El nuevo presidente del Banco Popular, Emilio Saracho, tiene por delante una gran cantidad de tareas cuando llegue a su nuevo despacho, entre ellas pacificar un aguerrido consejo de administración que ha sido capaz de forzar la salida del hasta hoy presidente, Ángel Ron.
Saracho, antes responsable de Banca Privada del banco de inversión JP Morgan para Europa, Oriente Medio y África, también tiene el reto de recuperar la confianza que los accionistas le han retirado a Popular este año y que ha hecho que la acción llegara a caer más del 70%, sobre todo tras anunciar en mayo una ampliación de capital de 2.500 millones de euros. Sin embargo, poco después de conocerse este jueves la salida de Ron, los títulos del Banco Popular, que ayer también subieron al calor de los rumores, empezaron a tomar carrerilla y a mitad de sesión se revalorizaban casi el 12 %, hasta los 0,92 euros cada uno.
Otro de los grandes retos de Saracho será sin duda decidir si sigue adelante con el plan de negocio diseñado por el equipo del consejero delegado, Pedro Larena, con el que la entidad quería deshacerse de 15.000 millones de euros en activos improductivos antes de 2018. Para ello, el Popular quiere crear un "banco malo" con 6.000 millones de euros en inmuebles adjudicados y tenerlo listo a principios de 2017, el cual saldría a Bolsa desde el primer momento y no supondría coste alguno para los actuales accionistas.
Este proyecto sería un gran paso adelante para sanear la entidad, durante años de las más eficientes del mercado español y cuyo balance lleva muchos años ahogado por la tremenda carga del ladrillo. Según los expertos consultados por Efe, la situación, ya muy apurada por algunas malas decisiones tomadas cuando ya se vislumbraba el estallido de la burbuja inmobiliaria, se hizo casi insostenible después de la absorción del Banco Pastor, muy perjudicado por activos improductivos en su balance.
Y, por último, Saracho tendrá que decidir si la entidad puede continuar en solitario, como tantas veces defendió Ron, o si es mejor para los intereses de sus accionistas decantarse por una fusión, incluso con una entidad extranjera.