"España es un país de pymes". Esta frase es repetida insistentemente por parte de políticos, medios y analistas como si fuera algo positivo per se, mientras que las grandes empresas son diana habitual de críticas y mala prensa. Los datos, sin embargo, demuestran que este tradicional discurso constituye un grave error.
Las compañías pequeñas son menos productivas, generan menos empleo y de peor calidad y su tasa de supervivencia es muy inferior a la de las compañías de mayor tamaño. Por ello, es importante que España elimine barreras administrativas y trabas fiscales para impulsar el crecimiento de las empresas. El problema es que la economía nacional está aún muy lejos de ese objetivo.
El tamaño medio del tejido empresarial español es inferior a la media europea. En concreto, el 40,5% del empleo que existe en España se concentra en microempresas (menos de 10 trabajadores), un porcentaje que es 11,3 puntos porcentuales superior a la UE, llegando esta distancia a alcanzar 21,3 puntos en Alemania y 23,2 en Reino Unido, tal y como detalla la Fundación BBVA.
En cambio, el empleo en las empresas grandes (más de 250 trabajadores) apenas representan el 27% del total, frente al 33% de la UE, el 37% de Alemania o el 46,1% de Reino Unido.
Este menor tamaño "limita la productividad porque representa un freno para incorporar más capital humano y capital tecnológico, desarrollar procesos innovadores o internacionalizar la actividad", añaden los expertos. El problema del tamaño de las empresas en España empieza con su nacimiento. "Se crean empresas a un ritmo similar al de otras economías europeas, pero muchas son muy pequeñas, un porcentaje mayor cierra pronto y otras no generan empleo adicional".
Esa menor supervivencia se debe a que la mayoría de empresas nacen siendo muy pequeñas y, por tanto, carecen de recursos humanos y financieros suficientes para aprovechar las economías de escala y ser más productivas.
Cuanto más grande es la empresa, mayor su supervivencia, especialmente en España: el 61% de los proyectos de las empresas sin asalariados no llegan a los cinco años; en cambio, en las empresas nuevas de al menos diez trabajadores las tasas de supervivencia son superiores a las de los autónomos: 20 puntos más en España.
Además, con el paso de los años, en las micro y pequeñas empresas se destruye un porcentaje mayor del empleo inicial, lo que frena su crecimiento y su contribución al empleo. Esta elevada rotación empresarial -nacen muchas y muren muchas- hace que "el saldo del empleo creado cada año por las nuevas empresas y el destruido por las que cierran tenga escasa influencia en las variaciones del empleo total (3-4%)", indica la entidad.
Pero más allá de su menor aportación a la creación de empleo, el principal problema que se deriva del predominio de las microempresas es que "la productividad media del tejido económico español es sensiblemente inferior a la de los otros países vecinos, superándola en un 42% Alemania, un 74% Reino Unido y un 51% Francia".
La causa radica en la abundancia de pequeñas empresas, su mayor peso en el empleo y su menor eficiencia respecto a sus homólogas del resto de grandes países europeos. En concreto, las micro empresas españolas son un 29% menos productivas que la media de la UE, mientras que en las grandes esta cifra se reduce al 13%.
Así pues, a diferencia de lo que se suele pensar, el aumento del peso de los autónomos durante la crisis, como respuesta a las dificultades para encontrar empleo, "no es una buena noticia para resolver los problemas de productividad", según concluye el informe.
Además, "el bajo perfil formativo de muchos de estos nuevos emprendedores -solo uno de cada diez parados con estudios obligatorios realiza formación- dificulta la supervivencia de sus proyectos que, en su mayoría, consisten en actividades de escaso contenido tecnológico y bajo valor añadido". Por el contrario, "cuando el capital humano de los emprendedores es mayor, las actividades desarrolladas son más productivas y los proyectos sobreviven en mayor proporción".
La clave para incrementar la productividad radica, por tanto, en una mejor preparación por parte de los pequeños emprendedores, pero, sobre todo, en facilitar, impulsar y favorecer el crecimiento de las empresas, tanto de las nuevas como de las existentes.