¿Cuánto cobraré de pensión? Ésta es la pregunta que todos nos hacemos. Y la respuesta no está clara. Porque el sistema público sigue rodeado de una gran incertidumbre. El problema es que quizás no sea la pregunta correcta. O no sólo. Pensar sólo en la mensualidad deja fuera un aspecto fundamental del problema: el cuándo. Porque, además, la edad de jubilación determinará en buena parte la prestación a la que cada uno tendrá derecho.
El sistema del futuro se llama "cuentas nocionales". En Suecia ya existe desde hace un par de décadas. En el resto de Europa, de una forma u otra, parece que también se extenderá el modelo, aunque no le pongan ese nombre. Quizás haya formatos más puros y otros que sigan de forma libre el guión. Pero todo apunta a que las reglas fundamentales serán parecidas en buena parte del continente.
El último en sumarse al carro de la propuesta es Emmanuel Macron, el favorito para las presidenciales francesas. El candidato de En Marche! ha prometido una reforma de las pensiones en la que "cada franco cotizado valga lo mismo". La esperanza de vida determinará en parte tanto la actualización anual como la primera pensión. Eso sí, también ha asegurado que no tocará la edad legal de jubilación y que eliminará todos los regímenes especiales. Ahora mismo, los trabajadores franceses se pueden jubilar a partir de los 62 años si tienen cotizados 42 años (para los que no lleguen a esa cifra, la edad legal irá subiendo de forma paulatina hasta los 67 años en 2022, de forma parecida a lo que está ocurriendo en España).
Macron no ha hablado de cuentas nocionales. Como tampoco en España a los partidos les gusta poner nombre a las reformas que insinúan. Hablan de "flexibilizar la edad de jubilación" para que cada uno decida cuándo retirarse. También se pide alargar el período que se tiene en cuenta para el cálculo de base de cotización. Es más, casi todas las propuestas que se han puesto sobre la mesa piden, de una u otra forma, avanzar hacia un sistema en el que para calcular la pensión se tenga en cuenta toda la vida laboral del trabajador. Y una vez que tienes eso, las cuentas nocionales están a la vuelta de la esquina.
Las claves
Este modelo gira en torno a un principio: tanto aportas, tanto cobras. Primero se mide lo que el trabajador ha pagado en cotizaciones a lo largo de toda su carrera laboral. Luego, se calcula cuántos años de esperanza de vida tiene por delante. Y se le paga mes a mes lo que le toque. Es decir, se prorratea la cantidad total cotizada entre el número de meses que el nuevo jubilado cobrará su pensión, según la esperanza de vida en el momento de la jubilación, y así se calcula la prestación mensual.
La ventaja de este modelo es que es muy transparente. Por eso permite que cada uno tome la decisión de jubilarse cuando quiera. Normalmente se pone una edad mínima y una máxima para empezar a cobrar la pensión, un margen amplio en el que el trabajador escoge en qué momento le conviene dejar de trabajar. Por ejemplo, supongamos que un país aprueba un sistema de cuentas nocionales en el que se puede acceder a la jubilación entre 60 y 70 años. Si uno decide irse a los 60, cobrará mucho menos, por dos razones: 1. porque ha cotizado 10 años menos (tiene menos en su bolsa nocional) y 2. porque tiene por delante 10 años más de vida (por lo tanto, la prestación mensual tiene que ajustarse y repartirse entre esos 120 meses más que vivirá).
La clave es que cada trabajador sepa en todo momento cuánto le tocaría si decide jubilarse. Y que también sepa cuál será la prestación estimada si sigue en activo unos cuantos años más. Así, cada año tendrá toda la información necesaria para tomar una u otra decisión. Y en teoría para el sistema es neutro: si se va antes, aportará menos, pero también recibirá menos.
Con respecto a la situación actual, el principal cambio es que la diferencia entre jubilarse antes y después se agranda. Ahora mismo, en España, ya existe la opción de acogerse a la jubilación anticipada. Los que lo hacen, sufren una merma en sus ingresos. Y es un recorte importante en la prestación. Pero no tanto como en un modelo de cuentas nocionales. También da opciones a flexibilizar más el sistema y a que el margen posible se amplíe: te jubilas más o menos cuando quieras siempre y cuando asumas el montante de la pensión.
Desde un punto de vista político, es una reforma atractiva. Por eso son muchos los que piensan que tiene posibilidades de ir expandiéndose por toda Europa. Para empezar, no obliga a cambiar la edad de jubilación, un tema delicado y que suele acarrear numerosas propuestas. Con cuentas nocionales, puedes decir (como ha hecho Macron y como han hecho los políticos españoles) que no quieres tocar la edad legal de retiro. Y es cierto: la dejas en 65 pero con las nuevas reglas (tanto cotizas, tanto ganas). Así, en la práctica lo que ocurre es que cada uno se jubila cuando quiere.
Por otro lado, también el mensaje es atractivo en términos de la justicia del modelo. Al ampliar la base de cálculo a toda la vida laboral, lo que se transmite es que el modelo es más equilibrado. Ya no importa si ganas más con 60 que con 20, si te quedas en paro poco antes de la jubilación o si tu carrera laboral tiene altibajos: lo que hayas cotizado, eso es lo que tienes en la bolsa virtual.
¿Y cuál es la parte mala? Pues para empezar, las cuentas nocionales tienen en común con el resto del sistema de reparto que se sostienen sobre una ficción. La bolsa no existe. No hay nada ahorrado. El jubilado cobra si hay un trabajador que cotice. Es cierto que es un modelo más transparente, con reglas del juego que no cambian cada pocos años para adaptarse a los cambios demográficos. Pero cuidado, si no hay trabajadores suficientes, las cuentas nocionales pueden necesitas ajuster. Por ejemplo, en Suecia la revalorización anual también tienen en cuenta la salud financiera, los ingresos y los gastos del sistema público.
Y hay una segunda derivada que no siempre se cuenta. Lo de contar toda la vida laboral está muy bien, suena muy justo y aporta previsibilidad. Pero ampliar el período de tiempo que se usa para calcular la base de la pensión supone que la mayoría de los nuevos pensionistas vean un recorte en la prestación a la que tienen derecho. Casi todos cobramos un sueldo más elevado con 60 años que con 20. Por eso, en España las reformas paramétricas que se han hecho han ido siempre en esta dirección.
Si habláramos de un sistema de ahorro (capitalización), sí que es cierto que es mejor empezar a llenar la bolsa cuanto antes. Pero en un sistema de reparto, aunque suene a más justo (toda la vida laboral) en realidad lo que hace es endurecer los requisitos para acceder a la misma y reducir la prestación prevista. Salvo unos pocos casos aislados (personas que, por mala suerte, hayan perdido su empleo poco antes de la jubilación) al resto la cuenta le saldrá negativa. Probablemente no hay otro remedio. Porque las cuentas son las que son y el sistema necesita reducir sus promesas si quiere mantener el equilibrio. Pero por eso mismo, la información también es clave en esto. Y que las opciones no se queden aquí: en Suecia, por ejemplo, el modelo se complementa con una pequeña bolsa de ahorro individual. Esto último, lo de la información y la parte de ahorro, no será tan sencillo de lograr.