La Unión Europea (UE) ha enterrado a los halógenos de por vida. El pasado jueves entró en vigor la prohibición de fabricar o enviar a cualquier distribuidor focos halógenos en todo el territorio común. Eso sí, los comercios todavía podrán seguir vendiendo la mercancía que les quede en stock en el almacén.
Como ya ocurriera en 2009 con la bombilla incandescente, la UE continúa su guerra contra la energía considerada "ineficiente" en el Viejo Continente e impone el uso de la tecnología LED entre sus consumidores. En el año 2012, bajo la justificación de que consumía demasiada energía, la bombilla de Édison se apagó definitivamente.
Beneficiar al medioambiente, ahorrar energía y reducir la factura de la luz a los consumidores son los tres argumentos que utilizan las instituciones enemigas del halógeno para abanderar la prohibición. Desde la Asociación Nacional de Fabricantes de Iluminación (Anfalum), la patronal que agrupa a 87 fabricantes, celebran también la desaparición de estas lámparas bajo los mismo razonamientos.
Aunque según los propios datos de Anfalum, el uso de focos halógenos ha dejado de ser significativo en nuestro país, y actualmente copa el 10% del mercado. Es la tecnología LED la que se reparte el pastel principalmente, con una cuota del 51%.
A pesar de la poca relevancia que tendría el mercado de los halógenos ya en España, el director general de Anfalum, Alfredo Berges, pide a las autoridades que "inspeccionen que los halógenos no se siguen vendiendo porque los stocks no son eternos".
¿Qué ocurre con mis halógenos?
Dejando a un lado el comercio de halógenos que se pueda generar en el mercado negro tras la normativa europea, lo cierto es que los consumidores deberán empezar ya a despedirse de estas lámparas.
Hay dos tipos de halógenos, los direccionales y los no direccionales. Los primeros son los que habitualmente se usan para dar luz en las tiendas o los escaparates, pero también se instalan en los techos de las viviendas o en los espejos de los baños. Los focos direccionales son los más utilizados porque permiten dirigir la luz hacia una determinada zona. "Es esta categoría de halógeno es la que se tendrá que dejar de fabricar desde esta semana", explica Berges. Los otros, son los no direccionales y para su desaparición, la UE ha puesto como límite el año 2018. Según el experto suponen el 3% del mercado.
Por tanto, si lo que usted tiene en casa son halógenos direccionales, es muy probable que tenga dificultades para encontrar un repuesto en el futuro. Hay que dejar claro que los propietarios de una vivienda podrán seguir utilizando los halógenos durante toda la vida útil del producto. Después, si ya no encuentran ninguno en los almacenes de las tienda la única alternativa será comprar su versión LED.
El paso a LED "no implicará cambiar el soporte ni ninguna instalación eléctrica para el consumidor y ofrece las mismas prestaciones", explica Berges. Aunque el golpe al bolsillo del usuario será mayor (un halógeno cuesta unos 2 euros y su versión LED unos 6), el director general de Anfalum asegura que "en uno o dos años se amortiza el coste en la factura eléctrica. Y sigues ahorrando en los años siguientes porque mientras que un halógeno tiene entre 4.000 y 6.000 horas de uso, el LED tiene entre 20.000 y 40.000". Sea correcto o no el cálculo del ahorro que ofrece el director general de la patronal, lo cierto es que la normativa comunitaria no piensa darle a los consumidores la oportunidad de realizar por sí mismos la comparativa y adquirir la bombilla que más se adapte a sus intereses.