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Alfonso Prat-Gay: "Argentina está de vuelta"

El ministro de Hacienda de Mauricio Macri asegura en España que van a "ordenar el desorden" heredado tras doce años de kirchnerismo.

El ministro de Hacienda de Mauricio Macri asegura en España que van a "ordenar el desorden" heredado tras doce años de kirchnerismo.

Levantar el cepo cambiario para que los argentinos pudieran volver a comprar divisas, restablecer la libre flotación del peso respecto del dólar, alcanzar un acuerdo con los acreedores internacionales para poder volver a los mercados de deuda, eliminación de los subsidios y los precios protegidos a la luz y el gas, entre otros… Los seis primeros meses de Alfonso Prat-Gay al frente del Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas de Argentina han sido de todo menos aburridos. Y los tres años y medio que tiene por delante, si todo va normal, también deberían ser entretenidos.

Eso sí, habrá quien se pregunte si este economista, que trabajó para JP Morgan y dirigió el Banco Central Argentino entre 2002 y 2004, se lo habrá pensado bien antes de aceptar uno de los puestos de trabajo más apasionantes que uno pueda imaginarse, pero también uno de los más complicados. Poner orden en las finanzas de un país tras 12 años de kirchnerismo no es una tarea sencilla.

De hecho, sólo los objetivos que el nuevo Gobierno de Mauricio Macri se ha marcado para este año ya dan una idea de la enormidad de la tarea: si todo sale bien, 2016 terminará con un déficit público cercano al 5% y una inflación en el entorno del 25%. Y eso si se cumplen los planes, algo que los analistas ponen en duda, especialmente en lo que toca a los precios, que calculan que podrían terminar el ejercicio creciendo por encima del 30% en tasa interanual.

Este lunes, Prat-Gay estaba en España. Primero acudía a un desayuno en el que era presentado por Soraya Sáenz de Santamaría. Era la puesta de largo del nuevo Gobierno en nuestro país, un mercado clave y, además, primer inversor europeo en Argentina y sede de algunas de las empresas más importantes de aquel mercado (de Telefónica a los grandes bancos, pasando por compañías de infraestructuras y de energía). Luego tenía un encuentro con la prensa en la Embajada argentina.

¿El objetivo? Recuperar la confianza de los inversores en su país. Desde luego, sus palabras suenan muy diferente a las de sus predecesores: "previsibilidad", "cumplir nuestras promesas", "honestidad en el manejo de la cosa pública", "orden", "atraer inversiones"… Ahora le queda por delante lo más complicado, que le crean a él y no a la historia reciente de su país. Ésta puede ser una tarea mucho más ardua que bajar el IPC por debajo del 30%.

El discurso

Prat-Gay aparenta una total confianza en sus posibilidades y quizás por eso comienza su discurso ante la prensa con una contundente afirmación: "Argentina está de vuelta". Alrededor de esta idea gira toda su argumentación. El nuevo Gobierno no es sólo un cambio de partido o de nombres, sino de paradigma. La palabra que más repite es "previsibilidad", es decir, que los inversores sepan que se cumplirá la ley y que no estarán al albur de capricho del gobernante de turno. Y todo ello sin vender imposibles: "Prometemos sólo lo que podemos cumplir y cumpliremos lo que prometimos".

Se nota en este discurso que el principal problema al que se enfrenta Macri es de credibilidad a nivel país. Para un inversor, incluso aunque las palabras del nuevo presidente o de su ministro de Finanzas le suenen bien, el problema está en el medio plazo. Nadie compra una empresa, construye una planta o abre una sucursal con la vista puesta a 3-4 años vista. Una inversión fuerte en un país como Argentina debería tener una rentabilidad calculada a varias décadas vista. Y aquí hay un enorme reto para Macri, convencer a propios y extraños de que las novedades (imperio de la ley, seguridad jurídica, cumplimiento de las obligaciones, libertad económica, posibilidad de repatriar capitales o dividendos…) están para quedarse. Así, el ministro asegura que sólo el anuncio de la medida de levantar el cepo cambiario ya ha provocado que muchas empresas hayan repatriado dividendos, un primer paso imprescindible para recuperar esa confianza y atraer nuevas inversiones.

