"España necesita un Gobierno que haga posible una recuperación económica justa t que recupere el derecho a un trabajo digno. (...) La verdadera propuesta que esconde en su acuerdo de investidura no es sino la continuidad de su reforma laboral". Pedro Sánchez fue muy duro, este miércoles, con Mariano Rajoy. El líder socialista justificó su "No" a la investidura del presidente en funciones con un contundente discurso, en el que criticó tanto lo realizado por los populares en la pasada legislatura como el contenido del pacto entre Ciudadanos y PP.
Enfrente, Albert Rivera aseguraba en su intervención que hay más de 100 medidas en común en los dos acuerdos que ha firmado su partido con populares y socialistas en los últimos meses.
Es cierto que hay muchos puntos en común entre ambos documentos. Pero si hay algo que llama la atención quizás sea el capítulo dedicado al mercado laboral y, específicamente, a las modalidades de contratación, el coste del despido y las cotizaciones sociales. En esta cuestión, la similitud entre ambos textos es evidente.
Esto tiene su importancia desde el punto de vista político. Porque hablamos de un tema clave (quizás el más importante en el ámbito económico junto a los impuestos) y es llamativo que los tres partidos estén, aparentemente, tan cerca. En un momento en el que se discute sobre el posible gran pacto, las terceras elecciones, las abstenciones que le hacen falta a Rajoy o el posible pacto alternativo de Pedro Sánchez, una coincidencia así adquiere relevancia.
Pero también es significativo en el ámbito económico. Pase lo que pase en el Congreso en los próximos meses, la lógica nos dice que los cambios en la legislación laboral vigente hasta ahora deberían ir en la dirección marcada en los dos documentos. La Comisión Europea ha pedido de forma reiterada al Gobierno español que apruebe una segunda vuelta a la reforma laboral de 2012. Y los tres partidos apuestan por afrontar este tema. Podría intuirse entonces por donde irán los tiros. Aunque en la política española las cosas luego no suelen ser tan sencillas.
Las claves de la reforma
- Contrato único encubierto: tanto en el pacto PSOE-C’s como en el de PP-C’s se reducen las modalidades de contratación a tres -indefinido, temporal y formación-. La principal diferencia está en la duración máxima de los temporales (24 meses en el primer documento y 36 meses, en algunos casos, en el que se firmó el pasado domingo).
En cualquier caso, el diseño es parecido: los contratos temporales comenzarán con una indemnización por despido de 12 días por años trabajado (igual que en la actualidad) e irán subiendo hasta los 20 días por año (equivalente a la indemnización por despido objetivo para los trabajadores indefinidos). Detrás de este formato se intuye la intención de igualar las condiciones de unos y otros, para que el paso de un contrato temporal a uno indefinido sea suave. A esto se suma una disposición por la que todos los contratos temporales se vuelven fijos por defecto a los 24 meses. La idea parece clara: hacer que para los empresarios sea sencillo dar el paso. Ahora mismo, para una empresa, pasar de un contrato temporal a uno indefindido supone una decisión consciente, que genera un cambio sustancial en las condiciones de contratación del empleado e implica más costes. Con la indemnización creciente que Ciudadanos ha conseguido que le firmen PP y PSOE, ese "muro" del que tantas veces ha hablado Luis Garicano para definir la situación de los empleados temporales pasa a ser mucho más bajo y fácil de superar. Lo que se consigue así es una especie de contrato único encubierto.
- Los agujeros: el problema es que un contrato único encubierto no es un contrato único. El diseño, tal y como está ahora planteado, tiene algunos agujeros que dejan dudas sobre sus consecuencias finales. El principal es que tanto en el documento PSOE-C’s como en el firmado con el PP se advierte de que el uso del contrato temporal tendrá que estar siempre ligado a una causa y se amenaza con el recurso a los tribunales en el caso de fraude de ley.
Cuando Ciudadanos presentó su Contrato Único con indemnización creciente hace un año, lo defendió entre otras cosas porque simplificaba la situación y sacaba las relaciones laborales de los tribunales. Ahora, se recurre a la "tutela judicial efectiva" y se amenaza a los empresarios con revisar el carácter temporal de los contratos si estos no se ajustan a una estricta causalidad. Por ejemplo, el pacto con el PP habla de "una necesitad temporalmente limitada de mano de obra".
Es evidente que esto supone un enorme desincentivo para las empresas a la hora de ofrecer esos contratos temporales de dos o tres años que en C’s esperan que se tranformen en indefinidos de forma natural. Tres años es mucho tiempo. Y ningún empresario va a querer la espada de Damocles de un posible juicio durante ese período. Así, el resultado puede ser que se sigan firmando contratos temporales muy cortos y la cantidad de empleados que lleguen a esos dos años sea mínima.
- Una mochila austriaca muy light: además de este nuevo contrato temporal, la segunda pata de la propuesta original de Ciudadanos era la mochila austriaca, un fondo de capitalización que cada trabajador va llenando mes a mes y que sirve para el caso de despido (como complemento a la indemnización) o jubilación (si llega a ese momento sin que le despidan). Es una medida que sirve de complemento al contrato único y que incentiva la movilidad de los trabajadores, que ya no sienten que al cambiar de empeo se quedan sin ningún tipo de red de seguridad.
El problema de la mochula austriaca es que si no sustituye por completo a la indemnización por despido, se convierte en un coste extra para el empleador, que tiene que ir llenando esa mochila. Por eso, en las primeras redacciones de la propuesta que se hicieron en España (y en eso tanto el PP como C’s coincidían) se pedía una reducción de las cotizaciones sociales para compensar a las empresas. Evidentemente, con la actual situación de las cuentas de la Seguridad Social, esta posibilidad se aleja.
Por eso, las nuevas propuestas hablan de una mochila muy disminuida. En el Pacto PSOE-C’s se hablaba de ochos días por año trabajado (es decir, algo más de un 2% de sobrecoste). En el documento firmado con el PP no se da ninguna cifra (¿quizás porque sería más baja a esos ocho días?). En cualquier caso, la mezcla de un contrato únido muy aguado y esta pequeña mochila aleja mucho el modelo respecto al planteamiento inicial de la formación naranja.
Todo esto se complementa con una serie de incentivos a la contratación indefinida. En los dos documentos se habla de un sistema de bonus-malus, que premie a las empresas que menos despidan y más contratos fijos firmen dentro de cada sector y castigue a las que recurran mucho a la contratación temporal. El objetivo está en acabar con la dualidad del mercado y parece claro que las medidas sí empujarían en esa dirección. El problema está en que lo hacen encareciendo la contratación y los costes laborales. La idea es que lo que se pierda por ese lado en cuanto a la competitividad se gane con trabajadores más productivos, que aprovechen su nuevo estatus más estable y las posibilidades de un mercado laboral menos dual para mejorar su rendimiento.
Eso sí, como decimos, más allá de lo que cada uno piense sobre el modelo, sobre si era mejor la propuesta que Garicano presentó hace un año y medio o si generará los efectos beneficiosos que defienden sus promotores, lo normal sería que fuese la base para la nueva reforma laboral. La lógica dice que si A y B se ponen de acuerdo en algo y B y C firman lo mismo. Luego, cuando A, B o C tengan responsabilidades de Gobierno, recuperarán lo firmado. Lo que no está tan claro es si en la política española funciona la lógica.