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¿De verdad cambia algo el anuncio del Tesoro de que garantiza las pensiones?

La noticia de la semana puede no ser tal noticia. El Estado español ya avalaba a la Seguridad Social. ¿Hay alguna novedad? Analizamos las claves.

La noticia de la semana puede no ser tal noticia. El Estado español ya avalaba a la Seguridad Social. ¿Hay alguna novedad? Analizamos las claves.
La secretaria general del Tesoro, Emma Navarro, durante la rueda de prensa que ofreció el pasado lunes. | EFE

En último extremo el Tesoro sirve de garantía para la financiación del Estado y, en caso necesario, de otras administraciones públicas.

Estas palabras de Emma Navarro, secretaria general del Tesoro, provocaron cierto revuelo este lunes. Probablemente no era su intención meterse en el berenjenal de las pensiones. La rueda de prensa era para presentar la estrategia del Tesoro para 2017. Ya saben, letras, bonos, alargamiento de los plazos, rebaja del coste medio de financiación… Todo tirando a bastante aburrido.

Pero los periodistas insistieron: ¿Qué pasará si se agota el Fondo de Reserva de la Seguridad Social? ¿Tiene previsto el Tesoro algo para esa eventualidad? Y claro, la secretaria general tuvo que afirmar algo obvio: si la Seguridad Social tiene déficit y no hay dinero en la famosa hucha de las pensiones (y tiene pinta de que a finales de 2017 ya no lo habrá), entonces será el Estado el que tenga que cubrir esos números rojos con otros ingresos públicos. Vamos, que habrá que emitir deuda del Tesoro para pagar las prestaciones de los jubilados.

Lo extraño no son las declaraciones de Navarro, sino el ruido generado. Porque lo que dijo es lo único que podía decir: si el Estado tiene más gastos que ingresos en cualquiera de sus administraciones, sólo le quedan dos opciones. La primera es recortar los gastos, en este caso las prestaciones que reciben los pensionistas. Como parece improbable que ningún Gobierno se atreva a que eso ocurra, habrá que tirar de nueva deuda. No hay más. Hace unos años, en 2010-2012, eso habría sido un problema grave, porque los mercado estaban cerrados para la deuda soberana española. Ahora mismo, al menos a corto plazo, que es lo que interesa a los políticos, no existe esa urgencia.

Francisco de la Torre, responsable de Ciudadanos en temas presupuestarios y tributarios, coincide en que no hay ninguna novedad en el anuncio: "Ahora mismo, te da lo mismo vender un título que ya tienes que emitir uno nuevo. No afecta al déficit. La única diferencia práctica es que afecta al volumen de deuda pública en circulación. Pero por otra parte, [si emites] puedes evitar el titular de 'se agota el fondo".

En esta línea, quizás estemos asistiendo a una mera cuestión de oportunismo financiero por parte del Tesoro, para aprovechar la situación de los mercados de deuda. De la Torre cree que "lo que parece de los números es que se está sobre-emitiendo. Esto tiene sentido desde un punto de vista de estrategia financiera. Los tipos subirán a medio plazo, por lo que parece lógico que aprovechas para endeudarte ahora. Si se sobre-emiten títulos podría ser incluso que no tires del fondo de reserva" cuando llegue el déficit de la Seguridad Social.

De esta forma, podría ser que se emita deuda nueva para no agotar el Fondo, con un doble objetivo de imagen pública y optimización de los costes de la deuda. Aunque tampoco es la primera vez que algún miembro del Gobierno reconoce lo inevitable: que la hucha tiene fecha de caducidad. En su comparecencia ante la Comisión del Pacto de Toledo, en diciembre, el secretario de Estado de Presupuestos, Alberto Nadal, ya explicó que llegado el caso "se habilitarían los instrumentos legales necesarios, pero la financiación del sistema de pensiones sería igual". Además, recordó que en el déficit de las Administraciones Públicas ya se recoge el resultado de la Seguridad Social, por lo que ya se pague de una forma u otra, no habrá cambios en este sentido. En este punto, lo importante, recuerda De la Torre, es "cómo financiamos la Seguridad Social y tener bajo control el déficit público general". Un déficit que lleva diez años por encima del 3% del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y también superando el objetivo pactado en cada ejercicio con Bruselas.

