Leí en la prensa un anuncio del Consejo General de Colegios de Dentistas de España, firmado por el presidente, Óscar Castro Reino, cuyo título me interesó: "La mercantilización de la salud bucodental en España".
Y, efectivamente, era muy interesante. Seguía así: "Basta con dedicar unos minutos a ver la televisión en cualquier franja horaria para comprobar que no se están haciendo las cosas bien en relación a la salud bucodental". Dirá usted: seguramente es por las noticias negativas sobre los dentistas. Pero no, es por… ¡la publicidad! Al doctor Castro Reino no le gusta que los dentistas o sus empresas o marcas digan públicamente que están ahí, "incluso con la presencia de personajes famosos en sus anuncios. Qué disparate". Pero ¿por qué va a ser un disparate anunciar los servicios que se prestan al público?
Don Óscar lo tiene claro: quiere prohibir esa publicidad: "Es inadmisible permitir la mercantilización de la salud". Y enseguida da una pista importante: no le gusta la "guerra de precios". Acabáramos: es que no le gusta que los ciudadanos paguen menos por su atención dental: "Todo vale para tratar de captar el mayor número de clientes, que no pacientes, posible". ¿Es malo ser cliente? Todo indica que para él sí: "Parece que no importa la valía y destreza del profesional que te trata, ahora es más importante la marca". Esto es absurdo, porque ninguna marca sobrevive si descuida la calidad de los profesionales que la representan.
Subraya que el sector está "sobredimensionado", y por eso cierran clínicas. Esto puede ser perfectamente cierto, pero no es el doctor Castro Reino, ni nadie, el indicado para establecer cuál es la correcta dimensión del sector. Pero él sí lo cree: "Cada vez hay menos dentistas como responsables de la gestión (…) cualquier persona puede invertir en abrir una clínica dental". ¿Y por qué no puede hacerlo, si se rodea de buenos profesionales que presten el servicio a los ciudadanos?
Y sigue: "Para más inri, España se ha convertido también en la fábrica de dentistas de Europa merced a la proliferación de universidades privadas de Odontología". Otra vez: ¿quién es él para determinar cuántas universidades privadas de Odontología tiene que haber?
Ante este "panorama desolador", que no parece que sea tal, muchos dentistas "se ven abocados a emigrar", como si fuera trágico ganarse la vida en otro país. Pero don Óscar Castro Reino tiene la solución: "La sanidad pública debería incluir dentro de su cartera de servicios muchas más prestaciones relativas a la salud oral, y la legislación tiene que cambiar para frenar la mercantilización que padece nuestro sector". El aumento de impuestos y el recorte de libertades que todo eso comporta no representa, por supuesto, ningún padecimiento.