La deuda pública española alcanzó en junio un nuevo máximo histórico: 1,107 billones de euros, equivalente al 102% del PIB o a 60.350 euros por familia. A nadie se le escapa que semejante despropósito financiero se ha gestado bajo el gobierno del hiperaustero Mariano Rajoy, ese mandatario que había venido a acabar con la deuda y que, por el momento, ya la ha incrementado más de lo que lo hizo el hipermanirroto Zapatero.
Acaso por ello, el dato haya descolocado a propios y extraños: los propios son incapaces de explicar cómo, tras varias legislaturas predicando a los cuatro vientos las virtudes del rigor presupuestario, se han convertido en el Ejecutivo que más ha endeudado a los españoles de toda nuestra historia; los extraños entran en cortocircuito cuando, tras haber acusado al gobierno popular de austericida, se dan cuenta de que sus recortes han sido del todo insuficientes para corregir unos déficits que siguen siendo extraordinariamente altos. O dicho de otro modo, el PP debería estar criticando la política económica del PP y, en cambio, Podemos debería estar aplaudiéndola con las orejas. Pero no ha sido así.
Los populares han tratado de escurrir el bulto echando mano de las típicas medias-mentiras que llevan propagando desde hace años: a saber, que muchos de los pasivos que tuvieron que emitir durante su legislatura fueron debidos a compromisos o agujeros generados por la administración socialista anterior: se callan, sin embargo, que cerca del 80% de toda la deuda emitida entre 2012 y 2015 sí es entera e indubitablemente imputable al Gobierno de Rajoy.
Los de Podemos, en cambio, han intentado efectuar un triple salto mortal argumentativo: la deuda se ha disparado no porque los recortes hayan sido insuficientes, sino porque la austeridad ha hundido el crecimiento económico y ese colapso de la actividad ha terminado incrementando el déficit (vía menos ingresos y más gastos). Por ejemplo, Íñigo Errejón comentaba en Twitter: "Record histórico de deuda pública desde 1909. Más de 1.100 billones de euros. Recortes ineficaces que impiden crecer". Al parecer, pues, si hubiéramos emitido más deuda para estimular la economía, habríamos terminado soportando un menor volumen de deuda.
La explicación podía sonar vagamente verosímil allá por los años 2012 y 2013, cuando España se hallaba sumida en una dura recesión y el endeudamiento público se disparó en 220.000 millones de euros. Pero, al igual que le ha sucedido a todo el restante discurso económico de Podemos —demagogia concebida para épocas de contracción económica y no de expansión—, la consigna ha envejecido muy mal. Y es que España está creciendo hoy por encima del 3%, esto es, a un ritmo que más que duplica su crecimiento potencial a largo plazo. Si hoy la deuda sigue batiendo récords no es porque los recortes estén lastrando un crecimiento que no puede ser mucho mayor, sino porque el gobierno continúa gastando un 10% más de lo que ingresa.
Aun comprando la mercancía keynesiana de que los recortes de 2012 y 2013 fueran un error que finalmente elevó nuestra deuda —mercancía de dudosa calidad, dado que la recesión de esos años se debió a la incertidumbre sobre la supervivencia del euro y a la crisis financiera interna—, a día de hoy ese discurso ya ha caducado: revertir actualmente los recortes y volver a aumentar el gasto público, tal como proponía Podemos en su programa electoral, no contribuiría en nada reducir nuestro ritmo de endeudamiento. Al contrario, sólo lo elevaría incluso por encima del récord histórico del PP. Cuando Errejón deplora el récord histórico de deuda del PP, en realidad sólo está deplorando que un gobierno de Podemos no haya sido capaz de anotar una plusmarca mucho más espectacular.