Y entonces, ¿qué ha cambiado esta semana? Pues nada en el fondo, aunque sí es una nueva prueba de que el discurso oficial sobre las pensiones (de Gobierno y oposición) no se sostiene.

Las siguientes son cinco claves que se intuyen detrás de esta no-noticia:

- La hucha que no es tal: desde que la crearon en los años 90, los políticos han tirado a menudo de la imagen de la hucha de las pensiones. Se intuye, detrás de esta metáfora, un gran fondo, preparado para resistir en los peores momentos y generado con vistas al largo plazo, quizás 2030-2040, cuando la pirámide demográfica española muestre su peor cara desde un punto de vista financiero. Pues bien, no era cierto, en 2017 ya estará vacía.

- Hucha o deuda, ¿qué más da?: "El Fondo de Reserva no es más que el superávit acumulado como deuda en manos del Estado. Cuando el Estado tira del Fondo de Reserva, se queda sin esos títulos y aumenta su deuda neta. Es decir, da lo mismo financiar las pensiones con el Fondo de Reserva o con deuda emitida por el Tesoro". El propio Nadal lo explicaba así en el Congreso.

El 100% de los activos que conforman la hucha de las pensiones es, desde mediados de 2015, deuda del Tesoro español. Es decir, ahora mismo, cuando la Seguridad Social incurre en déficit y tiene que tirar del Fondo, lo que hace es vender los activos en su poder (deuda española) en el mercado secundario. Cuando se agote la hucha, será el Gobierno el que acuda directamente al mercado con una nueva emisión de deuda. Visto así, es cierto, como dice Nadal, que no hay demasiadas diferencias.

Otra pregunta sería si ha sido responsable, durante todos estos años en los que ha existido la hucha, invertir ésta en deuda del Estado español. Se suponía que el Fondo era, entre otras cosas, una red de seguridad por si todo iba mal y los ingresos públicos se hundían. Pero si se hubiera llegado a una situación extrema, como la que estuvo a punto de darse en 2010 o 2012, ¿se habrían podido vender esa deuda en manos del Fondo? Afortunadamente, nunca se llegó a esa situación.

- Cambio de discurso: de "el sistema es sostenible" hemos pasado a "el Estado garantiza las pensiones". Es un paso adelante, el paso que reconoce que la Seguridad Social por sí misma es deficitaria y que las cotizaciones ya no dan para pagar las pensiones (y no es previsible que esto cambie a medio plazo). Los políticos españoles ya admiten lo que antes calificaban de exageración o catastrofismo.

Llegados a este punto, lo que sí es cierto es que, como explicaba Nadal, al final es la solvencia del Reino de España la que garantiza la deuda del Estado, las pensiones y, en general, las cuentas de todas las administraciones públicas. Que el déficit se le impute al Estado o a la Seguridad Social no deja de ser una cuestión contable.

- Los trucos con las cuentas: precisamente por eso, porque las cuentas son las que son, ya le imputemos el gasto al Estado de forma directa o a través de una transferencia a la Seguridad Social, no tiene demasiado sentido el debate de los últimos meses acerca de si sacar determinadas partidas (como pensiones de viudedad u orfandad) de las cuentas de este organismo público.

Al final, en ese debate, parece que lo que se busca es cambiar los titulares que hablan de déficit de la Seguridad Social, pasándole ese déficit al Estado. Pero no hay nada nuevo en los fundamentos del sistema. ¿Tiene todo eso algún sentido? Lo explicábamos hace unas semanas, tras la comparecencia de Fátima Báñez ante la Comisión del Pacto de Toledo en la que avanzó una reforma en esta dirección:

Este juego de sumas y restas es sólo un truco que no cambia para nada el estado real de las cuentas. Los ingresos por cotizaciones seguirán siendo los que son y los gastos por prestaciones tampoco cambiarán. Lo único nuevo es si el Estado lo paga con la caja número 1 o con la caja número 2.

