El ministro de Hacienda y Función Pública, Cristóbal Montoro, sacó pecho de su gestión fiscal a el pasado miércoles, aprovechado su intervención en el debate de enmiendas a la totalidad en el Congreso de su proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2017.
Por un lado, Montoro puso en valor la senda de estabilidad presupuestaria del PP, argumentando que "siempre que ha habido déficit excesivo ha habido poco empleo", por lo que aseveró que cumplir los objetivos de déficit no sólo es una "obligación" con las autoridades europeas, sino que "conviene" al país. Y, por otro, echó en cara a la oposición que "venimos de una borrachera de gasto público y ya quieren ir de copas a celebrarlo", aludiendo así a las demandas de mayor inversión pública que demandan los partidos de izquierda.
Sin embargo, el ministro no es, precisamente, el más adecuado para dar lecciones en materia presupuestaria, a la vista de los datos que, hasta el momento, arroja su gestión. Para empezar, El Gobierno de Mariano Rajoy ha incumplido todos y cada uno de los objetivos iniciales de déficit comprometidos con Bruselas. La estrategia que han seguido los populares siempre ha sido la misma: decir que cumplen cuando presentan el proyecto presupuestario para, en cuanto se aprueban las cuentas, empezar a negociar con la Comisión Europea una revisión al alza de dichos compromisos.
Pero es que, además, si el anterior Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero protagonizó el mayor descuadre fiscal en la historia reciente de España, el Ejecutivo de Rajoy no se queda atrás. La economía nacional registra hoy el déficit público más alto de la zona euro, tras cerrar con un agujero del 4,5% del PIB en 2016. Esto todavía es más más grave si se tiene en cuenta que países como Irlanda, Grecia, Lituania o Portugal partían de un déficit similaral español en 2011 y ya han logrado situarlo por debajo del límite del 3% que marca el Pacto de la UE.
La razón de este descuadre estriba en que el gasto público, si bien se redujo de forma puntual en 2012, ha seguido creciendo desde entonces, hasta el punto de que, hoy por hoy, el sector público gata unos 50.000 millones más que en 2007, en el pico de la burbuja crediticia, a pesar de la fuerte caída que sufrió la recaudación durante los años de crisis.
El problema del déficit no es por la falta de ingresos, sino por el exceso de gasto. Durante los años de burbuja, cuando el conjunto del país creía nadar en la abundancia, incluidos los políticos, el gasto público se disparó gracias a un incremento de la recaudación que era irreal -fruto de la burbuja-. Pero, cuando ésta pincha, la recaudación se desploma hasta niveles de preburbuja, mientras que el gasto, lejos de retroceder, aumenta en los primeros años de la crisis para luego estabilizarse, manteniéndose hoy en niveles próximos a los registrados en 2006 y 2007, es decir, en el pico de la burbuja.
Asimismo, la deuda pública ronda el 100% del PIB, manteniéndose así en su nivel más alto desde principios del siglo XX. En este sentido, cabe recordar que la deuda rondaba el 35% del PIB en 2007, con lo que ha aumentado en 65 puntos porcentuales, una cifra equivalente a más de 700.000 millones de euros. En concreto, bajo el último Gobierno de Zapatero, el endeudamiento creció en 359.000 millones, a un ritmo medio de 89.900 millones al año, mientras que con Rajoy el aumento roza los 363.000, a un ritmo medio de 72.500 millones al año, según los últimos datos del Banco de España.
Así pues, el ritmo de endeudamiento público del PP apenas es un 20% inferior al del PSOE, a pesar de la recuperación económica. No en vano, entre 2008 y 2011, el PIB se redujo en casi 46.000 millones de euros en términos nominales (-4,1%), mientras que la economía nacional ha aumentando en más de 43.000 millones de euros bajo el Gobierno del PP hasta el cierre de 2016 (+4%).
Es decir, la reducción del déficit de la que tanto presume Montoro ha sido fruto del crecimiento económico y de los históricos aumentos de impuestos aprobados por los populares, no de un adelgazamiento del sector público, sin que ello, por cierto, haya logrado rebajar de forma sustancial el elevado ritmo de endeudamiento que en su día protagonizó el PSOE. El ministro de Hacienda, por tanto, tiene poco de qué presumir en materia fiscal y presupuestaria.