Border adjustment tax. No se habla de otra cosa en los círculos económicos del país del Tío Sam. Todo empezó hace meses, a raíz de los triunfos electorales de Donald Trump y de los candidatos republicanos al Congreso y el Senado. El inesperado giro a la derecha que dio Estados Unidos puso la lupa en las propuestas económicas de los representantes de una nueva mayoría política. Y en ese contexto ha surgido una marea de especulación sobre una profunda reforma tributaria que pasaría por eliminar el Impuesto de Sociedades actual y convertirlo en un gravamen basado en el principio del ajuste fiscal en la frontera.
¿En qué consiste esta idea favorecida por altos cargos del Partido Republicano? En esencia, el nuevo gravamen no se aplicaría sobre el beneficio empresarial, sino sobre los bienes y servicios que despacha cada empresa. Desaparecería, por tanto, el viejo modelo de Impuesto de Sociedades que seguimos viendo en la mayoría de países.
Eso sí: el ajuste fiscal en la frontera brindaría un tratamiento diferenciado, de manera que las importaciones estarían sujetas al pago de este nueva tasa, pero las exportaciones no tendrían que soportar dicha tasa, con el consecuente incentivo a exportar más e importar menos.
Imaginemos, por ejemplo, que una empresa estadounidense fabrica electrodomésticos en su planta de producción de Texas. Sus ventas en Nueva York serían gravadas con un tipo que, según lo divulgado, rondaría el 20%. Sin embargo, si las ventas se hiciesen fuera del país, por ejemplo en Toronto, la compañía no tendría que abonar ningún tributo.
Sin dejar el ejemplo anterior, ¿qué pasaría si la empresa con sede en Texas importa algunos de sus materiales desde México? Las ventas en suelo estadounidense seguirían pagando un 20%, mientras que el negocio internacional pagaría un 20% ajustado al valor de los bienes importados sobre el coste final del producto.
¿Comparable a la exención de IVA en las exportaciones?
Aunque la idea puede generar confusión, recuerda a las estrategias de devaluación fiscal que ya vemos en Europa. A este lado del Atlántico, las ventas al extranjero están exentas de IVA, mientras que los bienes y servicios llegados de otras áreas económicas sí que tienen que incluir en su precio el Impuesto sobre el Valor Añadido. La diferencia es que el IVA está planteado como un impuesto sobre el consumo y el ajuste fiscal en la frontera reemplaza al Impuesto de Sociedades actual.
La propuesta cuenta con el apoyo de Paul Ryan y Kevin Brady, dos de los congresistas republicanos que más trabajo han dedicado a estudiar distintas posibilidades de reforma fiscal. Trump ha señalado que una reforma así sería compleja, mientras que los halcones republicanos del Senado también parecen haberle dado la espalda a esta idea.
Si la idea termina muriendo, quedará sobre la mesa la propuesta original de Trump, que defendió una rebaja del tipo general del Impuesto de Sociedades con el objetivo de llevarlo del 35% al 15%. Cabe incluso la posibilidad de que el presidente introduzca como avanzadilla un primer recorte hasta el entorno del 22%, ya que se estima que combinando dicha rebaja con una eliminación de deducciones, se alcanzaría la neutralidad fiscal.