Pocos académicos han estudiado la evolución a largo plazo de la economía española como el profesor Leandro Prados, de la Universidad Carlos III. A partir de sus series largas, podemos conocer cómo se han comportado indicadores como la desigualdad o la pobreza conforme han pasado los siglos.
Quizá el primer debate que podemos abordar con datos de Leandro Prados es el de la pobreza. Entre mediados del siglo XIX y la segunda mitad del siglo XX, su incidencia en España pasó del 90% registrado en 1850 al 60% de 1950. Desde entonces, se produjo un descenso más acelerado de la tasa de pobreza, que cayó al 40% en 1960, al 20% en 1970 y a niveles inferiores al 5% en los años 80, haciendo de España un país desarrollado.
¿Y qué hay de la desigualdad? Leandro Prados ha estudiado su evolución para el periodo comprendido entre 1277 y 1850. Esta serie larga apunta a un progresivo aumento de las diferencias de ingresos, generado a partir de la conquista de América, en 1492. Las nuevas oportunidades económicas no se extendían, por tanto, de manera generalizada, sino que generaban una España con distintos umbrales de progreso. Esta estructura ni siquiera fue a menos conforme el Imperio fue perdiendo en importancia, de manera que el coeficiente de Williamson, que mide las diferencias de ingresos, pasó de 3,4 a finales del siglo XV a 4,6 a comienzos del siglo XIX.
La lenta industrialización de España en el siglo XIX también fue de la mano con niveles más altos de desigualdad, aunque la incidencia de la I Guerra Mundial y, sobre todo, de la Guerra Civil, generó una caída de las diferencias de ingresos, si bien no hablamos de fenómenos que trajeron clases medias más anchas sino de momentos históricos marcados por un repunte de la igualdad en la pobreza. Sin embargo, desde la apertura de la economía española en 1959, la senda que ha seguido el coeficiente Gini de desigualdad de ingresos ha sido decreciente.
Si medimos únicamente los ingresos que controla el 0,01% más rico, vemos que su peso se ha ido reduciendo con los años. Si las élites económicas manejaban en los años 30 alrededor del 1,5% del PIB, en 1999 controlaban un 0,8%, es decir, la mitad.
Si nos fijamos en la desigualdad de nuestro PIB per cápita con la de otros países desarrollados, vemos que esa divergencia creció de 1850 a 1950 y se redujo desde 1950 hasta el 2000.
