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Guillermo Dupuy

¿Y la deuda que deja Rajoy?

Me gustaría que el Gobierno y los medios de comunicación dieran tanta publicidad a la evolución de la deuda como se la han dado a la del paro.

El hecho de que Rajoy haya logrado, finalmente, reducir un poquito la tasa de paro que dejó el presidente de Gobierno más calamitoso del PSOE durante la más acusada crisis económica internacional del último medio siglo será, sin duda, una buena noticia; pero, qué quieren que les diga, tampoco creo que sea para tirar cohetes. Más aun si tenemos en cuenta que ese listón tan poco exigente se ha logrado superar, en buena medida, gracias al descenso de la población activa –el número de personas ocupadas sigue siendo, de hecho, todavía menor que en los peores tiempos de Zapatero, así como al número histórico de turistas extranjeros que nos han visitado entre enero y septiembre de este año, que supera los 54 millones.

En cualquier caso, me gustaría que el Gobierno y los medios de comunicación dieran tanta publicidad a la evolución de la deuda pública durante el tercer trimestre como se la han dado a la del paro. Y que también divulguen las comparativas del nivel de endeudamiento dejados por uno y otro presidentes de Gobierno.

A este respecto, recuerdo a Rajoy, durante su discurso de investidura, en diciembre del 2011, reprochar, con toda razón, al Gobierno socialista saliente el hecho de que la deuda pública hubiera alcanzado el 69% del PIB, "desde una confortable cifra del 36% en 2007". Habrá que esperar a los últimos datos, pero dudo mucho de que la deuda pública durante el tercer trimestre haya bajado mucho de ese casi 100% del PIB que hemos alcanzado con la muy falsa austeridad de este irreconocible Gobierno popular.

No se trata de amargar la fiesta a nadie. Pero, al margen de recordar que el Gobierno ya dio por terminado en agosto "el ajuste de empleo público" –"ajuste" que había consistido, básicamente, en mantenerlos tan excesivamente altos como en tiempos de Zapatero, hay que subrayar el grave obstáculo que supone este altísimo nivel de deuda para que nuestra recuperación económica pueda ser en el futuro algo más que una leve y tardía mejora respecto del desastre de Zapatero.

Que una clase política adicta al endeudamiento y, como correa de transmisión de la misma, los medios de comunicación no den la importancia que tiene a la deuda pública sólo es indicativo de la falta de cultura, no tanto económica como democrática, de este país. Tan masiva utilización de recursos fiscales que pertenecen a legislaturas venideras pasará factura. Y si no, al tiempo.

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