Me llama la atención que como eje de sus programas económicos para las próximas elecciones generales haya partidos políticos que insistan en la necesidad de "poner punto y final a la austeridad". Creen necesario ese paso para impulsar una "verdadera" recuperación. Intentaré mostrar brevemente por qué creo que se equivocan.
En primer lugar, porque no ha existido tal austeridad. Desde 2008 hasta el final del año en curso, el conjunto de Administraciones Públicas habrá acumulado un déficit de 600.000 millones de euros (sin contar las ayudas a las cajas de ahorro), pese a que se incrementaron todos los impuestos. Hace ocho años que las AA.PP. se endeudan para pagar los intereses de la deuda pública. ¿Eso es austeridad?
Es verdad que entre 2009 y 2012 las AA.PP. recortaron el gasto no financiero (excluyendo pensiones y prestaciones por desempleo) en unos 60.000 millones de euros. Lo que no se dice es que entre 2003 y 2009 ese mismo gasto había crecido en 124.000 millones de euros (+63%). Es decir que todas las reducciones de gasto equivalieron a la mitad del aumento anterior.
Sin duda, esos recortes han sido dolorosos para muchos. El error (engaño) fue subir el gasto hasta un nivel imposible de financiar. Reducirlo hasta un nivel financiable fue una imposición de la realidad.
El gasto público no se ha recortado desde 2012. Lejos de "presagiar nuevos recortes", el Programa de Estabilidad enviado a Bruselas ratifica la política fiscal que ha seguido el gobierno en los últimos tres años: mantener el gasto público constante e ir cerrando gradualmente el déficit a medida que la recuperación se va traduciendo en mayores ingresos.
Quienes proponen "acabar con la austeridad" harían bien en decir, a fin de clarificar el debate, qué nivel de déficit público desean y hasta qué punto les gustaría incrementar la deuda pública. Por mi parte, lo digo con claridad: me gustaría eliminar el déficit fiscal cuanto antes, acelerando la estrategia en marcha reduciendo el gasto superfluo.
En cuanto a la recuperación, el PIB crece desde hace ocho trimestres. Es innegable que la caída del precio del petróleo y las compras de títulos de deuda por parte del BCE han sido una gran ayuda. Sin embargo, la economía empezó a recuperarse en el tercer trimestre de 2013, un año antes de que cayera el precio del crudo y 18 meses antes de que el BCE iniciara el programa de compra de bonos.
La economía estaba para crecer un 2% en 2015. La caída del precio del petróleo y las compras de bonos del BCE nos regalaron un punto extra, por lo que el PIB acabará el año creciendo un 3%. Es importante el matiz: la recuperación de la economía no es una cuestión de "suerte"; sí lo es la aceleración imprevista del crecimiento.
Hay innumerables muestras de la fortaleza de la recuperación. El PIB excluyendo la Construcción es ahora 6,6% mayor que el de 2008. Todos los componentes de la demanda están en expansión simultánea. La producción industrial acumula seis meses consecutivos con crecimiento interanual, cosa que no se observaba desde agosto de 2007. En los últimos tres meses a julio el 75% de las ramas industriales tuvo un incremento interanual en su producción. Desde marzo de 2006 no era tan amplia la difusión del crecimiento industrial.
Por supuesto que queda mucho por mejorar. La economía no está "restablecida". Apenas acaba de "salir del hospital". Es urgente dar una oportunidad de empleo a los 2,3 millones de personas que llevan paradas más de dos años. Hay que eliminar el déficit público y continuar con el desendeudamiento del sector privado. Hay que seguir ampliando la competencia y las oportunidades de inversión productiva con las reformas oportunas.
Para seguir mejorando no necesitamos volver a subir el gasto público, ni perder competitividad, ni aumentar la intervención del Estado en la economía. Los economistas (en especial aquellos que asesoran a dirigentes políticos) nos equivocaríamos gravemente si indujéramos a creer en atajos que no existen. Mucho más si trasladáramos ese error a la gente.
Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)