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La receta nórdica para acabar con el déficit: menos gasto y menos impuestos

Los países nórdicos atravesaron su particular crisis financiera y fiscal en los años 90 y salieron de ella a base de austeridad pública.

España ha sufrido y sigue sufriendo el problema del déficit público, esto es, una diferencia negativa entre ingresos y gastos del Estado que se situó en un 5% del PIB en el pasado 2015. No somos el primer país que se ve en una situación similar por tales desequilibrios en las cuentas públicas y a buen seguro no seremos los últimos, pero sí podríamos ser los únicos que, ante una situación así vemos con estupefacción cómo varios partidos políticos piden aumentar el gasto en cantidades disparatadas, aun siendo conscientes de la mala situación de las arcas nacionales.

Entre las muchas razones que se esgrimen para justificar este aumento del gasto, están los países nórdicos como Suecia, Finlandia, Dinamarca y Noruega. Los detractores de la austeridad suelen aducir que estos países tienen un gasto público superior al de España y una elevada calidad de vida, dando así a entender que existe una clara correlación entre ambos indicadores. Pero, ¿qué hicieron estos modélicos países cuando se vieron azotados por un déficit público de similares dimensiones al que ha sufrido España durante la crisis?

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A principios de los 90, tanto Suecia como Finlandia -y en menor medida Dinamarca- registraban déficits que variaban desde el 11% de Suecia al 4% danés, situándose Finlandia en un punto intermedio, con un 8%. Ante esta situación, los tres gobiernos emprendieron una cruzada contra el desequilibrio presupuestario que les llevaría a reducir el gasto público en diferentes grados, lo suficiente en cada caso para estabilizar sus cuentas.

A la cabeza del gasto público estaba Suecia, con un 70% de su PIB en 1993, en segundo lugar Finlandia con un 64% y, por último, Dinamarca con un 60%. Las tres economías redujeron el peso del gasto público sobre el PIB, de manera que en el año 2000 el gasto en Suecia era del 55%, en Finlandia del 48% y en Dinamarca del 53,7%. Hasta 2008, esos niveles de gasto se mantuvieron más o menos estables. Ese sustancial recorte del gasto permitió reducir el déficit, de modo que en el año 2000 ya habían abandonado los números rojos y registraban abultados superávits de hasta el 7% del PIB

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¿Y los ingresos? ¿Contribuyeron a reducir el déficit aumentando su peso sobre el PIB? Todo lo contrario. Los ingresos públicos también descendieron, sobre todo en Suecia, donde pasaron del 59,4% al 58,7% en el 2000 y al 54% en 2002. En el caso de Dinamarca, los ingresos se mantuvieron estables, mientras que en Finlandia bajaron del 56,6% en 1993 al 55,4% a principios de siglo y continuó cayendo hasta llegar al 53,6% en 2008. De hecho, una de las bajadas de impuestos más impactantes de este periodo en los tres países fue la reducción del tipo general del Impuesto de Sociedades en Suecia, donde pasó del 60% en 1985 al 28% en 2006.

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Así pues, cuando nuestros vecinos del norte se vieron en una situación similar a la española, no optaron por echar más gasolina al fuego, tratando así de solucionar un problema de gasto con más gasto, sino que adoptaron una sólida senda de la estabilidad presupuestaria mediante la reducción del gasto público y de los impuestos. Es decir, apostaron por la austeridad que hoy tantos critican.

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