"Las 62 personas más ricas del mundo poseen la misma riqueza que los 3.600 millones más pobres". Ésta es la principal conclusión que arroja el nuevo estudio de Oxfam sobre la desigualdad en el mundo. Bajo el sugerente título Una economía al servicio del 1%, dicha entidad vuelve a cargar contra la acumulación de riqueza, el equilibrio presupuestario y los refugios fiscales con el objetivo de frenar la desigualdad extrema.
Es decir, el capitalismo, la austeridad y los impuestos bajos favorecen exclusivamente a los más ricos, perjudicando así al resto de la población mundial, especialmente a los más pobres. Un mensaje tan simple como efectivo, pero no por ello menos falaz, demagógico y engañoso, al igual que sucede con los infumables informes que periódicamente elabora Oxfam sobre la "pobreza". El problema de fondo es que dicho organismo confunde y manipula datos para dar a entender que los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres, en línea con lo que defienden comunistas, socialistas y populistas de toda índole y condición.
Lo primero que cabe señalar es que las cifras que contiene el informe no son de elaboración propia, sino que proceden del estudio sobre Riqueza Global que publica anualmente Credit Suisse, un gran banco suizo, lo cual, a priori, ya resulta curioso, dado el aroma anticapitalista que rezuma Oxfam. ¿Pero de dónde sale el famoso titular?
Lo que hace esta organización es lo siguiente: acude a la lista Forbes de millonarios y empieza a contar nombres (62) hasta que la suma de sus fortunas ronda los 1,76 billones de dólares. ¿Y por qué justo esa cifra? Porque ésa y no otra es la riqueza que concentra el 50% de la población mundial (3.600 millones de personas). En su informe de 2015, Credit Suisse señala que el mundo acumula un riqueza total de 250,145 billones de dólares (página 94).
Ahora bien ¿cómo se reparte semejante cuantía? Para averiguarlo es necesario dividir la población mundial en deciles en función de su mayor o menor riqueza (página 149), de modo que el 10% más rico posee el 87,7% de la riqueza global, el siguiente 10% (decil 9) acapara el 7% de la riqueza... Y así sucesivamente. Si se suman los cinco primeros deciles (del 1 al 5), observará que su riqueza asciende al 0,7% del total, es decir, 1,76 billones de dólares. Et Voilà! La fortuna de los 62 hombres más ricos del mundo equivale a la de la mitad de la población mundial (3.600 millones de personas).
Tan sólo hay un pequeño detalle que no tiene en cuenta Oxfam. A saber, que el estudio de Credit Suisse es sobre la riqueza, no sobre la pobreza, y, por ello, descuenta todas las deudas, de tal forma que las cifras aludidas están reflejadas en términos netos, lo cual desvirtúa por completo las conclusiones acerca de la tan cacareada "desigualdad". Si se fijan en el siguiente gráfico, donde se incluye la ubicación geográfica de los distintos deciles, observarán que los chinos no están presentes en el grupo del 10% de los más "pobres" del mundo, pero son mayoría entre los deciles 6 y 8 (riqueza media y alta), mientras que europeos y norteamericanos representan más del 20% de los más "pobres" (esquina superior izquierda), según el vocabulario que emplea Oxfam.
Dos de cada diez personas ubicadas en el decil 1 son norteamericanos y europeos. En concreto, uno de cada diez es estadounidense, por debajo de India, pero por encima de otros países mucho más pobres como Bangladesh, Pakistán o Nigeria, entre otras muchas economías del Tercer Mundo, tal y como en su día denunció Felix Salmon. ¿Cómo es posible semejante distribución? La clave, una vez más, es que el informe de Credit Suisse, en el que se basa Oxfam, no analiza la pobreza, sino la riqueza neta (activos menos deudas). De hecho, el primer decil arroja un patrimonio negativo de 750.000 millones de dólares (-0,3% de la riqueza total), pero eso no significa que sean pobres, sino que deben más de lo que poseen.
Dicho de otro modo, dentro de ese 10% con menor riqueza neta (que no "pobres") hay muchos europeos y estadounidenses de clase media e incluso ricos, pero cuyas deudas superan el valor de mercado de sus activos. En este grupo encontramos, pues, trabajadores de países desarrollados que han solicitado una hipoteca, universitarios que han pedido un préstamo para comprarse un coche o financiar sus estudios e incluso millonarios con elevadas deudas, entre otros muchos perfiles que en ningún caso pueden ser tildados de "pobres" como hace Oxfam.
De hecho, al emplear esta misma estadística se da la paradoja de que el 30% de la población mundial (deciles 1 a 3), unos 2.000 millones de personas, también registra un patrimonio neto negativo (la deuda supera el valor de sus activos en unos 250.000 millones de dólares), de modo que, siguiendo el mismo razonamiento erróneo que emplea Oxfam, basta con que usted posea 1 mísero euro en el bolsillo y esté exento de deudas para poder afirmar que es más rico que casi un tercio de la población mundial.
