Se ajusta las gafas y anuncia que su intervención va a ser breve. Seis minutos después, avisa sincero: ya termino. Nadie ha hecho el más mínimo ademán de interrumpir sus palabras. El silencio es total, ni música de ascensor, ni público de bocadillo.
El presentador fuma pipa y escucha atento. Hay un tertuliano que ha cogido un avión desde Londres solamente para asistir al programa. El plató es casi tan feo como el del cara a cara entre Rajoy y Sánchez. Era 1979, era La Clave y debatían si España era una democracia en condiciones. Un "yo no te he interrumpido" me trae al presente.
Casi cinco horas dura La Sexta Noche, aunque se resumen muy rápido: España va mal, voten a Podemos, odien al PP. El resto de partidos pasan por allí con escaso protagonismo. Por ejemplo, el invitado de Ciudadanos suele poder hablar por primera vez cuando el político podemita ya ha intervenido en diez ocasiones. El del partido naranja podría levantarse para ir al baño y nadie se daría cuenta. Brevedad, por favor, es lo que el presentador, Iñaki López, pide a casi todos en cuanto han hablado treinta segundos seguidos. Los temas a discutir suelen ser dos: Podemos y corrupción.
Hay una sección fija sobre Bárcenas y otra sobre las tarjetas black. Como novedad, el pasado sábado hablaron de pactos parlamentarios y del circo en el que convirtieron el Congreso. Sobre esto último me quedo con una frase de Irene Montero, la vicepresidenciable de Podemos: "Llevar corbata es legítimo". He vuelto a meter mi chándal en el armario. En una conexión, probablemente desde su casa, la redactora Lucía Méndez, de El Mundo, pedía autocrítica a los periodistas por habernos fijado en el Congreso en "unos detalles que no merecían la pena en absoluto".
También dijo que el nuevo Parlamento "ahora se parece más a la sociedad española". Seguro que no quiso ofender a nadie. Haciendo caso omiso a sus palabras, seguidamente, los invitados debatieron sobre la presencia de un lactante en el hemiciclo, algo que todos más o menos consideraron aceptable. Victoria moral de Podemos.
Los 80 segundos de Inda
Después, el programa invitó a cuatro diputados noveles a contar su experiencia del primer día en su flamante cargo. Por Ciudadanos acudió una catedrática de la Universidad de Alicante y por Podemos un joven que anunció que trabajará como abogado "si termina la carrera de Derecho". No vean maldad en mi comparación. Además, es mucho más representativo de "la gente" un estudiante con la carrera a medias que una catedrática. ¿Verdad?
En La Sexta Noche los asuntos que incomodan al partido de Pablo Iglesias se superan a toda velocidad o simplemente ni se tratan. Para romper esta autocensura del programa, Eduardo Inda suele saltarse el guión. En pleno y largo debate sobre Bárcenas, decidió denunciar la supuesta financiación irregular de Podemos. Para ilustrarlo, mostró unas fotografías de personas a punto de ser ahorcadas en las calles de Teherán. Fue una intervención forzada, pero heroica. Inda pudo dedicar ochenta segundos al tema, tras los que Iñaki López prometió que el asunto lo seguirán "muy de cerca".
Fueron ochenta segundos de un programa de cuatro horas y media. El presentador estaba encantado porque ya podía justificar (presumir de) haber abordado la financiación de Podemos. Justamente eso hizo horas después en Twitter. Ochenta segundos, recuerden.
@Ramon_rieraq @claire_und @SextaNocheTV Hola! Se habló.Inda incluso sacó carteles relativos a los gobiernos d Iran y Venezuela.
— Iñaki López (@_InakiLopez_) enero 17, 2016
Luego llegó el camaleónico Vestrynge. Su enésima entrevista en el programa. Realmente en La Sexta Noche llevan tres años invitando a personajes al azar y con una profesión cualquiera para comprobar lo bien que critican al Gobierno: has sacado nuevo disco, así que te habrá molestado la Ley Mordaza; tu última película va sobre la Guerra Civil y ya sabes que el PP es un poco franquista, cuéntanos; has publicado tu quinto libro sobre Luis Bárcenas, luego te molestará el IVA del porno; el capitalismo no funciona, pasamos a publicidad.
La chica danesa
Para romper la rutina, de vez en cuando invitan al programa a un economista liberal, al que solamente dejan aparecer a altas horas de la noche, cuando Carlotti ya se ha metido en la cama. El sábado pasó por allí Juan Ramón Rallo (les tiene que sonar), que como también le arrea al Gobierno, todos se ponen contentos, salvo Marhuenda. No hubo tanto entusiasmo cuando Rallo propuso flexibilizar el mercado laboral, a imitación de Dinamarca.
La prestigiosísima periodista Elisa Beni acabó de un plumazo con las propuestas de Rallo asegurando que en Dinamarca "van todos en bicicleta, es imposible andar porque hay doscientas bicicletas por la calle". No recordaba tanta contundencia argumentativa en un debate televisado que, al fin y al cabo, debería ser amistoso.
Elisa y su visión de Dinamarca pic.twitter.com/ZZIllyPzSO
— Vídeos del Álamo :D (@jmdelalamovid) enero 19, 2016
Beni no entiende que el mérito de Dinamarca es doble por ser uno de los países más ricos del mundo, mientras lucha contra las terribles plagas de bicicletas que asolan a toda la nación. Es triste que en La Sexta ya no guste Dinamarca, el país del que un tal Pablo Iglesias presumía hace un par de meses. Ahora se ha pasado al califato nórdico. Mientras los daneses se abren paso entre bicicletas, debemos volver a la realidad española.
Rallo también defendió en el programa que las grandes empresas habían creado empleo durante la crisis (a pesar de la innata maldad que desprenden). Para argumentarlo, el economista usó datos concretos del INE, algo que molestó a la prestigiosa Beni: "Tú puedes manejar los datos que tú quieras, pero la realidad que todo el mundo ha vivido es que las empresas han realizado grandes despidos y luego han contratado a gente más precaria".
¿De qué sirven los cálculos del INE ante el conocimiento estricto de la realidad que tiene la talentosa periodista Elisa Beni? De nada. Rallo, acorralado, se defendió diciendo "que bombardeen a la gente con consignas falsas no significa que ésa sea la realidad". Esta frase debería aparecer enmarcada en la entrada de la sede de La Sexta.
Dejémoslo
Podría cambiar de canal, tienen razón, pero siempre vuelvo, como las abejas a la miel o las moscas a la no miel. Además, quiero enterarme de lo que ocurre en mi país, ahora que hemos convertido la política en una sucesión de tertulias en las que están en juego miles de votos y decenas de libertades. Por eso en los programas realmente no se debate, sino que se discute y se participa en una lucha en la que casi todo vale, empezando por la demagogia y siguiendo por la mentira.
Lo importante es ganar y no necesariamente sacar alguna conclusión medianamente valiosa (una manía más propia de 1979). Y no me gusta, no debería gustarle a nadie, porque no resulta muy constructivo y en buena parte es ficción televisada. Para colmo, a pesar de la perseverancia de la cadena, La Sexta se ha quedado sin grupo propio en el Congreso. Qué perdida de tiempo, la verdad.