"Tsipras es un león. Podemos está con él". Como buen compañero, Pablo Iglesias quiso acompañar a su "amigo Alexis" en el mitin de cierre de campaña de Syriza el pasado mes de septiembre. A pesar del corralito, del tercer rescate aprobado en el verano de 2015 y de la ruptura de Syriza en dos, entre los puros que rechazaban el acuerdo con la UE y los pragmáticos que apoyaban al primer ministro, el líder de Podemos estuvo allí.
Fue una de las últimas veces en las que se le ha visto hablar de Grecia. Al igual que pasó un par de años antes con la Venezuela de Maduro, según se fueron sucediendo las malas noticias desde el país heleno, Iglesias fue alejándose del que semanas antes calificaba como "un ejemplo" para los demócratas de Europa.
Analizar la trayectoria de Tsipras al frente del Gobierno griego puede ser interesante en lo que respecta a un posible futuro Ejecutivo liderado por Iglesias. Es imposible adivinar qué pasaría, pero viendo las decisiones que han tenido que tomar en Atenas es más sencillo imaginar ante qué disyuntivas se verá enfrentado el de Podemos si logra su objetivo de llegar a La Moncloa. Como explicábamos hace unas semanas, los programas de Syriza y Podemos son relativamente parecidos. Las promesas que contienen son muy similares. Tsipras ya las ha roto. ¿Qué hará Iglesias?
Las cuentas
Al final, el análisis del programa económico de Podemos es relativamente sencillo: un incremento del gasto público de 100.000 millones de euros respecto a 2015, compensado teóricamente con 125.000 millones más de ingresos. Eso sí, la probabilidades de que se hagan realidad una y otra cifra no son las mismas. La primera parte, la del gasto, es cuestión de voluntad política. Y pocos dudan de que un Gobierno con Iglesias, Errejón, Garzón o Bescansa intentará cumplir con la primera casilla del Excel de su memoria económica. Es lo que tiene la socialdemocracia bolivariana, que sigue pensando que los euros son cuestión de voluntad política.
La cuestión de los ingresos está mucho menos clara. Podemos fía su suerte a un crecimiento económico que nadie prevé y a una recaudación de impuestos que asume que los contribuyentes ricos no sólo son ricos, sino inconscientes o idiotas, y que no tomarán ninguna medida a pesar del hachazo fiscal que les preparan. Ninguno de los dos supuestos es creíble. Ni España crecerá como prevé el equipo económico de Nacho Álvarez ni las rentas altas esperarán mansamente el sablazo tributario: los impuestos al empleo, como todos los demás, reducen la cantidad del bien que gravan; si subes las tasas al tabaco, se fuma menos y si subes el coste del trabajo, también se trabajará menos, desde el empleado que reduce sus horas de trabajo al ejecutivo que directamente busca jurisdicciones menos lesivas para su bolsillo.
En cualquier caso, se intuye que a los redactores del programa de Podemos no les preocupa especialmente cuadrar las cuentas. Saben que tampoco es algo que tenga especial importancia. Al final, tanto para España como para el resto de los países intervenidos -todos los de la Eurozona menos Alemania dirá algún cínico, sabedor de que son los contribuyentes alemanes los que avalan con su solvencia nuestros dispendios- tener más o menos déficit es importante en la medida en que te lo permitan. ¿Quién? Bruselas, el BCE, Berlín, Merkel, la Troika... Llámenlos como quieran.
Y en esto Podemos tiene razón. Si les dejan, podrían gastar 100.000 – 200.000 – 300.000 millones más al año. Ahora mismo el gasto es una cuestión política: convencer a Merkel de que mantenga su apoyo, al menos mientras dure la confianza en la capacidad de aguante de la economía alemana, que tampoco es infinita.
