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José García Domínguez

Los francotiradores de José Carlos Díez

La renta básica únicamente serviría para que proliferasen aún mucho más los puestos de trabajo de ínfima calificación y retribuidos con sueldecillos míseros.

La renta básica únicamente serviría para que proliferasen aún mucho más los puestos de trabajo de ínfima calificación y retribuidos con sueldecillos míseros.
José Carlos Díez, con Manuela Carmena | La Sexta

José Carlos Díez, el economista mediático que coordinará el programa económico del próximo congreso del PSOE, sufrió un rapto de sinceridad en un plató, creo que el de La Sexta, al advertir que llevar a la práctica la idea de una renta básica, principio todavía etéreo que bastantes socialistas comparten con Podemos, haría inevitable apostar francotiradores en las fronteras. Al poco, claro, tuvo que desmentirse, pero su pensamiento profundo sobre el asunto ahí queda. Es probable, por lo demás, que a José Carlos Díez no le faltase algo de razón en ese enunciado, pese a haberlo expuesto con una brutalidad formal mucho más propia de un Donald Trump cualquiera. No obstante, que la renta básica podría atraer a muchos más inmigrantes hacia nuestro país, amén de estimular la vagancia entre algunos autóctonos por la vía de desincentivar el esfuerzo individual en la búsqueda de un empleo remunerado, son reflexiones ambas para las que no se requiere haber pasado cinco años estudiando en una facultad de Economía. Las barras de los bares están llenas de tertulianos tan espontáneos como ágrafos que repiten eso mismo entre caña de cerveza y caña de cerveza. De ahí que se eche de menos un pronunciamiento algo más elaborado y complejo en alguien que está llamado a poner orden en la cabeza económica del todavía segundo partido del país.

Y es que el genuino riesgo que conlleva asociada la idea de la renta básica, lo que la hace tan nociva en potencia, no es que pudiese estimular la pereza entre los asalariados, sino que premiaría la mediocridad de los empresarios mediocres. Y en España ya tenemos demasiados empresarios mediocres, llamémosles asignadores ineficientes para que las almas sensibles no se alteren, como para encima tener que financiar con recursos públicos su multiplicación a imagen del milagro de los panes y los peces. Eso es lo que ni los socialdemócratas de Podemos ni los socialdemócratas de verdad parecen haber entendido todavía. El sesgo moralizante que prima en todos los debates a propósito de la renta básica hace perder de vista lo fundamental de la cuestión, a saber, que esas transferencias incondicionales de renta por parte del Estado a los empleados serían una vía indirecta de subvencionar a los peores empresarios del país, los que producen y comercializan los productos y servicios más toscos y de menor valor añadido que se pueden encontrar en el mercado.

Los menos creativos, los más rutinarios y vulgares, los incapaces de competir con nadie por ahí fuera. Subvencionar, si bien de modo encubierto, a los empresarios ineptos e incompetentes, lejos de resolver problema alguno, los agravaría todos a la larga. Al cabo, y en el supuesto de que se obligase a sus perceptores a aceptar cualquier oferta de empleo que se les hiciera llegar, la renta básica únicamente serviría para que en España proliferasen aún mucho más, muchísimo más, los puestos de trabajo de ínfima calificación y retribuidos con sueldecillos míseros que no dan para vivir. ¿Qué sentido tendría que dedicásemos los recursos públicos, escasos por definición, a pensionar a empresarios sin talento para que creasen empleos de tercera dirigidos a personas que ni saben ni quieren esforzarse por saber? Ninguno. Olvídese de los francotiradores, Díez, el problema es otro.

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