Eso sí, los titulares ya no serán los mismos, en vez de decir ‘La Seguridad Social tiene un déficit de 20.000 millones’, dirán "La Seguridad Social tiene un superávit de 5.000 millones’… a cambio de que esos 25.000 millones se los coman los otros departamentos.

- Impuestos y ‘ahorro’: en realidad, pagar parte de las pensiones vía impuestos es algo inevitable, ya se diga de forma abierta o se esconda con el truco de los cambios de las partidas entre el Estado y la Seguridad Social

El problema, y por eso los políticos se resisten a reconocerlo, es que destroza el otro gran mito sobre el que se sustenta el sistema de pensiones. El lenguaje que usan sus defensores es el del ahorro, aunque todos sepamos que no es cierto. Así, se les dice a los trabajadores que con sus cotizaciones actuales alimentan sus pensiones del futuro, de igual manera que los pensionistas de 2016 cobran lo cotizado en el pasado.

Se piense lo que se piense del modelo de reparto (que tiene buenos argumentos para su defensa), no podemos olvidar que las pensiones actuales no son ahorro, son gasto que depende de mantener los ingresos públicos. Cada año, los Presupuestos Generales del Estado determinan cuánto habrá para pagar en prestaciones. Y sí, hasta ahora las cotizaciones (que no dejan de ser otro impuesto) lo pagaban todo. Al admitir que habrá que emitir deuda, el trampantojo del no ahorro queda al descubierto.

Las cotizaciones puede que generen "derechos". Y es discutible si este término es correcto, porque son derechos que cambian según las necesidades de Hacienda. Pero nadie cobra ahora lo que cotizó ayer: cobra lo que otro cotiza hoy.

La reforma pendiente

En realidad, tras las reformas de 2011 y 2013, que hacen sostenible el sistema a medio plazo (a cambio de reducir lo que los pensionistas del futuro creen que cobrarán), sólo queda otra gran reforma, la de la información. En este aspecto, la cuestión de la deuda y los impuestos puede ayudar, porque hace más evidente una realidad que se ha mantenido oculta durante años. Hay muchas opciones posibles y espacio para el debate ideológico. Pero sin trampas, con cifras asumiendo que tampoco aquí hay nada gratis:

  • Como sociedad, si España quiere mantener el poder adquisitivo de los pensionistas, tendrá que recortar en otras cuestiones. Ya sabemos que, a partir de este año, parte de las prestaciones se abonarán vía impuestos. Por lo tanto, o se ahorra en otras partidas o se suben los tributos, no hay más opciones.
  • Las previsiones del Gobierno dicen que el gasto en pensiones sobre el PIB no va a subir demasiado. Y con la reforma de 2013 esto es posible. Pero cuidado, si hay muchos más pensionistas y el gasto/PIB se mantiene constante, entonces la relación de la pensión media respecto al salario medio va a caer… y mucho.
  • Mantener la actual tasa de sustitución (relación pensión/salario) es casi imposible. España tiene uno de los sistemas más generosos de Europa, con una tasa de sustitución media superior al 80%. Con las normas actuales, lo normal es que esta tasa caiga al 50-55% a partir de 2035-2040. Con la demografía que viene, estar por encima de esa cifra implicará sí o sí subidas de impuestos o de cotizaciones.
  • La mejor forma de defenderse de esa caída en la tasa de sustitución es el ahorro privado. Pero para que se generalice, lo primero es saberlo. ¿Son conscientes los trabajadores españoles de que no cobrarán, como sus padres, el 80% de su sueldo cuando se jubilen?

Todas las opciones están abiertas, pero todas tienen costes. Lo peor del lenguaje político es que edulcora esta realidad hasta un punto en el que se hace complicado saber qué existe de verdad detrás de esos términos. Decía el lunes la secretaria del Tesoro, en las palabras con las que abríamos este artículo, que "en último extremo el Tesoro sirve de garantía para la financiación de las administraciones públicas". Y el Tesoro somos los contribuyentes. Más pensiones en el futuro implicarán más impuestos y más cotizaciones. Esto no quiere decir que no sea una opción legítima. Pero hay que explicar pros y contras. Si no lo asumimos, pague el Tesoro o la Seguridad Social, nos estaríamos haciendo trampas al solitario.

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