Su amigo Alexis jugó las mismas cartas. Perdió, es cierto, pero si algo quedó claro en la crisis griega es que lo importante no eran las cifras ni la discusión técnica, sino la negociación política. Tsipras prometió que no se arrastraría ante la arrogancia alemana y que quebraría su voluntad con la carta del chantaje, la bomba nuclear de la ruptura del euro. Y lo cierto es que mantuvo su apuesta hasta la noche del 12-13 de julio de 2015. Ese día cedió, dejando un partido dividido y una izquierda europea confusa, que no sabía si aplaudir al que hasta entonces era su héroe o pasarse al bando de los irreductibles, encabezados por Yanis Varoufakis.
¿Tsipras o Varoufakis?
En cualquier caso, lo importante es cómo se planteó la apuesta y las enseñanzas que pueden sacarse para el caso español. La decisión de Tsipras de aceptar la última oferta de la UE, cuando parecía que un acuerdo era imposible y la salida del euro de Grecia se comenzaba a dar por hecha, fue una cuestión totalmente personal. Es decir, no había detrás un cálculo partidista o el intento de cumplir con su programa de Gobierno.
Si Tsipras decía "Sï" a Bruselas, había acuerdo y Grecia permanecía en la Eurozona. Pero por las mismas, si hubiera optado por el "No", su liderazgo habría sido suficiente para que su país se enfrentase al abismo de la ruptura con la UE. Ya tenía el referéndum en sus manos y con el aval de aquel triunfo podía tomar cualquier camino. Desde nuestro punto de vista, tomó la decisión correcta y aceptó un rescate mucho peor para sus intereses del que un mes antes le ofrecía la UE, pero no tan desastroso para su pueblo como podría haber sido la salida del euro.
Hay que tener claro que una vez que un Gobierno populista toma el poder y plantea un órdago de todo o nada frente a la Bruselas, el resultado final dependerá sólo del líder y de la actitud del resto de los dirigentes de la UE. El interrogante es doble: ¿se atrevería Alemania a forzar la salida del euro de España como hizo con Grecia? Tras meses de amenazas que parecían vacías, en julio se colmó el vaso de la paciencia germana y estuvimos a unas horas de la ruptura de la moneda única.
Y en segundo lugar, en esa situación, ¿cómo se comportaría Iglesias? No Podemos, ni Nacho Álvarez, ni Errejón, ni Garzón… Aquí la decisión sería del líder supremo, la única que importase. Por eso, ésta debería ser la que debieran estar haciéndose los votantes de Podemos: ¿qué habría hecho Pablo en esa madrugada bruselense? ¿Y qué habrían querido ellos que hiciera?
La mitad de Syriza, liderada por Varoufakis, abandonó a Tsipras y le acusó de traidor. En España, parece claro que IU o Juan Carlos Monedero apostarían por la ruptura. En su momento ya se pusieron del lado del exministro de Finanzas griego. De hecho, los de Garzón tienen un documento aprobado hace apenas unas semanas en el que piden salir no sólo de la Eurozona, sino también de la UE. Todo apunta a que eso es lo mismo que defenderían dentro de seis meses, incluso aunque implicase la vuelta a la peseta, una devaluación brutal y la quiebra del Estado. Los podemólogos dicen (quizás en un ejercicio de voluntarismo) que el sector errejonista es más posibilista y con tal de mantenerse en el poder, estaría dispuesto a olvidar las posiciones más extremas.
Quizás sólo el propio Iglesias sabe la respuesta a la pregunta: ¿qué hará cuando la realidad le alcance? ¿Se liará la manta a la cabeza o se marcará un tsipras? Si se da el caso, como le pasó a su "amigo Alexis", la suerte del país dependería únicamente de su decisión. Hace dos años, en un editorial para su programa, Fort Apache, declaró que el tenía muy claro lo que haría si llegase al Gobierno: "Retomar el control de la política monetaria, saliendo del euro e inmediatamente devaluar". Y Esperanza, la que está en Londres deseando que gane Iglesias para poder volver a España, ¿qué opina de esto?