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El mito de la 'brecha salarial'… y la receta liberal para mejorar los sueldos de las mujeres

El sueldo medio de los hombres es superior al de las mujeres, pero no es cierto que éstas cobren menos por hacer el mismo trabajo.

El sueldo medio de los hombres es superior al de las mujeres, pero no es cierto que éstas cobren menos por hacer el mismo trabajo.

A menudo escuchamos que existe una brecha salarial en virtud de la cual el sueldo que cobran los hombres es superior al de las mujeres. Si tomamos la retribución media y la desglosamos por sexo, las cifras oficiales para España y otros países desarrollados parecerían indicar que, en efecto, hay una discriminación que beneficia a los hombres y perjudica a las mujeres. Pero la realidad es más compleja.

Así, aunque sí es correcto decir que el sueldo medio de los hombres es superior al de las mujeres, no es cierto que las mujeres cobran menos que los hombres por hacer el mismo trabajo.Y es que, si comparamos escenarios homogéneos, es muy difícil encontrar episodios de discriminación en los que ellos cobran más que ellas por hacer el mismo trabajo en la misma empresa. De hecho, según las inspecciones del Ministerio de Trabajo, los casos de discriminación detectados por las autoridades no llegan al 1% de los miles de casos analizados.

Esto debería rebajar el nivel de alarmismo que suelen generar las estadísticas sobre la brecha salarial. En efecto, si los hombres cobrasen más que las mujeres por ocupar el mismo puesto en la misma empresa, estaríamos ante un escenario discriminatorio que merecería nuestra reprobación. Pero, como hemos visto, las diferencias de ingresos provienen de comparativas estadísticas que no evalúan situaciones homogéneas.

¿Y por qué motivo la media de ingresos de los trabajadores españoles se coloca alrededor de un 20% por encima de la retribución promedio de las ocupadas de nuestro país? Hay dos grandes factores que así lo explican: por un lado, el número de horas trabajadas. De media, los hombres dedican a su puesto de trabajo unas 2.300 horas al año frente a las 1.900 que supone su empleo para las mujeres; por otro lado, el tipo de jornada. La ocupación a tiempo completo es del 90% entre los hombres pero baja al 65% entre las mujeres.

Posibles soluciones liberales

De manera que, para abordar el debate sobre las diferencias de ingresos, es recomendable abandonar el relato simplista que apunta a una discriminación salarial generalizada y conviene centrarse en aquellos aspectos que sí pueden contribuir a mejorar la situación de la mujer en el mercado de trabajo. Y no, no hablamos de las llamadas cuotas de género que proponen muchas voces desde la izquierda, ya que su aplicación en Noruega ha resultado ser un auténtico fiasco.

De lo que sí hablamos es de romper el techo de cristal que ha generado el Estado de Bienestar en determinados sectores económicos. Como explico en mi nuevo libro Por qué soy liberal, "mantener el grueso de la educación, la sanidad o los servicios sociales en manos del Estado limita las posibilidades de ascenso y las oportunidades de emprendimiento. Y, precisamente en estos campos, la presencia femenina es mucho más alta. En la salud, el 63% de la fuerza laboral es europea. En la educación, el 54%. En los servicios sociales, el 79%. Por tanto, desarrollar el mercado en estos campos es crucial para ofrecer más oportunidades de crecimiento salarial a las mujeres".

Otra receta útil para mejorar la situación salarial de las mujeres puede ser la introducción de deducciones fiscales que permitan descontar del pago de impuestos aquellos pagos ligados a servicios y cuidados del hogar o la familia. En la mayoría de familias, son las mujeres las que desempeñan estas tareas. En vez de caer en la trampa del feminismo socialista y divagar sobre la opresión heteropatriarcal que esto supone, podemos adoptar un enfoque liberal y facilitar que esas tareas se financien con el ahorro fiscal que supondrían esas deducciones impositivas. Y, de paso, esto podría ayudar a reducir la economía sumergida, ya que una parte importante de estas actividades se desarrollo hoy de manera informal, con pagos en B.

El mercado, aliado de las mujeres

En Por qué soy liberal también argumento que el capitalismo es un gran aliado de las mujeres. Aunque el grueso del discurso feminista está copado por la izquierda radical, los datos están de nuestro lado. Por ejemplo, el índice de desigualdad de género es del 0,34 en los países con economías más liberales, pero asciende al 0,67 en aquellas naciones en las que el mercado está más intervenido.

En la esfera pública y educativa, las economías más liberales también ofrecen un marco más favorable para las mujeres.La educación secundaria alcanza al 71,7% de la población femenina residente en los países más capitalistas, pero cae al 31,8% en los países que restringen más la libertad económica. En cuanto a la representación parlamentaria, vemos que ronda el 15% en las economías menos libres, pero roza el 27% en las más liberales. También en los indicadores sanitarios vemos que las mujeres viven mejor allí donde hay menos intervencionismo.

Por tanto, no tiene sentido permitir que la izquierda radical monopolice el discurso feminista, ya que son precisamente las economías liberales las que mejor garantizan el progreso de las mujeres y, al mismo tiempo, son las recetas liberales las que más pueden ayudar a que la situación de las mujeres siga mejorando.

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