La transición de España hacia una economía de servicios ha ido de la mano de un fenómeno adverso: la pérdida de atractivo de nuestras industrias. En los últimos veinte años, el peso económico del sector secundario cae del 20 al 16,5 por ciento del PIB, en el marco de una tendencia que también ha afectado a otros países europeos.
Pero la crisis ha tenido un impacto sorprendente en la industria española. Lejos de acelerar la caída del sector, ha supuesto un giro hacia la estabilidad. De hecho, aunque la desindustrialización llevaba décadas en marcha, la Gran Recesión ha coincidido con un leve repunte de la actividad de nuestras fábricas. ¿Significa esto que podemos recuperar parte del tejido productivo perdido?
La consultora inmobiliaria Cushman & Wakefield, especializada en suelo industrial, tiene claro que España puede entrar en una nueva etapa de reindustrialización. Así lo acredita su nuevo Índice de Riesgo Industrial, en el que se evalúa la capacidad de los distintos países para adaptarse a la globalización industrial y competir con éxito.
Cushman & Wakefield puntúa a los países según tres criterios. En primer lugar, evalúa las condiciones en las que se mueve la industria: talento de la fuerza laboral, logística, acceso a mercados, facilidad para hacer negocios, tiempos de producción, cultura de responsabilidad social corporativa… En segundo lugar, el informe considera los costes de funcionamiento que asume el sector secundario: salarios, electricidad, suelo industrial, registros de propiedad… En tercer lugar, el índice pone encima de la mesa los riesgos que presenta cada mercado: desastres naturales, vulnerabilidad político-económica, resistencia de las empresas, acceso seguro a la energía…
Según el trabajo de Cushman & Wakefield, el país que sale mejor parado es Malasia, seguido de Taiwán y China. Estados Unidos y Corea del Sur completan el top cinco, mientras que Canadá, Hungría, Suecia, República Checa y Países Bajos cierran el top diez. Entre los veinte primeros puestos también están Suiza, Singapur, Polonia, Tailandia, Japón, Reino Unido, Austria, Turquía, Filipinas e Indonesia.
¿Y qué hay de España? Aunque estamos lejos de las primeras posiciones, la mejoría de los últimos años nos permite alcanzar el puesto 25. El subíndice dedicado a medir las condiciones en las que se mueve la industria nos coloca en el lugar número 6 de la tabla, mientras que la categoría dedicada a estudiar los riesgos del sector nos deja en el puesto 13. La peor calificación llega en la medición de costes, donde quedamos relegados al número 26.
Mirando al futuro, se plantean dos escenarios. Si la evolución global del sector tiende a fortalecer aquellos destinos que brindan un marco más atractivo, España puede subir al puesto 14 de la lista, colocándose por delante de gigantes como China. Sin embargo, si la evolución a futuro la van a marcar los costes, nuestro país perderá tres puestos y quedará relegado al número 28.
Entre los países emergentes, el informe nos habla de diez casos de éxito: Costa Rica, Vietnam, Sri Lanka, Lituania, Túnez, Marruecos, Bulgaria, Colombia, Perú y Eslovaquia. Según el documento, muchos de estos países pueden dar el salto a la tabla general si continúan ganando en competitividad industrial.