La cansina complacencia de la que hace gala el PP, unida a las contraproducentes medidas económicas que, en mayor o menor medida, proponen los partidos de izquierda amenazan a España con el estancamiento o la recaída en la crisis a medio plazo. Esta desidia contrasta, sin embargo, con el acertado diagnóstico que hace el Banco de España de la actual coyuntura económica en su informe anual correspondiente a 2015, presentado este viernes.
En primer lugar, la institución que preside Luis Linde alerta de que buena parte del crecimiento registrado en los dos últimos años no es fruto del inexistente esfuerzo reformista, sino de una serie de factores exógenos de carácter excepcional, como la depreciación del euro, el desplome del precio del petróleo y, sobre todo, la laxa política monetaria del Banco Central Europeo. En concreto, casi un tercio del crecimiento experimentado el pasado año se debe a este tipo de variables, ajenas, por tanto, al devenir propio de la economía nacional. Y lo grave es que, según el citado informe, este viento de cola está perdiendo fuerza, con la consiguiente desaceleración del PIB.
Esto demuestra que la recuperación española es más endeble de lo que intenta vender el Gobierno. De ahí, precisamente, la imperiosa necesidad de aprobar profundas reformas estructurales con el fin de que el país acabe saliendo definitivamente de la crisis. El principal reto, sin duda, es acabar con la lacra del paro, cuya tasa sigue rondando el 20% a pesar de los indudables avances que ha posibilitado la reforma laboral. El paro de larga duración, enquistado en el 58%, es, además, el principal causante de la pobreza.
La solución a este problema radica en una verdadera y profunda liberalización del mercado de trabajo, apostando firmemente por los convenios de empresa, cuya incidencia apenas afecta hoy al 6% de los trabajadores. La reforma del PP he mejorado la ruinosa rigidez laboral existente en los últimos 30 años, pero todavía queda mucho por mejorar, descentralizando la negociación colectiva, reduciendo el coste de la contratación, simplificando trámites, reduciendo impuestos sobre el trabajo o contando con políticas activas de empleo realmente eficaces a la hora de formar y recolocar parados, en línea con lo que demandan la inmensa mayoría de expertos en la materia.
La segunda gran tarea pendiente es la eliminación del déficit público, ya que España se mantiene como el segundo país de la zona euro con mayor descuadre fiscal, tan sólo superado por Grecia. Aquí, el Banco de España propone reducir el gasto público y elevar la tributación indirecta a cambio de reducir la directa, a imagen y semejanza de las economías más productivas y dinámicas de la UE. Y todo ello, sin olvidar el eterno y recurrente problema de las pensiones, cuya solución -al menos parcialmente- radica en incentivar el ahorro privado para complementar las menguantes prestaciones futuras que impone el actual sistema de reparto.
Igualmente clave es intensificar la liberalización de los mercados y el refuerzo de la seguridad jurídica para atraer inversiones, crear empresas y hacer crecer los negocios, única y auténtica fuente de generación de riqueza. Las tareas pendientes para posibilitar un crecimiento sólido y una drástica reducción del paro son, pues numerosas. Sin embargo, el diagnóstico y las recetas del Banco de España contrastan, por desgracia, con la atonía de Rajoy, las medias tintas de Rivera, el retroceso que propone Sánchez y el absoluto suicidio económico de Iglesias.