Leí hace unos meses en El País: "Colau empieza a recuperar servicios privatizados. El Ayuntamiento asume empleados externos que cubren prestaciones ‘esenciales’ para la ciudad". Se trata de "condiciones que puso la CUP a cambio de apoyar la ampliación presupuestaria propuesta por el Gobierno municipal".
La retórica no dejaba lugar a dudas sobre lo positivo de la noticia. De entrada, recuperar es una cosa buena, y si encima se recupera lo privatizado, pues mucho mejor. Lo mismo vale para la "ampliación presupuestaria" que ansía la señora Colau. ¿Para qué? Pues para aumentar el empleo, claro que sí:
En total, Colau confía en ampliar un 10% la actual plantilla del Ayuntamiento de Barcelona durante su mandato, que es de 12.000 trabajadores. En algunos casos se trata de recuperar una gestión que antes era pública, aunque en la mayoría son servicios que ya nacieron externalizados. Durante este año se han convocado 20 bolsas de trabajo que implicarán ampliar la plantilla de trabajadores sociales, educadores, entre otros.
Estupendo, habrá "bolsas" de trabajo, bolsas, oiga.
En ningún momento los políticos populistas del ayuntamiento barcelonés prestaron atención al coste de sus medidas. Ni los políticos, ni el artículo de El País. Se trataba de recuperar, "asumir empleados", ampliar presupuestos, ampliar plantilla, etc.
Sin embargo, este es un retrato incompleto de la realidad, puesto que todo sugiere que la señora Colau va a incrementar el gasto municipal, y por tanto los impuestos, sea que se recauden ahora o en el futuro, si se emite deuda. Las consecuencias negativas de esa recaudación son ignoradas de forma habitual, cuando la lógica no deja lugar a muchas dudas. Si cuando Colau "recupera" se generan efectos positivos, entonces, por la misma razón, cuando los ciudadanos son sangrados todavía más, para que la alcaldesa "recupere", se generan efectos negativos.