Por poner un ejemplo de lo complicada que es la tarea: después del acuerdo con los acreedores internacionales para el pago de bonos pendientes desde el corralito de comienzos de siglo, las agencias de calificación han vuelto a dar nota a deuda argentina. Apenas le ha servido para salir de la categoría de impago (ha pasado de CC a B-), pero algo es algo. Sin embargo, sin contar la "historia país", los fundamentos de la economía austral y de sus finanzas públicas podrían equivaler a una calificación no tan diferente de la española (hay expertos que la sitúan en el A-). Tener los mercados extranjeros cerrados ha servido para que el país haya terminado 2015 con un muy bajo nivel de deuda pública, sobre todo si se compara con Europa. Y es que el problema argentino no es de lo que debe, sino de la falta de confianza en que (sea mucho o poco) lo vaya a pagar.

En este sentido, los objetivos macro del nuevo Gobierno buscan consolidar las grandes cifras. Para el final de la legislatura, se plantea un escenario de equilibrio presupuestario, con una inflación del 5%, muy elevada para los estándares europeos pero una bendición para el ciudadano argentino de a pie.

Para conseguirlo, han puesto en marcha todas aquellas medidas que apuntamos al comienzo del artículo: levantar el cepo cambiario para que los argentinos pudieran volver a comprar divisas, restablecer la libre flotación del Peso respecto del dólar, alcanzar un acuerdo con los acreedores internacionales para poder volver a los mercados de deuda, eliminación de los subsidios y los precios protegidos a la luz y el gas (que no se actualizaban desde 2002), un plan de infraestructuras que incluirá la colaboración público-privada…

No sólo eso, también está en marcha una reforma fiscal que incluye una regularización (que Prat-Gay asegura que será "la última", en un país demasiado acostumbrado a que cada pocos años el Gobierno decrete una amnistía para los que no pagaron impuestos). La medida, además, también lleva aparejado un "premio" a los que sí pagaron, en forma de exclusión del pago del Impuesto de Patrimonio durante tres años. Y no penalizará a los argentinos que tenían unos pocos ahorros guardados en casa en forma de dólares para evitar la escalada continua en los precios, puesto que no habrá multa para los primeros 20.000 dólares.

Tiempo y confianza

Ahora queda por ver si todas las piezas encajan. La inflación está por encima del 40%, en buena parte debido a unas tarifas de los suministros que se han disparado después de que el Gobierno eliminase los subsidios. El ministro cree, sin embargo, que ya empiezan a intuirse señales de que los precios se moderarán significativamente en la segunda mitad del año. El segundo riesgo está en su vecino y principal mercado, Brasil, que amenaza con entrar en una profundísima recesión: "Supone un punto menos de PIB de crecimiento", asegura Prat-Gay. Y, por último, está el tema político, con los poderosos gobernadores en manos del kirchnerismo (aunque hasta ahora Macri ha podido manejar con solvencia este frente) y una recesión que, aunque anunciada, pondrá a prueba la paciencia del ciudadano de a pie.

En realidad, todo se resume a dos palabras, muy relacionadas entre sí: tiempo y confianza. A pesar de los duros ajustes realizados que probablemente se traduzcan en una recesión en la primera mitad de 2016, las encuestas muestran que Macri sigue teniendo el apoyo de una mayoría de argentinos. Si además logra convencer a los inversores extranjeros de que el cambio está para quedarse y los datos macro comienzan a dar signos de mejoría, podría iniciarse un círculo virtuoso muy favorable para el Gobierno: crecimiento – inversión – apoyo popular y político – esto genera más confianza en los inversores de que las reglas no cambiarán – esta confianza ayuda a que haya más crecimiento.

La cuestión es cuánto margen se le dará a Macri, en la calle, en las instituciones y en los círculos inversores nacionales y extranjeros. "Pensamos en el largo plazo", asegura Prat-Gay, "nuestra prioridad es ordenar el desorden de 12 años y eso no lo podemos hacer en seis meses".

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