Tanto la economía española como la creación de empleo crecen a un ritmo superior al 3% interanual y todo apunta a que se mantendrá esta tendencia a lo largo del presente ejercicio si no surgen turbulencias inesperadas en el horizonte. La recuperación se asienta sobre tres importantes pilares, como es el progresivo cambio del modelo productivo, la mejora de la competitividad y la sustancial amortización de deuda que han protagonizado familias y empresas. Sin embargo, no todo son buenas noticias. España sigue presentando grandes lastres que deben ser corregidos cuanto antes para garantizar una salida sostenible y duradera de la crisis.
Alta tasa de paro
El primero y más importante, encabezando la lista de preocupaciones de la población, es el paro. La tasa de desempleo se situó en el 18,8% en el primer trimestre del año, lo que supone 8 puntos menos que el máximo registrado a inicios de 2013, cuando alcanzó el 26,9%, pero todavía 10 puntos por encima del mínimo de hace diez (8,4% en el primer trimestre de 2017).
Tras el estallido de la crisis, el paro de larga duración es el que más ha aumentado, reflejando así las dificultades que presentan ciertos colectivos para reincorporarse al mercado laboral, mientras que el número de desempleados con menos de un año en el paro se ha mantenido estable.
La proporción de personas con más de un año en el paro, muchos de ellos procedentes del sector de la construcción, ha crecido con fuerza desde 2009 y apenas desciende ligeramente en los dos últimos años. Por el contrario, los desempleados que no caen en la trampa del desempleo crónico desde 2009 encuentran un empleo con una mayor facilidad -desde algo más de tres meses en 2009 a algo menos de dos en la actualidad-.
Además, si bien la proporción de parados de larga duración se reduce desde 2015, es probable que esta caída no obedezca tanto a que haya encontrado trabajo como a que una parte de este colectivo se jubila y pasa a ser población inactiva. No en vano, mientras la mitad de los parados con entre 30 y 39 años lo son de larga duración, cuatro de cinco con más de 60 años están en el paro desde hace más de un año.
Por otro lado, si el problema del paro crónico incide especialmente entre la población de mayor edad, el drama entre los más jóvenes es el elevado desempleo juvenil, con tasas próximas al 40%.
En este caso, el problema no es el paro de larga duración como la precariedad, es decir, el tránsito continuo entre el desempleo y el trabajo temporal. Así, mientras que uno de cada cinco asalariados tiene un contrato temporal, cerca de la mitad de los trabajadores de entre 25 a 29 años y casi tres de cada cuatro de entre 20 y 24 años enlazan un contrato temporal con otro en el mejor de los casos, ya que en el peor pasan a la cola del paro.
Baja productividad
El segundo gran lastre es la baja productividad de la economía española. Y prueba de ello es que en los últimos 30 años ha crecido apenas un 5%, en comparación con el 35% registrado en Alemania o el 28% en Francia. Entre las principales economías europeas, la baja productividad multifactor, es decir, del capital y del factor trabajo, tan sólo es similar a la italiana.
Ahora bien, ¿por qué es tan baja la productividad española? Por una parte, el capital utilizado genera una menor producción debido, probablemente, al tradicional uso intensivo de mano de obra por parte de la construcción. El último dato disponible, de 2014, indica cierta estabilización en la caída sobre 2013. Dado que la inversión en la actual fase de recuperación se está orientando más a bienes de equipo o intangibles y menos al ladrillo, este dato podría anticipar una evolución menos negativa en el futuro.
Otro motivo es la baja productividad del factor trabajo, sobre la que incide, además de la baja productividad del capital, factores diversos como una insuficiente educación y el elevado peso de la contratación temporal. El proceso de continua transición entre contratos temporales al desempleo y de nuevo a un contrato temporal tiene como efecto que el nivel de formación en la empresa sea menor que si su permanencia en su puesto de trabajo fuera más prolongada. El hecho de que la temporalidad-desempleo afecte más a los más jóvenes agrava este problema.
Esta baja productividad provoca que el crecimiento del PIB, al menos hasta la fecha, dependa casi exclusivamente del mayor volumen de empleo.
Elevada deuda pública
Por último, el tercer gran lastre tiene que ver con el sector público y el desequilibrio presupuestario, cuyo máximo exponente es la histórica deuda pública que acumula el país. Al contrario de lo que sucede en el sector privado, cuya deuda se está reduciendo de forma sustancial, la Administración ha disparado su endeudamiento durante la crisis, hasta casi triplicarse desde 2007, hasta superar los 1,118 billones de euros en la actualidad. La deuda calculada como ratio sobre el PIB nominal, que superó el umbral del 100% en 2014 se ha reducido ligeramente en los dos últimos años, pero debido, exclusivamente, a que el crecimiento del PIB ha sido superior al de la deuda.
Aunque la ratio deuda sobre PIB se haya estabilizado, la deuda en millones de euros no para de crecer como resultado de los continuos déficits públicos.
No cuadrar las cuentas públicas en un entorno de elevada deuda deja a la economía española con un escaso margen de maniobra ante una futura ralentización de la economía o el surgimiento de nuevas turbulencias financieras a nivel internacional.
Además, hay que considerar que con el inicio de las medidas de política expansiva del BCE desde 2012, el coste de financiarse no se corresponde con los fundamentales de las cuentas públicas. La subida de los tipos de interés a corto y medio plazo como consecuencia de la retirada de los estímulos monetarios puede generar, igualmente, nuevas tensiones en las cuentas públicas españolas, cuyo impacto podría afectar negativamente al crecimiento económico.