Todas las decisiones un coste tienen un coste, y en el caso de Grecia éste es cuantificable. La primera victoria de Syriza en las elecciones generales de principios de 2015 conformaron un gobierno de extrema izquierda, con Alexis Tsipras a la cabeza y el polémico Yanis Varufakis como máximo responsable económico, contrario a la supervisión de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) y la senda de austeridad y reformas que precisaba Grecia para salir de la crisis.
Durante seis fatídicos meses de tiras y aflojas por parte de Atenas y sus acreedores internacionales, la economía helena regresó de nuevo a la recesión y se activó una fuga masiva de capitales y depositantes que, en última instancia, obligó a decretar el temido corralito bancario. La negociación entre ambas partes llegó al límite y Grecia estuvo al borde de la salida del euro. Sin embargo, en el último momento Tsipras dió marcha atrás, aceptando todas y cada una de las condiciones exigidas por los socios comunitarios para seguir prestando dinero al Estado y a los bancos helenos.
La factura de esa desnortada decisión ha sido muy sustancial. Grecia perdió los 25.000 millones de euros inyectados por el Estado en la banca en 2013 y 2014; asimismo, Atenas comenzó a emitir deuda en los mercados durante la primavera de 2014, desligándose así, poco a poco, de su dependencia exclusiva de los préstamos de la troika, pero la llegada de Syriza se materializó en un tercer rescate por valor de 87.000 millones de euros extra con condiciones aún más duras que el anterior; si a ello se suma una caída del 3% del PIB, las pérdidas totales generadas por el tándem Tsipras-Varufakis durante ese primer gobierno superan los 100.000 millones de euros, equivalente a más de la mitad de la economía helena, según las estimaciones de Nicholas Economides, profesor en la Stern School of Business, de la Universidad de Nueva York,
Y ello, sin contar los efectos indirectos de la recesión, el elevado coste que ha tenido para los griegos la imposición del corralito y otras consecuencias negativas derivadas del rescate. El problema de fondo, sin embargo, es que sin reformas, una drástica reducción del sector público y un fuerte aumento de la productividad, Grecia "seguirá necesitando repetidamente préstamos de la UE", aclara.
Nueva Democracia cambia de líder
De ahí que Economides tilde de buena noticia la elección esta semana de Kyriakos Mitsotakis como presidente de Nueva Democracia, el principal partido de la oposición. A partir de ahora será el encargado de reorganizar un partido que ha sufrido cuatro derrotas consecutivas desde las elecciones europeas de mayo de 2014 y de demostrar que su formación constituye una alternativa sólida al Gobierno actual.
Exponente del ala más liberal de Nueva Democracia, Mitsotakis se convirtió, tras las elecciones de enero de 2015, en un opositor fervoroso del Gobierno de Tsipras, al que acusa de favorecer al Estado y de estrangular el sector privado. Entre otras medidas, apoya el espíritu empresarial, la reducción del sector estatal, las rebajas de impuestos, extensas privatizaciones en el ámbito público y una profunda reforma para evaluar la eficiencia del gobierno y el rendimiento de los funcionarios.
Nació el 4 de marzo de 1968 en Atenas y estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Harvard en los Estados Unidos (1986-1990), donde también hizo un posgrado. De vuelta a Grecia, Mitsotakis trabajó como alto cargo en el sector bancario en Alphabank y el Banco Nacional de Grecia. Es diputado de Nueva Democracia desde 2004, y hasta su renuncia antes de la votación en que ha sido elegido presidente ocupó el cargo de portavoz parlamentario.