La enrevesada situación política que vive Portugal supone una novedad para un país poco acostumbrado a sobresaltos de este calibre, en la que se dan una suma de factores nunca ocurridos antes desde la llegada de la democracia, hace 40 años.
Nunca un Ejecutivo había caído tan pronto en Portugal -apenas 11 días duraron los conservadores en el poder, aunque continuarán en funciones hasta que se llegue a una solución- y nunca la izquierda había alcanzado un pacto como el firmado ahora por socialistas, marxistas y comunistas con la intención de permitir a los primeros gobernar.
La confirmación de esta última hipótesis, que depende del criterio del jefe del Estado, el conservador Aníbal Cavaco Silva, entrañaría también otro hecho histórico, ya que por primera vez en este país el candidato más votado no asumiría el Gobierno.
Las elecciones del pasado 4 de octubre dieron la victoria al aspirante de la coalición de centro-derecha, Pedro Passos Coelho, quien obtuvo cerca del 39 % de los votos, seis puntos más que los socialistas, pero un porcentaje insuficiente para reeditar la mayoría absoluta con la que contó la anterior legislatura.
Este detalle marcó finalmente la diferencia, pese a que a priori nadie aventurara entonces que llegaría a implicar la caída del Ejecutivo. La hostilidad histórica que presidía las relaciones del Partido Socialista luso (PS) con los dos partidos situados a su izquierda prácticamente descartaban cualquier tipo de negociación para tumbar el Gobierno del conservador Passos Coelho.
Sin embargo, tanto el Bloque de Izquierda -hermanado en la UE con Podemos y Syriza- como el Partido Comunista sorprendieron a propios y extraños al mostrarse abiertos a conversar sobre un acuerdo de Gobierno con el PS que, tras semanas de negociaciones, fue alcanzado.
Este pacto garantiza el apoyo de la izquierda radical a la llegada de los socialistas al Ejecutivo, aunque es más difuso a la hora de garantizar su respaldo a lo largo de toda la legislatura, fundamentalmente en materia de Presupuestos, que deberán ser discutidos año a año.
La firma de este compromiso produjo imágenes sorprendentes y también inéditas, como ver al líder comunista, Jerónimo de Sousa -con experiencia en el Parlamento desde 1975-, recibir aplausos de una mayoría de la Cámara, acostumbrado como está a recibir únicamente los de su bancada.
La caída del Gobierno de centroderecha a manos de la oposición de izquierdas dio lugar a más instantáneas poco frecuentes, como la presencia de manifestantes pro conservadores a las puertas del Parlamento, lugar de concentración habitual de sindicalistas e "indignados".
Aunque legal, la decisión de socialistas, marxistas y comunistas de derribar el Ejecutivo todavía está rodeada de polémica en Portugal, donde diferentes analistas y politólogos advierten de la falta de legitimidad del líder socialista, António Costa, para asumir el Gobierno sin ganar los comicios.
La discusión también llegó a la calle. "No sé si esto nos llevará a algo", afirma mientras conduce António Manuel, taxista lisboeta, a quien le asaltan las dudas sobre el futuro del país y habla incluso de un ambiente de "guerra civil".
"Si los partidos de izquierda forman Gobierno, la derecha (...) tiene que aceptarlo. Si ganas las elecciones pero en el Parlamento no tienes mayoría, realmente quien gana es quien tiene más diputados", argumenta. No obstante, lamenta los bandazos dados por unos y otros a lo largo de los años y echa de menos la existencia de una "línea maestra" sobre el rumbo a seguir por Portugal "gane quien gane".