El liberalismo económico "mata". Éste y no otro es el verbo que empleó el Papa Francisco en su reciente entrevista a El País. Es evidente que su pensamiento en esta materia no ha variado un ápice desde que encabeza la Iglesia, más bien al contrario, puesto que sus declaraciones, lejos de atenuar el tono o corregir errores de base, se han tornado incluso más radicales a la hora de condenar un sistema, el capitalista, que, claramente, no comparte.
En su día, ya señalamos en estas mismas páginas por qué se equivoca el Papa. Sin embargo, dado que a veces una imagen vale más que mil palabras, valgan como ejemplo estos cinco gráficos para demostrar el garrafal y muy peligroso error que comete el Santo Padre con ese tipo de soflamas peronistas que tanto daño han causado a su país de origen, Argentina, otrora una de las economías más ricas del planeta, hoy casi en vías de desarrollo.
El economista Max Roser resume en su web Our World in Data la inédita mejora que ha experimentado la humanidad desde que hace dos siglos echó a andar el capitalismo y se fue extendiendo por todo el planeta, especialmente tras la caída del Muro de Berlín, en 1989, y el posterior colapso del comunismo.
1. Pobreza
La pobreza extrema, que significa ingresar menos de 1,90 dólares al día, se ha desplomado. En 1820, tan sólo una pequeña élite de privilegiados disfrutaba de un buen nivel de vida, mientras que el resto de la población estaba en la más absoluta miseria. En 1950, el porcentaje caída al 75% a nivel mundial; en 1981, caía al 44%; hoy, ya es inferior al 10%. Y ello, a pesar de que la población global se ha multiplicado por siete en los últimos 200 años. Nunca antes había sucedido tal cosa desde que el hombre es hombre y el mundo es mundo.
2. Educación
En 1820, sólo una de cada 10 personas sabía leer y escribir; en 1930 ya era uno de cada tres; hoy, el porcentaje de población alfabetizada ronda el 85% a nivel mundial, y este nivel es aún mayor entre la población joven. Estos números sorprenden aún más en términos absolutos: tan sólo 120 millones de personas sabían leer y escribir en 1800 frente a los 6.200 millones en la actualidad. El analfabetismo está, pues, prácticamente erradicado, lo cual también es un hito histórico.
3. Mortalidad infantil
En 1800, el 43% de los niños moría antes de cumplir los 5 años de edad, casi la mitad de los hijos. Hoy, ese drama se ha reducido al 4,3% de los recién nacidos a nivel mundial, diez veces menos que hace dos siglos.
4. Esperanza de vida
Aunque el mejor indicador del espectacular avance que ha registrado la humanidad en materia sanitaria es, sin duda, el relativo a la esperanza de vida al nacer, ya queha pasado de 30 a 70 años a nivel mundial, mientras que en Europa occidental sobrepasa ya los 80 años, y creciendo... Los niños nacen hoy con una esperanza de vida próxima a los 100 años.
5. Riqueza
Por último, el mundo nunca ha sido tan rico como hoy. El PIB global se ha disparado en los últimos dos siglos. Desde los tiempos de Jesucristo hasta el siglo XI, el tamaño de la economía mundial apenas experimentó crecimiento alguno. Y algo similar nos encontramos en los ochocientos años siguientes, pero, a partir de 1800, con el nacimiento y la expansión del capitalismo, el mundo experimentó la época de mayor crecimiento y prosperidad de la historia del hombre.
A pesar de estas y otras muchas evidencias irrefutables, la mayoría de la gente, al igual que el Papa, piensa que el mundo, lejos de mejorar, empeora. Una encuesta elaborada por Gapminder Foundation, por ejemplo, reveló que el 66% de los estadounidenses cree que la pobreza global se ha duplicado en los últimos 20 años cuando, en realidad, ha sucedido justo lo contrario.
El problema para el presente y el futuro de la humanidad es que si desconocemos nuestra historia, estamos condenados a repetirla. Tal y como alerta Roser, este errónea visión acerca del capitalismo es un obstáculo para la libertad. "La libertad es imposible sin la fe en la gente libre […] Y si no somos conscientes de nuestra historia y creemos falsamente en lo contrario de lo que es verdad, corremos el riesgo de perder la fe el uno en el otro".
El Papa, siendo la máxima autoridad eclesiástica, es, sin duda, una gran conocedor de la vida espiritual, pero su extensa sapiencia teológica es equivalente a su profunda ignorancia en materia económica.