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La reforma laboral no hunde los salarios por mucho que digan lo contrario

El descenso salarial es otro de los grandes mitos que se han extendido sobre la economía española, tal y como demuestra el INE.

El descenso salarial es otro de los grandes mitos que se han extendido sobre la economía española, tal y como demuestra el INE.

Uno de los grandes titulares del último mes ha sido la constatación por parte de la Agencia Tributaria de que un 35% de los trabajadores cobra menos del salario mínimo interprofesional (SMI), ubicado en unos 655 euros al mes, lo que ha desatado un sinfín de críticas sobre la reforma laboral y la supuesta devaluación salarial que, en teoría, ha generado.

Sin embargo, si acudimos al Instituto Nacional de Estadística (INE), que también proporciona datos sobre el porcentaje de trabajadores que perciben un salario inferior al SMI, vemos que arroja una cifra radicalmente distinta, de apenas un 13% en 2014. Esta diferencia se explica por las diferentes metodologías usadas, ya que Hacienda contabiliza de igual manera a un trabajador indefinido que a uno que ha trabajado únicamente una semana a lo largo de todo el año, mientras que el INE sí hace esa distinción.

Pero una vez aclarada la confusión, se puede pasar al quid de la cuestión ¿Ha provocado la reforma laboral una caída sustancial y generalizada de los salarios en España? El INE también ofrece la distribución del salario bruto anual, esto es, cómo se distribuyen los salarios en nuestro país, así como la evolución del salario medio, mediano y modal.

En 2010, dos años antes de que entrara en vigor la reforma laboral del PP, el salario medio en España se situaba en 22.790 euros brutos al año, mientras que el mediano apenas superaba los 19.000 y el modal -el más frecuente- era de 16.490 euros.

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¿Cómo ha cambiado esta situación tras la reforma laboral? El salario medio en 2014 superó levemente el dato de 2010, llegando a los 22.858 euros al año, el salario mediano también ha subido hasta los 19.263 y el modal se mantiene estable en el entorno de los 16.500.

Es evidente, por tanto, que la tan cacareada devaluación salarial dista mucho de ser tal. Aún así, conviene acompañar estos datos con cifras sobre pobreza entre ocupados para tener una visión más completa de las condiciones de vida en este periodo.

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La tasa de Carencia Material Severa (pobreza real) entre ocupados se ha incrementado desde 2010, pasando del 3,1% al 4% de la población, si bien ha vuelto a descender en 2015 hasta el 3,7%. Además, cabe recordar que estos datos se sitúan por debajo de la media europea (4,8% en 2015), lo que contrasta con la visión de una clase trabajadora empobrecida hasta el extremo de rozar los niveles de bienestar de los países del este, tal y como suelen difundir determinados políticos y analistas.

Además, estos datos han servido como excusa a muchos para proponer subidas considerables del SMI, amén de la derogación de la reforma laboral y la vuelta a un sistema de trabajo mucho menos flexible y, por tanto, más propenso a generar paro. Sobre los posibles efectos de una subida del SMI, ya advertía el Banco de España en 2012 de que ese tipo de medidas pueden poner en riesgo muchos puestos de trabajo, más cuantos más trabajadores abarque el incremento. Según ese estudio, la probabilidad de perder el empleo en 2008 entre los trabajadores afectados por la subida del SMI era del 23,7%.

Esto plantea un gran dilema a quienes defienden al mismo tiempo que se ha producido una brutal devaluación salarial y que es necesaria una subida del SMI a niveles mucho mayores de los actuales, pues, si lo primero es cierto, un gran incremento en el SMI afectaría a una cantidad muy importante de trabajadores, con la consiguiente destrucción de empleo.

Si bien la reforma laboral no ha sido el apocalipsis salarial que algunos predican, también es cierto que los salarios de los españoles pueden alcanzar cotas mucho mayores, pero eso no se consigue mediante una destrucción masiva de empleo vía subidas del SMI, sino capitalizando la economía a base de ahorro, inversión, y más libertad económica para elevar la productividad y, de este modo, poder aumentar los salarios de forma sostenible y duradera, tal y como sucede en las economías más ricas.

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