el de peor calidad y porque se hace más con menos. Algo de eso hemos visto en España desde 2010, pero sigue habiendo mucho margen de mejora.
GRÁFICO 9: según la definición de la OCDE, este indicador ("multifactor productivity growth") refleja "la mejora de la eficiencia general con la que el capital y el trabajo se usan de forma conjunta en el proceso productivo". Es decir, hay crecimiento debido a que se usa más factor trabajo, otro a que se usa más capital, parte a la mejora de cada factor de forma independiente y parte a la mejora en el uso de ambos factores de forma conjunta. Ésta última parte es la que muestra este gráfico y España vuelve a las últimas posiciones. En este artículo no podemos incluir todos los gráficos del informe, pero sirva éste como prueba de que España tampoco destaca para nada en el uso del factor capital y en la eficiencia con la que empresas y trabajadores emplean el mismo.
GRÁFICO 10: otro gráfico en el que estamos a mitad de tabla. Quizás una buena noticia a la que podríamos agarrarnos. Si medimos la productividad de las empresas españolas por tamaño, estamos más o menos en la media de la OCDE. No sólo eso, si vamos más allá de la barra azul (micro-empresas) y miramos el círculo, el aspa o las marcas blanca y negra, veremos que a igualdad de tamaño nuestras compañías y trabajadores sí son competitivos. Ahora sólo queda que nuestras empresas crezcan manteniendo esa productitivad. No es una tarea sencilla, pero puede ser un buen punto de partida para comenzar la tarea sabiendo que es posible, que la baja productividad de la economía española no es una maldición de la que no podamos escapar o culpa de nuestro carácter, cultura o historia. No es sencillo, pero si coreanos, eslovenos o irlandeses lo han hecho, no hay ninguna razón para que no podamos imitarles.