De entrada, puede resultar extraño comparar la riqueza de Irlanda con la de Venezuela. Sin embargo, aunque hoy parezca difícil de creer, lo cierto es que ambas naciones tenían niveles muy similares dePIB per cápita en la década de 1970. Desde entonces, el rumbo que han seguido ambos países no ha podido ser más opuesto. De hecho, según el Banco Mundial, el PIB per cápita de la República de Irlanda es hoy cuatro veces más alto que el de Venezuela.
Para explicar esta fuerte divergencia, el Instituto Fraser ha publicado dos interesantes estudios que comparan el rumbo de ambos países en las últimas décadas. La clave es el grado de libertad económica: mientras que Irlanda ha abrazado un ‘modelo capitalista’ desde hace ya décadas, Venezuela ha mantenido su tradición socialista e intervencionista.
El espectacular crecimiento del Tigre Celta
Tras crecer al 1,5% entre 1980 y 1986 y al 3,9% entre 1987 y 1993, el Tigre Celta empezó a rugir con especial fuerza en 1994. Desde entonces, y hasta 2007, el aumento anual medio del PIB fue del 7,2%, una tasa inaudita en la Europa moderna. La ‘burbuja’ previa a la Gran Recesión distorsionó al alza el ritmo de crecimiento, pero la posterior crisis (con ‘rescate’ incluido) ha depurado esos excesos y ha devuelto a Irlanda a un ritmo de desarrollo sostenible.
El giro liberal de Irlanda empezó a fraguarse a mediados de la década de 1950, cuando la política de ‘sustitución de importaciones’ empezó a ser replegada y la apertura comercial se convirtió en el nuevo objetivo país. En 1973, la entrada en la Comunidad Económica Europea favoreció esta estrategia, integrando a Irlanda con el resto de países europeos y acabando con el aislacionismo al que se había condenado Irlanda durante tanto tiempo.
En 1980, la nota que recibía Irlanda en el Índice de Libertad Económica en el mundo rondaba los 6,5 puntos sobre 10. A comienzos de los 90, el Tigre Celta ya se colocaba por encima de los 8 puntos y, desde entonces, Irlanda se ha convertido en un clásico entre las primeras posiciones del ranking.
Bajar impuestos a las empresas ha sido fundamental para atraer capital y aumentar el empleo y la productividad. El stock de inversión extranjera directa per cápita ha pasado de 1.100 a 80.200 dólares entre 1980 y 2014. En el Reino Unido, durante el mismo periodo, el aumento ha sido de 1.100 a 25.700 dólares. Para España y Francia, el salto ha sido de 100 a 15.000 y de 400 a 11.000 dólares.
Otra de las claves, ha sido el mantenimiento de niveles estables de gasto público a raíz de las reglas fiscales que introdujo Charlie McCreevy, ministro de Finanzas, que logró crear un amplio consenso político en torno al principio de 'no gastar lo que no se tiene' ( "when I have it, I spend it and when I don't, I don't "). Esta norma, solo se vulneró tras el pinchazo de la burbuja, pero la austeridad presupuestaria adoptada en los últimos cinco años ha ayudado a recuperar la estabilidad fiscal sin apenas tocar los impuestos.
El desplome socialista venezolano
Aunque la independencia llegó a comienzos del siglo XIX, Venezuela no se convierte en una democracia hasta 1959. Desde entonces, los sucesivos gobiernos nacionales desarrollaron una fuerte tradición intervencionista y estatista, con el presidente Rómulo Betancourt como ejemplo más destacado de esta deriva.
Betancourt introdujo límites a la inmigración, se sumó a la OPEP, creó una agencia de planificación económica (CORDIPLAN), limitó la entrada de empresas en el sector petrolero mientras creó una empresa estatal para copar dicho mercado (CVP), aprobó una ‘reforma agraria’ consistente en expropiaciones sin la debida compensación, devaluó el bolívar, introdujo controles de precios, permitió la monetización de la deuda pública…
Con semejante precedente, no sorprende que Carlos Andrés Pérez siguiese también una senda profundamente intervencionista. Bajo sus gobiernos, Venezuela aumentó notablemente la rigidez laboral, nacionalizó las industrias del petróleo y el hierro, cercenó la libertad financiera con regulaciones bancarias que politizaban la concesión de créditos… A esto, hay que sumarle una constante en todos los gobiernos venezolanos: la corrupción rampante a todos los niveles, incluyendo el sistema judicial.
Si en 1980 Venezuela apenas recibía 5 puntos sobre 10 en el Índice de Libertad Económica del Instituto Fraser, hoy vemos que la cosa es aún peor y, en el último ranking publicado, la nota es de apenas 3 puntos sobre 10, lo que coloca a Venezuela entre las economías más intervenidas y menos libres del mundo. Esta tendencia contrasta con la línea continuada que se observa en el resto de América Latina, donde la nota media de los países de la región se ha estancado por encima de los 6,5 puntos en los últimos quince años.
El resultado
Si comparamos la Venezuela de 1980 con la de 2016, vemos que el ingreso per cápita se ha hundido casi un 20%. Sin embargo, en el caso irlandés, lo que nos encontramos es una subida del 230% durante el mismo periodo. La prosperidad irlandesa ha apuntalado un sólido sistema democrático, mientras que el desplome venezolano ha favorecido el aumento de la represión y el autoritarismo. En clave de desarrollo humano, Irlanda se ha convertido en uno de los países más prósperos del mundo mientras que Venezuela sufre un colapso sin precedentes, asolada por problemas crecientes de hambre, enfermedades y pobreza.