El caso de Abengoa ejemplifica, quizá mejor que ningún otro, la nefastas consecuencias del dirigismo político a nivel empresarial y económico. Hoy, la empresa sevillana está al borde de la quiebra, pero hasta hace poco era citada habitualmente por los poderes públicos como un referente a seguir en materia de energía e innovación. El origen de su actual situación de insolvencia no es de ahora, sino que viene de años atrás, cuando el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero se empeñó en convertir a España en líder mundial en energías renovables, momento en el que Abengoa se posicionó a la cabeza de la producción fotovoltaica y termosolar, a base de abultadas e insostenibles subvenciones públicas y primas.
De aquellos barros estos lodos. Tras una década de desnortada planificación energética para favorecer a las fuentes de energía verde, las más caras e ineficientes, el precio de la luz se ha multiplicado y las familias y empresas españolas, por desgracia, sufragan una de las facturas más caras de Europa y de la OCDE. El fiasco renovable, tal y como insistentemente advirtió Libertad Digital durante años, fue de tal calibre que, finalmente, primero el PSOE y luego el PP tuvieron que recortar las primas, explotando así la colosal burbuja verde que inflaron irresponsablemente los políticos españoles. Así, al igual que la quiebra de Martinsa Fadesa y de las cajas de ahorros escenificó el punto y final de la irreal expansión crediticia previa, la caída de Abengoa es un reflejo fiel del inviable modelo renovable español.
El recorte de las primas y las pésimas cuentas que viene registrando Abengoa a lo largo de los últimos años ha terminado traduciéndose en una solicitud de preconcurso de acreedores cuya salida se antoja muy difícil. El problema, sin embargo, es que la compañía andaluza no sólo constituye un buen ejemplo del desastre renovable, sino que, además, es un claro exponente de chiringuito político. Puesto que su negocio dependía en buena medida del Boletín Oficial del Estado, su consejo de administración ha estado ocupado por importantes figuras políticas o bien familiares y amistades muy cercanas al poder, tanto del PP como del PSOE, con sus consiguientes compadreos y chanchullos, a costa, eso sí, del bolsillo del contribuyente.
Prueba de esa bochornosa connivencia es que en pleno debate sobre el recorte de primas a las renovables, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, intercedió en favor de la energía solar, en contra de la opinión del responsable del ramo, José Manuel Soria, ministro de Industria, aportando para ello, tal y como destapó Libertad Digital, un informe elaborado por o para la propia Abengoa. Casualmente, Ricardo Martínez Rico, íntimo de Montoro y socio de su antigua consultora Montoro & Asociados (hoy Equipo Económico), fue fichado por dicha empresa un mes antes de que el PP ganara las elecciones.
Y son, precisamente, sus estrechas vinculaciones políticas las que podrían acabar propiciando el rescate de Abengoa. Los grandes partidos están presionando a la banca y a las administraciones públicas para salvar a la empresa, lo cual, además de un error, supondría un absoluto despropósito y una inmoralidad inaceptable. Si Abengoa no es viable, simplemente, debe quebrar. Lo contrario sería un robo al conjunto de los contribuyentes en beneficio de algunos políticos y sus empresarios amigos.