El Partido Liberal que lidera el primer ministro, Mark Rutte, ha sido el vencedor de las elecciones generales que celebraron los Países Bajos el miércoles. La derecha populista de Geert Wilders ha sido la gran derrotada y los mercados han reaccionado muy positivamente ante los resultados. Rutte, un directivo empresarial que pasó por firmas como Unilever o Calvé, tiene apenas 50 años, pero enfrenta ya su séptimo año al frente del Ejecutivo holandés.
La economía holandesa es una de las más prósperas del Viejo Continente. Según la base de datos del Banco Mundial, su PIB per cápita ha subido de 20.000 a 46.000 dólares entre los años 1990 y 2015. Cabe señalar que Bélgica partía de niveles similares pero hoy tiene unos 5.000 dólares menos de PIB per cápita, de manera que los Países Bajos han visto despegar su nivel de vida en comparación con sus vecinos.
A Rutte le ha tocado gestionar una crisis económica que ha empeorado las cifras de empleo. El paro en 2010 era del 5 por ciento, pero llegó a subir al 7,4 por ciento a lo largo de 2014. Pero el rumbo observado en los últimos años ha sido positivo y los niveles de paro que se esperan para finales de 2017 rondan el 6 por ciento, apenas un punto porcentual por encima de los niveles pre-crisis.
El gran acierto de Rutte ha sido evitar grandes estallidos fiscales. En una Europa que ha respondido a la crisis con numerosas subidas de impuestos, el primer ministro holandés ha apostado por mantener constante la presión fiscal, en niveles de entre el 43 y el 43,5 por ciento del PIB. En cuanto al gasto, Rutte no ha dudado en aplicar medidas de austeridad. Cuando llegó al poder en 2010, el gasto era del 48,1 por ciento del PIB. Hoy, los datos del FMI reducen el peso de los presupuestos públicos al 44,3 por ciento del PIB.
Esto ha permitido que el déficit del 5 por ciento que llegó a registrar Holanda a comienzos de la crisis se haya convertido en un escenario muy cercano al equilibrio presupuestario, tal y como acreditan los datos fiscales del pasado ejercicio. Gracias a esa apuesta por las políticas de austeridad, los gobiernos de Mark Rutte han conseguido que la deuda pública se mantenga bajo control. La heredó en niveles del 59,3 por ciento del PIB y está previsto que caiga al 60,3 por ciento a lo largo del próximo año.