Portugal corre el riesgo de convertirse en la nueva Grecia. Ahora que la situación helena parecía encarrilada tras la firma del tercer rescate y la aceptación de las duras condiciones impuestas por la troika a Atenas el pasado verano, es el país vecino el que parece dirigirse directo hacia el precipicio.
La victoria electoral del centro derecha en las elecciones del pasado mes de octubre hacían pensar que revalidaría su mandato Pedro Passos Coelho como primer ministro de la República lusa, ya que, si bien no obtuvo mayoría absoluta, en los 40 años de etapa democrática siempre se ha respetado la regla no escrita de que debe gobernar el partido más votado.
La izquierda, sin embargo, con el líder de los socialistas al frente, Antonio Costa, ha decidido romper con esta tradición. La izquierda tumbó este martes el gobierno de Coelho mediante una moción parlamentaria, tras acordar una coalición entre el Partido Socialista, el Bloque de Izquierda -el Podemos portugués-, comunistas y verdes. Ahora, dependerá del presidente portugués, Aníbal Cavaco Silva, ordenar a Costa que forme gobierno o bien mantener un gobierno de transición hasta que se puedan celebrar unas nuevas elecciones generales -no antes de junio-.
Se abre, por tanto, un nuevo período de incertidumbre que bien podría dar al traste con los importantes avances que ha llevado a cabo Portugal durante la presente crisis. De hecho, la economía lusa ha salido con éxito del rescate internacional, después de aplicar impopulares, aunque muy necesarias, reformas y ajustes para reactivar su economía y reducir el déficit público. No en vano, fue el Estado lo que mató a Portugal, al igual que sucedió en Grecia. El insostenible peso del sector público y la escasa competitividad de la economía lusa fueron los dos fenómenos que explican su caída.
Sin embargo, a diferencia de los griegos, los portugueses sí hicieron los deberes. La combinación de reformas estructurales y políticas de austeridad que puso en marcha Lisboa en los últimos años ha permitido reducir la tasa de paro del 18% al 13% y el déficit público del 11,2% al 3,3% del PIB durante la crisis. De hecho, Portugal es, junto a Irlanda, el país que mejor se ha recuperado de la crisis, dejando a un lado el relevante caso de las economías bálticas.
La caída de Coelho y su posible sustitución por un gobierno de coalición entre socialistas, podemitas, comunistas y ecologistas lusos podría reproducir la traumática experiencia que ha sufrido Grecia este año, cuando la extrema izquierda de Syriza se hizo con el poder el pasado enero, llevando al país al corralito y al borde de la salida del euro. Y es que, el programa de gobierno que han acordado las formaciones de izquierdas no tiene nada que envidiar al antiguo -y fracasado- plan de Syriza en Grecia, salvo por el hecho de que no se pide explícitamente una quita o el impago de la deuda.
El programa de la izquierda lusa
La citada coalición ha acordado una serie de medidas, cuyo objetivo es revertir la senda de austeridad y mayor flexibilidad económica iniciada tras su rescate internacional en 2011. A continuación, se resumen algunos de los principales puntos:
- Restaurar la subida anual de las pensiones, anulando los recortes aprobados previamente.
- Subir el salario mínimo hasta los 600 al mes en 2019.
- Dar marcha atrás a los recortes salariales aplicados a los empleados públicos y aumentar sus plantillas.
- Restaurar la preeminencia de los convenios colectivos y restringir el uso de contratos temporales.
- Elevar la progresividad del IRPF mediante la eliminación de bonificaciones.
- Reducción del IVA al 13% para el sector de la restauración.
- Aumento del gasto público en Educación, Sanidad y servicios sociales, junto con la eliminación o reducción de tasas.
- Paralización y anulación de la privatización de servicios y empresas públicas.
La "próxima Grecia"
En definitiva, más gasto público y mayor rigidez económica, los factores que causaron la caída de Portugal tras el estallido de la crisis. Lisboa debería reducir el déficit hasta el 2,7% del PIB en 2016, pero el cambio de gobierno o la convocatoria de nuevas elecciones pondría en riesgo su cumplimiento.
Por otro lado, aunque Portugal ha dejado atrás el rescate internacional y, por lo tanto, ya no depende del resto de sus socios europeos para financiarse, un cambio de rumbo como el que plantea la coalicion de izquierdas podría desembocar en un aumento de la prima de riesgo, encareciendo así su financiación, y en una rebaja de su rating crediticio. Llegados a ese punto, el BCE, tal y como sucedió en Grecia, se vería obligado a dejar de aceptar la deuda pública lusa como aval para prestar dinero a los bancos portugueses, disparando con ello la tensión en los mercados.
En este sentido, cabe recordar que, si bien la deuda pública de Portugal ronda el 127% del PIB, inferior, por tanto, a la griega, la suma de la deuda bancaria y de familias y empresas supera el 500% del PIB frente al 400% de Grecia. Su situación financiera es, pues, muy vulnerable.
Por ello, según los analistas de Citi, "Portugal podría ser la próxima Grecia" en caso de que, finalmente, gobernase la izquierda, ya que su programa es muy parecido al plan inicial que planteó Syriza. Las formaciones de izquierda quieren acabar con la austeridad, dar marcha atrás a las reformas, disparar de nuevo el gasto público y elevar los salarios del país por ley, en un contexto en el que, además, todavía no se ha completado el saneamiento de sus sistema financiero... Una receta condenada al fracaso.