El sinsentido de dicho argumento es de tal calibre que, según Oxfam, un agricultor de Zimbabwe o un simple somalí sin deudas es más rico que un estadounidense recién licenciado en Harvard con un sueldo de 100.000 dólares al año y un brillante futuro profesional por delante, pero con un préstamo a sus espaldas de 200.000 dólares para financiar sus estudios universitarios.
No mide pobreza ni desigualdad
La metodología que usa Oxfam es, sencillamente, un insulto a la inteligencia. Los datos de Credit Suisse son más o menos válidos para analizar la riqueza neta y su distribución a lo largo del globo, pero del todo punto inútiles y distorsionadores si lo que se pretende es medir la pobreza o la distancia que separa a los más pobres de los más ricos.
Además, la desigualdad en el ámbito exclusivo de la riqueza neta no es hoy mayor que en el pasado, ya que en el año 2000 el decil más alto de la población poseía entonces el 88,3% de la riqueza mundial. Pero lo más importante es que la evolución histórica de este indicador tiene poco o nada que ver con la mejora real de las condiciones de vida de la población mundial o las tasas de pobreza y sí mucho con los vaivenes de la Bolsa y el crecimiento o descenso de la deuda privada en los países ricos.
Así, tal y como explica Credit Suisse, "hay fuertes razones para pensar que el aumento de la desigualdad de la riqueza desde 2008 se relaciona principalmente con el aumento del precio de las acciones y el tamaño de los activos financieros en Estados Unidos y algunos otros países de gran riqueza", así como con la reciente revalorización del dólar. Y al revés. Ahora que la bolsa cae a plomo, resulta que los 400 hombres más ricos del mundo han perdido 305.000 millones de dólares en el último mes.
Esto desmonta el eje central del discurso de Oxfam: la riqueza de los más pudientes no crece a costa de empobrecer al resto de la gente, sino que depende del mayor o menor valor de mercado que alcancen sus grandes imperios empresariales. Es una riqueza que ellos mismos han creado de la nada. Los propietarios de Microsoft, Apple, Google, Facebook o Inditex son enormemente ricos porque han triunfado empresarialmente tras atender satisfactoriamente las necesidades y demandas de cientos de millones de personas en todo el mundo, razón por la cual sus compañías valen mucho dinero en Bolsa, generando con ello jugosos dividendos para sus accionistas y millones de puestos de trabajo.
Y ello, sin tener en cuenta que otro factor importante para explicar la acumulación de riqueza tiene que ver, y mucho, con la demografía, ya que la inmensa mayoría de jóvenes parten de un patrimonio nulo o negativo debido a su escaso recorrido laboral, a diferencia de lo que sucede con los más mayores. En este sentido, cabe recordar que la edad mediana de la población mundial oscila entre los 35 y 39 años, y los jóvenes se concentran en los países pobres mientras que los mayores viven en los ricos.
Oxfam sigue sigue sin entender algo básico. A saber, que la riqueza no es algo dado, sino que se crea, siempre y cuando exista una serie de condiciones que posibiliten su surgimiento (propiedad privada, cumplimiento de contratos y libertad económica). No por casualidad, el 70% de la riqueza neta mundial se concentra tan sólo en EEUU, Canadá y Europa, donde el capitalismo lleva tiempo asentado, mientras que China y el sudeste asiático han mejorado de forma muy sustancial su nivel de vida en las últimas décadas, conforme se han ido abriendo a la globalización y la economía de mercado.
La expropiación y reparto de esas 62 grandes fortunas entre la mitad de la población mundial, que es lo parece defender Oxfam, aportaría algo menos de 500 dólares de una sola vez a 3.500 millones de personas (pobres y ricos), a costa de que desaparecieran del mapa algunas de las empresas más importantes del planeta y sus millones de empleos. Es decir, se destruiría riqueza y se generaría más pobreza… ¡Un negocio redondo! Una vez más, se trata del absurdo y perverso argumento de arruinar a los ricos para tratar de favorecer a los pobres, como si la economía fuese un juego de suma cero, en lugar de permitir que los pobres también se enriquezcan gracias al capitalismo.
Y, en este sentido, sepa usted que casi el 40% de los españoles adultos (unos 15 millones de personas) pertenecen al selecto club del 10% más rico del planeta al poseer un patrimonio neto superior a los 68.800 dólares. Sumir en la ruina a la población de los países ricos (es decir, a usted) no va a mejorar en nada la situación de los más pobres, sino que nos hundiría a todos en la miseria. Una nefasta igualación por abajo al más puro estilo comunista.
Mientras Oxfam y sus palmeros no entiendan que la pobreza es el estado natural del hombre y que lo extraordinario es el creciente nivel de riqueza que disfruta el mundo tras el nacimiento y la extensión del capitalismo, los socialistas de todos los partidos y colores políticos caerán, una y otra vez, en los mismos diagnósticos falaces , aportando, por tanto, soluciones igualmente erróneas y contraproducentes.