El mundo de las finanzas está inmerso en una era excepcional, pero no por positiva, sino por extraña e inédita. Durante los últimos años, medio mundo ha vivido en un contexto de tipos de interés cercanos a cero tras las políticas ultraexpansivas que han puesto en marcha los principales bancos centrales, desde la FED estadounidense y el Banco Central Europeo (BCE) hasta el Banco de Inglaterra (BoE) o el de Japón (BoJ). Sin embargo, la política monetaria ha entrado en una nueva fase dominada por los tipos de interés negativos.
Así, el Euríbor, índice al que están referenciadas las mayorías de hipotecas en España, cerrará previsiblemente marzo otra vez en terreno negativo. A falta de sólo un valor para finalizar el mes, el Euríbor se ha situado en tasa mensual en marzo en el -0,013%, con lo que profundizaría en su mínimo histórico mensual de febrero (-0,008%). El índice encadenará así su segundo mes consecutivo por debajo del 0%, umbral al que el BCE bajó los tipos de interés en su última reunión de marzo.
Esta caída ha originado un intenso debate acerca de si los bancos llegarán a trasladar estos tipos negativos a sus préstamos, de modo que los hipotecados cobren por sus deudas en lugar de pagar, lo cual, además de improbable, carece de toda lógica financiera. De hecho, el debate real que está encima de la mesa es otro muy distinto. A saber, si los bancos acabarán trasladando a sus clientes y, más concretamente, a sus depositantes, el elevado coste en el que están incurriendo como consecuencia de la radical política monetaria que ha impuesto la banca centra.
Y eso es, ni más ni menos, lo que empieza a suceder en Japón. Algunos de los bancos fiduciarios nipones aplicarán tipos negativos a sus clientes institucionales (empresas y fondos), transfiriendo así el coste de los tipos negativos del BoJ, según informa Reuters. Mitsubishi UFJ Trust and Banking y Sumitomo Mitsui Trust Bank han notificado a sus clientes que empezarán a cobrar por los contratos de fideicomiso de ahorro un tipo próximo al 0,1%, mientras que otras entidades han comunicado a sus clientes que también aplicarán rendimientos negativos a sus ahorros.
Por el momento, la banca japonesa sigue reacia a aplicar tipos negativos a los depósitos de sus clientes particulares por temor a su reacción, pero, de una u otra forma, ya se empieza a trasladar a grandes clientes institucionales, como empresas y fondos de inversión. En este sentido, cabe recordar que las corporaciones niponas son las que acumulan un mayor nivel de efectivo ante la escasez de activos que ofrecen rentabilidades positivas. ¿Cómo reaccionarán en caso de que se extienda y se intensifiquen este tipo de prácticas? ¿Empezarán a mover su dinero en lugar de mantenerlo intacto en sus cuentas?
Japan corporations LOVE cash.
— Peter (@PeterRothenberg) 30 de marzo de 2016
Will negative interest rates get them to use it?#cashisking #business #japan pic.twitter.com/zNz0lkhwS7
¿Cómo funcionan los tipos negativos?
Los tipos negativos son el resultado de las flexibilizaciones cuantitativas de los bancos centrales (compra masiva de activos públicos y privados) y las cargas que aplican a las entidades por sus depósitos en el banco central. Tal y como explicó el director del Instituto Juan de Mariana, Juan Ramón Rallo, en Libre Mercado:
[…] en una flexibilización cuantitativa, un banco privado vende algunos de sus activos (deuda pública, bonos corporativos, titulizaciones, etc.) al banco central y éste le paga con un depósito en el propio banco central. Estos depósitos en el banco central son activos para el banco privado y constituyen lo que se conoce como reservas del sistema […]
El funcionamiento de un tipo de interés negativo es muy simple: si un banco posee un depósito contra el BCE de 1.000 euros y el tipo de interés negativo es del -1% anual, al cabo de un año poseerá simplemente un depósito de 990 euros.
En la Eurozona, los tipos de interés negativos sobre los depósitos en el BCE se introdujeron a mediados de 2014, pero en aquel entonces tuvieron pocas repercusiones: el BCE cobraba un -0,10% anual por el exceso de reservas sobre el mínimo obligatorio (los bancos han de tener obligatoriamente un porcentaje de sus activos en depósitos en el BCE: es lo que se conoce como coeficiente de caja mínimo) y pagaba un 0,05% por las reservas obligatorias.
Dado que, en 2014, el exceso de reservas fue de 79.000 millones y las reservas obligatorias fueron de 106.500, el resultado fue bastante equilibrado: el BCE cobró de la banca 79 millones de euros en intereses negativos (sobre el exceso de reservas) y le pagó 53 en intereses positivos (por las reservas obligatorias).
La situación, sin embargo, ha comenzado a cambiar desde que las flexibilizaciones cuantitativas han cebado las reservas bancarias a partir de marzo de 2015. En la actualidad, el exceso de reservas se ubica en 444.000 millones de euros y las reservas obligatorias en 114.000. Para más inri, los tipos de interés negativos del BCE sobre sus depósitos han pasado a ser del -0,30%.
Resultado: el BCE está cobrando a la banca intereses de 1.333 millones de euros y apenas le devuelve 57 millones como remuneración por sus reservas mínimas obligatorias. El agujero para los bancos es evidente y creciente: sus reservas en el BCE van aumentando como consecuencia del QE y eso acrecienta el coste derivado de los tipos de interés negativos sobre sus depósitos.
La banca tiene dos opciones
La cuestión, por tanto, es cómo cubrir estos costes. Básicamente, los bancos tan sólo disponen de dos opciones viables:
1. Extender el crédito: es decir, "que los bancos privados intenten compensar esas pérdidas inexorables que les impone con mayores beneficios vinculados a su actividad bancaria tradicional", aclara Rallo.
El problema, en este caso, es que todavía no existe una amplia demanda solvente a la que prestar y, sobre todo, dispuesta a endeudarse, ya que muchas familias y empresas están aún amortizando los créditos solicitados durante los felices años de la burbuja. Además, en caso de que este escenarios suceda, que es precisamente los que pretende la banca central, la expansión artificial de crédito podría acabar provocando nuevas burbujas y, por tanto, futuras crisis.
2. Cobrar por los depósitos: los bancos podrían acabar trasladando a todos los ciudadanos ese coste en forma de tipos de interés negativos sobre nuestros depósitos. "Los bancos cubrirán sus pérdidas derivadas de los tipos de interés negativos cobrando al resto de ciudadanos tipos de interés negativos sobre nuestras cuentas corrientes", concluye Rallo.
En esta misma línea, el director de UFM Market Trends, Daniel Fernández, también explicó en Libre Mercado que mientras siga existiendo la posibilidad de sacar efectivo del banco hay un suelo claro para los tipos de interés negativos: "El coste de guardar el efectivo fuera del sistema bancario ejercerá de umbral mínimo. Los agentes pueden contratar una caja de seguridad en el propio banco para depositar su dinero. Algunos fondos de inversión suizos llegaron a este extremo cuando se rompió el cambio fijo del franco suizo con el euro y los tipos de interés suizos bajaron drásticamente".