Como ser humano que es –al menos por lo que sabemos hasta el momento–, no resulta extraño que el papa Francisco cometa algunos pecadillos. Lo que sí que resulta más llamativo, al menos para mí, es que no haya ningún propósito de enmienda.
Francisco tiene por costumbre faltar al octavo mandamiento –el de la mentira– prácticamente cada vez que habla de política. Y lo peor es que habla demasiado de política, porque, aunque les parezca extraño, yo creo que un líder espiritual raramente debería meterse en berenjenales que no sean los de la fe, y más todavía si lo hace para atacar la libertad.
Este mismo domingo ha vuelto a las andadas en esa larguísima entrevista que le ha concedido en exclusiva a El País –tan larga que los del diario de Prisa parece que han renunciado a redactarla mínimamente–, porque qué mejor vehículo para que se exprese el Santo Padre que ese periódico que tanto lucha por el bien de la Iglesia en España y que tanto respeta a los católicos... En fin.
En ella, una vez más ha vuelto a hablar de política –cosa rara, dado lo interesados que están en Prisa por la teología– y, por tanto, ha vuelto a mentir. Por ejemplo, dice que "hoy día Latinoamérica está sufriendo un fuerte embate de liberalismo económico". ¿Dónde triunfa el liberalismo en Iberoamérica, Santo Padre? ¿Quizá en Venezuela, en la Colombia que quieren entregarle a las FARC o en la Bolivia de Evo? Yo, por más que busco, no encuentro dónde se está produciendo ese embate; a menos que se refiera a las tímidas reformas en Argentina para acabar con el kirchnerismo cleptócrata o, quizá, a ese Perú que, precisamente por ser algo menos estatista que la mayoría de países de la zona, lleva años con un crecimiento económico que está sacando a millones de personas de la miseria: nada más y nada menos que a un 15% de la población en los ocho años que median entre 2008 y 2015.
"Esta economía mata. Mata de hambre, mata de falta de cultura", sigue faltando a la verdad y al octavo mandamiento el Santo Padre. No, Santidad: los que matan de hambre y de falta de cultura son sus amigos los Castro; lo que ha llevado la miseria a todos los lugares por los que ha pasado es esa ideología que a usted tan poco parece molestarle y contra la que nunca le escuchamos despotricar: el socialismo y su variante criminal, el comunismo.
Y es que, bajo la capa de modernidad de la que se ha dotado el Papa gracias a los medios bobalicones, está precisamente lo contrario: una Iglesia antigua y carca que tiene miedo a la libertad y a la separación del Estado. Todo, eso sí, pasado por un tamiz siglo XXI para que le guste a esa izquierda entre la que Francisco triunfa porque, ya es casualidad, la izquierda también es cada día más carca.
"Yo le pido al Señor la gracia de no tomar ninguna medida por imagen", dice en un momento de la entrevista. Ahí sí que se ha pasado, Santidad: se va usted a condenar.