La idea del contrato único, una de las escasas concesiones al mundo racional de los adultos que han realizado los partidos en esta campaña plagiada de las de Turrones el Almendro, tiene un padre conocido: el Partido Socialista. Que ahora lo repudie y se niegue a reconocerlo en público resulta asunto distinto. Les guste o no, es su hijo. Decía Marx que nada hay más subversivo que la Historia. Pero resulta que sí lo hay y se llama Google. Repase ahí Pedro Sanchez las propuestas y manifiestos a que dio lugar en 2013 la Conferencia Política del PSOE. Al punto se topará con la muy elaborada argumentación a favor del contrato único que, entre otros cualificados dirigentes de su partido, defendía el exministro de Industria, Miguel Sebastián.
Tenemos que abanderar reformas valientes. En concreto, cambios en la legislación laboral para acabar con la dualidad laboral entre contratos indefinidos y temporales que afecta sobre todo a los más jóvenes, aumentar nuestra productividad, ganar en seguridad jurídica y avanzar en la protección del desempleo.
No es un extracto de la carta a los Reyes Magos firmada por un grupo de directivos del Ibex 35, sino un fragmento del manifiesto Socialismo es libertad, que vio la luz en aquel cónclave interno del PSOE y suscribieron decenas de militantes de la organización. Sí, Sánchez, es su hijo pródigo, que ha vuelto cuando menos lo esperaba. Al igual, por cierto, que la tan denostada dualidad del mercado de trabajo español resulta ser el fruto vergonzante de los amoríos clandestinos de Felipe González con las doctrinas neoliberales que nos llegaron del Reino Unido a mediados de la década de los ochenta.
Así, aunque Pedro Sánchez aún era imberbe por aquel entonces, 1984, debería sonarle al menos que fue Joaquín Almunia, después comisario socialista europeo, quien introdujo en nuestra legislación laboral el caballo de Pandora de la dualidad, ahora su bestia negra en los periodos de celo electoral como este que nos ocupa. A ver si nos aclaramos de una vez, Pedro: el divorcio lo trajo la UCD y los contratos basura, el PSOE. Por cierto, la tasa de paro en aquella lejana España de 1984 ya había alcanzado el 21%. Y sin ninguna burbuja del ladrillo por medio. Ninguna. Un simple dato estadístico que viene a certificar que nuestro desastre crónico obedece a causas mucho más profundas y de largo alcance que la especulación inmobiliaria.
Como Sánchez, Jordi Sevilla, que aún debía de andar por el Partido Comunista en la fecha de autos, tampoco parece recordar que la ruptura del llamado principio de causalidad, según el cual los contratos temporales única y exclusivamente podían obedecer a actividades que fuesen intrínsecamente eso, temporales, fue la gran aportación del PSOE a la precarización del empleo juvenil en España. Algo que desde el mismo instante de su bendición en el BOE se convertiría en una lacra permanente del país. Al punto de que, en menos de cuatro años, ese tipo de empleo a la intemperie se incrementó en más de un 100%. Y hasta hoy. Cuando hablan con voz quebrada y mirada compungida de precariedad laboral, a los socialistas habría que responderles aquello mismo que dijera el poeta a la niña: "¿Qué es poesía, me preguntas? Poesía eres tú".