"El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se interpretaría quizá como un rescate light, aunque lo podíamos plantear como un apoyo o asistencia técnica que completaría la labor reformadora del Gobierno. No como una imposición", narra el ministro en su libro España amenazada. De cómo evitamos el rescate y la economía recuperó el crecimiento (Ediciones Península), que se publica el próximo martes.
Según explica, España llegó a finales de 2012 con una destrucción de más de 800.000 empleos y una caída interanual del PIB del 3,12 %, lo que llevó al Gobierno de Mariano Rajoy a plantearse "una fórmula nueva con el FMI", que fue bautizada como Programa de Asistencia para el Acceso al Mercado (PAAM), "un acrónimo poco tranquilizador", dice De Guindos.
"Se trataba de que el FMI aportara una especie de sello de calidad a nuestras medidas aunque sin financiación, es decir, diferente a los programas de rescate de Grecia, Irlanda o Portugal. Se pretendía poner otro muro que evitase, precisamente, el rescate completo", relata.
Finalmente, la oposición del entonces presidente de la Comisión, Durao Barroso, llevó a Rajoy a descartar el plan, a pesar de que el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, era partidario de llevarlo a cabo.
De Guindos rememora en el libro las dificultades para "enderezar el rumbo" del país, tras un rescate de la banca en el mes de junio que cree que no fue bien entendido por los mercados, y recuerda cómo dentro del Gobierno "a algunos les costaba comprender lo que estaba pasando".
Cuenta que el 24 y 25 de julio vivió los momentos más críticos, cuando le pidió a Schäuble en Berlín que actuará para reforzar la moneda única porque el debate sobre la continuidad de Grecia en el euro estaba "matando" a España, que "solo podía aguantar un mes" antes de dejar de pagar las pensiones, las prestaciones por desempleo o los sueldos de los funcionarios.
Revelaciones sobre Bankia
Buena parte del libro está dedicada a la crisis de Bankia, el epicentro del terremoto que casi llevó a España al rescate del país, y a la gestión realizada al frente de la entidad por Rodrigo Rato, su jefe cuando era vicepresidente económico del Gobierno.
Guindos evoca una relación tensa e incómoda con Rato durante las semanas previas a su dimisión en mayo y le afea que se comportara como un político y no como un banquero en sus días finales al frente de la entidad, entre otras cosas presentado su dimisión a Rajoy, en lugar de al gobernador del Banco de España.
"Tardó tiempo en darse cuenta de que debía profesionalizar la gestión de la entidad", dice De Guindos, que confirma el frustrado proyecto de fusión con La Caixa, que "se descartó por motivos que no se han terminado de aclarar".
Además, describe el último intento de Rato por aferrarse al cargo cuando ya le había dicho a Rajoy que se iba: "La propuesta (de Rato) era nombrar de inmediato a Goirigolzarri vicepresidente y consejero delegado para que después pasara a ser su sustituto. Tampoco daba crédito. Le pedí que convocase al día siguiente el consejo de Administración para dimitir sin más regates".
Respecto al fraude de las tarjetas black de Caja Madrid, opacas a efectos fiscales, afirma que no tuvo "ningún dilema moral" en mandar el caso a la Fiscalía Anticorrupción, a pesar de que estaban implicados miembros del PP, así como del resto de partidos políticos y de los sindicatos: "Digamos que las balas me silbaban muy cerca. Alguna inquietud y situación tensa tuve en aquellos días, pero mi seguridad era que contaba con el respaldo del presidente del Gobierno".