La probable aprobación de un Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) parece, en principio, una buena noticia. Todo aquel tratado que reduzca las barreras arancelarias y regulatorias entre países debe ser recibido con esperanza por aquéllos que creemos en la libertad comercial como requisito esencial para la generación de riqueza y bienestar.
En este sentido, parece que el TTPI, como "tratado de libre comercio" entre EEUU y la UE, apunta en la dirección correcta. No obstante, y a expensas de conocer su redacción final, debemos de ser conscientes de varios aspectos del mismo antes de lanzarnos a una celebración acrítica de sus bondades.
El primer aspecto a tener en cuenta es que el principal mecanismo con el que dicho tratado pretende facilitar el comercio entre los países no es mediante la deseable eliminación de regulaciones estatales, sino a través la armonización y homologación de las distintas regulaciones vigentes en los países firmantes. No asistiremos, pues, a una derogación de la regulación vigente, sino que iremos a un modelo de imposición regulatoria armonizada.
Y, si bien puede ser positivo que en un mercado todos los partícipes jueguen con las mismas normas, esto no tiene que ser así si dicha armonización pasa, como sucederá en muchos casos, por un incremento regulatorio debido a la adopción por parte de unos países de una regulación sectorial más restrictiva de la que disponen en la actualidad.
Un segundo aspecto a considerar es que la posible reducción de aranceles entre los países firmantes supondrá un aumento relativo de los aranceles para aquellos países no incluidos en el tratado. Disminuir los aranceles al comercio de ciertos productos con unos países y mantenerlos para esos mismos productos con otros países significa potenciar el comercio de unos en detrimento de otros en base, exclusivamente, al país de origen de los mismos.
Dicha distorsión del mercado estará determinada por criterios políticos y no de otra índole, tales como su calidad o precio en origen. Y eso no deja de ser lo que siempre se ha denominado "proteccionismo arancelario".
La influencia de los loobys
Teniendo en cuenta lo anterior, un tercer aspecto sería valorar en base a qué criterios se van a realizar las reducciones arancelarias y la homologación regulatoria entre países. Y aquí nos encontraremos con una figura omnipresente en nuestro actual sistema pseudocapitalista: los lobbys. Toda negociación en este tratado estará condicionada por intereses particulares organizados. Intereses representados por los distintos lobbys sectoriales.
Todo cambio arancelario y normativo en el sector de los automóviles estará tutelado por los lobbys del sector automovilístico. Todo cambio en el comercio de productos agrícolas estará tutelado por los lobbys del sector agropecuario. Y así un largo etcétera.
Y estos lobbys no siempre desean una disminución regulatoria que facilite el libre mercado, ya que en muchas ocasiones una ardua regulación sectorial es, precisamente, el arma con la que cuentan para impedir el acceso de nuevos competidores a "su" mercado regulado.
Del mismo modo, las reducciones arancelarias en el tratado se realizarán siempre y cuando, y solo en la justa medida, dicha reducción arancelaria proteja a los diferentes sectores frente a competidores de terceros países excluidos del acuerdo con el fin último de seguir garantizándose "sus" mercados.
Según cálculos del Corpotare Europe Observatory , asociación dedicada a exponer el poder de los lobbys en la UE, el 80% de las consultas previas de la UE con respecto al TTPI se dirigieron precisamente a lobbys organizados del sector industrial, financiero, agrícola, eléctrico, etc…
Así pues, el TTPI, como "tratado de comercio" que es, parece que supondrá una mejora evidente con respecto al sistema actual, pero, como por norma sucede en todas aquellas decisiones que emanan del poder político, no es oro todo lo que reluce. Y, aunque probablemente mejorará nuestras relaciones comerciales con algunos países, en general éstas estarán todavía muy lejos de poder ser denominadas LIBRES.