El discurso que han construido varias formaciones políticas en lo referente a la crisis ha sido muy clara en los últimos años. Ésta, según ellos, habría servido como un mecanismo de redistribución de riqueza hacia las rentas altas, lo que explicaría el aumento de la desigualdad y casaría, además, con la retórica de juego de suma cero al que estos partidos suelen recurrir.
Formaciones como Podemos recurren habitualmente a este tipo de discurso para justificar una mayor rapiña fiscal contra las rentas altas con la excusa de que, al haber salido ganando con la crisis, lo justo es que contribuyan más a las arcas públicas para compensar a aquellos que han salido perdiendo. ¿Qué hay de verdad y qué de mentira en dicha argumentación?
El informe del Banco de España relativo a la la Encuesta financiera de los hogares entre 2008 y 2014 nos permite observar el efecto que ha tenido la crisis sobre los diferentes hogares en España para verificar si, en efecto, las rentas más altas han mejorado su condición durante los años de crisis.
A principios de 2014, las renta media bruta de los hogares ascendía 30.400 euros, mientras que la renta mediana se situaba en 22.700 –se tomará como referencia este último valor por ser más representativo que la media–. Así, se observa que la evolución de la renta mediana en el 20% de hogares más pobres es relativamente estable a lo largo de la crisis, subiendo de 8.300 euros en 2008 a 8.700 en 2011 y volviendo descender hasta el punto de partida en 2014.
El resto de los tramos de renta sufren mayores pérdidas relativas. En el caso del 10% de los hogares con más renta, pierden un 13% de su renta mediana, pasando de 88.400 euros al año en 2008 a 76.900 en 2014, lo cual demuestra que los más ricos no han aumentado su renta durante la crisis.
Por otro lado, una cosa es la renta y otra la riqueza (patrimonio neto, activos menos deudas). Así, pese a mantener sus ingresos más o menos estables, los hogares con menor renta sufrieron una pérdida significativa de su riqueza neta durante la crisis: casi un 50% menos entre 2008 y 2014, ya que su patrimonio se concentraba, básicamente, en activos reales como la vivienda, cuyo precio cayó en picado tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. El resto de tramos también pierden una parte considerable de su riqueza, aunque menores.
Ahora bien, volviendo a la pregunta inicial, ¿es cierto que quienes más ganan han visto incrementada su riqueza neta, tal y como denunciar ciertos políticos y analistas? La respuesta es no, ya que su riqueza neta descendió un 15% desde 2008. Esta menor caída con respecto a las rentas bajas se explica por el hecho de que la vivienda representa un porcentaje inferior en el conjunto de su patrimonio, al contar con una cartera de activos más diversificada (bolsa, bonos, planes de pensiones, etc.).
En concreto, mientras que la vivienda equivale al 96% de los activos reales de los hogares de menor renta -y los activos reales, a su vez, suponen el 92% de sus activos totales-, las propiedades inmobiliarias pesan un 78% en el segmento de las rentas altas y sus activos reales tienen un peso mucho menor (73,3%).
Todos pierden
Asimismo, en términos absolutos, la riqueza mediana de las familias más pobres era de cerca de 60.000 euros en 2014 frente a los 440.000 euros del 10% más rico. Los datos demuestran que la renta y la riqueza de los ricos, lejos de aumentar con la crisis, han menguado de forma considerable, pero ¿por qué entonces ha aumentado la desigualdad?
En el caso de la desigualdad, tanto de renta como de riqueza, la causa es similar: pese a que la parte alta de la distribución haya perdido renta y riqueza, la parte inferior lo ha hecho en mayor proporción, elevando con ello la desigualdad. Es decir, nos encontramos ante una creciente desigualdad por debajo, no por arriba. Todos son más pobres, pero unos han perdido más que otros.
Esto vuelve a demostrar que la riqueza y la renta no son un juego de suma cero, en el que lo que una persona pierde otra necesariamente lo ha ganado, al tiempo que desmonta por completo el discurso anti-ricos en el que la mayoría de partidos políticos tienen la tentación de caer para financiar sus promesas electorales.
Aún con todo, el crecimiento de la desigualdad durante los años de crisis no es, ni de lejos, un incremento descontrolado y abrumador: se trata de un aumento del 7%, dos puntos más en el índice de Gini; y si atendemos a la desigualdad de riqueza, España es uno de los países del mundo con una distribución más igualitaria.
En suma, ni la crisis ha sido un mecanismo para enriquecer aún más a los ricos ni el aumento de la desigualdad justifica en absoluto llevar a cabo políticas fiscales aún más represivas contra los contribuyentes. Tratar de usar mentiras como excusas muestra que la verdadera finalidad no es otra que la de extraer más impuestos a los ciudadanos.