Una moneda del sur de Europa, alejada de la austeridad alemana y del Banco Central Europeo. Ésa es la receta que Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, sugiere que deberían adoptar España y los demás países en problemas. Salirse del club de la moneda única, abandonar a Alemania, Holanda y Finlandia y marchar por su cuenta, con una nueva divisa.
Stiglitz está de visita en nuestro país, promocionando su último libro, El euro: cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa. El título ya deja claro que al economista norteamericano, uno de los gurús de la izquierda europea y que asesoró a José Luis Rodríguez Zapatero, la moneda única no le gusta mucho. Y en las entrevistas que ha concedido en España se ha reafirmado en su postura.
Por ejemplo, este viernes, en Hoy por hoy, de la Cadena Ser, Stiglitz ha propuesto que los países del sur de Europa monten su propia divisa: "Una para el norte y otra para el sur". No ha explicado en quién piensa pero, viendo el mapa del euro y los problemas de los últimos años, podemos intuir que tiene en la cabeza a Italia, Grecia, España, Portugal o Chipre.
El planteamiento no es nuevo. De hecho, en España lo defendían hasta hace bien poco Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero. El líder de Podemos ahora dice que no, que en realidad no quiere salirse del euro, pero no está claro si está convencido o sólo teme las encuestas, puesto que la medida es impopular. Por ejemplo, sus socios de Izquierda Unida aprobaron poco antes de las elecciones de junio una propuesta para sacar a España "del euro y de la Unión Europea" (es un tema relevante, pero sorprendentemente, pasó casi sin tocarse en la campaña electoral).
La idea que hay detrás del planteamiento de Stiglitz es que los países del norte y del sur de Europa son distintos: "La economía alemana es muy diferente a la de cualquier otro lugar del mundo", ha afirmado. Por eso, cree, no pueden mantener una política monetaria común. ¿Y cuál es su apuesta? Pues que los países del sur se salgan de la moneda y devalúen: es decir, que los ahorradores de estos países pierdan de un día para otro el ¿20-30-40%? de sus ahorros. Eso sí, a cambio, con esta devaluación, sus productos serían más baratos y podrían exportar más.
Dicho esto, hay cuatro cuestiones importantes que Stiglitz no acaba de explicar:
1) Es cierto que al devaluar una economía se vuelve más competitiva (porque es más barata) pero lo hace a cambio de destrozar los ahorros de sus ahorradores y de perder capacidad de comprar con el resto del mundo de un día para otro. No está claro cuánto habría que devaluar según Stiglitz y lo que este proceso generaría (fuga de capitales, corralito bancario, inflación, cierre de mercados...). Esto el Nobel no lo aclara.
2) Cuando analiza lo que ha pasado en Grecia tras la llegada el Gobierno de Alexis Tsipras, Stiglitz dice: "Grecia, en el referéndum, dijo que no quería más austeridad y la troika les dijo: "Nos da igual. Tenéis que hacerlo si queréis seguir formando parte del euro". Parece una crítica clara a la Troika, pero lo que no explica es por qué, si tan mala es la austeridad de ésta, el Gobierno y los propios griegos no decidieron salirse de la moneda única.
La troika no impone nada a nadie. El país que no quiera las condiciones del rescate lo tiene muy sencillo: sale del euro y se pone a emitir deuda al día siguiente. El problema está en que el país que haga esto quizás no tenga un acceso sencillo a los mercados. Puede que el Gobierno griego (o el español) no tenga demasiada credibilidad si no está acompañado por esa Alemania a la que Stiglitz critica.
Y si nadie quiere el nuevo dracma o la nueva peseta o el nuevo Eurosur del premio Nobel, entonces sí que el ajuste que tan poco le gusta a Stiglitz habría sido contundente: fuera del euro, Grecia habría tenido que pasar a un déficit 0 de un día para otro, por la simple razón de que nadie le habría prestado ni un euro (o dracma). Por ejemplo, en los últimos cuatro años, el déficit griego ha sido del 8,8% del PIB, 13,0%, 3,6% y 7,2%, gracias a que esa odiosa Troika se lo ha permitido, no lo olvidemos.
3) En tercer lugar, Stiglitz señala a la "austeridad" como la gran culpable de lo que está pasando en Europa. España, por ejemplo, lleva con déficits públicos superiores al 3% que marca el Pacto de Estabilidad (el premio Nobel ha criticado con dureza este límite) desde 2008. Este año tampoco cumpliremos. La deuda pública ha pasado del 35% del PIB en 2007 al 100% este año. En Grecia la deuda pública está en el 180% del PIB y no ha tenido un ejercicio con un déficit público inferior al 3% del PIB desde 1980.
"El diseño de la eurozona nació defectuoso desde el principio. Ese 3% de déficit y 60% de deuda. (…) Tienes que dar más margen fiscal" ha asegurado Stiglitz. Parece claro que sí ha habido más margen. Al menos para España y Grecia. Pero el premio Nobel nunca aclara cuánto más margen habría que dar a estos países y qué nivel de números rojos le parece suficiente para dejar de hablar de austeridad. ¿Déficits del 10% durante una década? ¿Deuda pública del 250% del PIB? Esto tampoco lo explica en las entrevistas.
4) Por último, Stiglitz asegura que le gustaría que se mantuviera el proyecto europeo, aunque cree que es imposible porque los líderes políticos tienen ideas muy dispares: "Todavía hay tiempo, aunque se está acabando. El juego suicida al que ha jugado Europa es muy arriesgado, con un coste muy elevado, sobre todo para los países del sur. Pero todavía hay tiempo para completar el proyecto, creando una garantía común de depósitos, mutualización de la deuda, pensiones comunes, desempleo común… Todo eso haría que una única moneda funcionara. Pero los líderes se muestran reacios a crear esas instituciones".
Bien, entonces la solución es que los países europeos compartan moneda, pero también riesgos. Es decir, convencer a alemanes, holandeses o austriacos de que paguen la deuda, las pensiones y los depósitos de griegos, portugueses o españoles. Así dicho no parece sencillo conseguirlo. Pero quizás podría haber una solución si estos últimos estuvieran dispuestos a seguir las mismas reglas (en mercado laboral, edad de jubilación, derechos por desempleo, impuestos o libertad económica) que los países del norte de Europa.
Por ejemplo, en pensiones, la tasa de sustitución del sistema público (relación entre la prestación y el último salario percibido) en España está por encima del 80% y en Alemania apenas llega al 55%. Si unimos nuestros sistemas de pensiones como propone Stiglitz hay dos opciones: o que los alemanes nos paguen para que mantengamos el 80% con su dinero o que bajemos al 55% como tienen ellos (los jubilados germanos complementan la pensión pública con ahorro). ¿Cuál es la opción que prefiere el premio Nobel? ¿Cree de verdad que alguna alternativa tendría una mínima posibilidad de salir adelante? ¿Estarán los alemanes dispuestos a pagarnos para que tengamos unas pensiones más altas que ellos? ¿Aceptarán los españoles un recorte del 20-30% de sus pensiones públicas de un día para otro?