El mundo que piensa se ha sorprendido por el reciente descenso del precio de las materias primas: petróleo, cobre y otros metales, etc. De momento ha supuesto un toque de atención al triunfalismo de los llamados países emergentes, que se las prometían muy felices por las inusitadas tasas de desarrollo. Han tenido que moderarlas bastante. No emergen tan fácilmente como se había creído.
La opinión dominante de los economistas es que el nuevo fenómeno se debe a la contracción industrial de China. Es la gran importadora de materias primas para su frenética actividad fabril. No me convence mucho tal explicación, entre otras razones porque dudo mucho de la fiabilidad de las estadísticas chinas. Hay un factor oculto más difícil de medir pero más efectivo. Se trata de una paradójica consecuencia del avance de la productividad en el mundo desarrollado. La misma cantidad de producción industrial se consigue hoy con menos cantidad de materias primas que en el pasado cercano. Los coches llevan menos metal y más plástico, y así otros muchos productos. La producción de electricidad exige cada vez menos carbón y menos petróleo. A su vez, el consumo de energía eléctrica hace cada vez más productivos los kilovatios. Las nuevas prácticas dietéticas llevan a consumir cada vez menos azúcar.
Si la hipótesis que sustento pudiera seguir avanzando, mi predicción es que el precio del petróleo seguirá decreciendo. Por cierto, ¿dónde quedan aquellos pronósticos catastrofistas de hace medio siglo sobre el inminente agotamiento de las reservas de petróleo? Durante los últimos decenios se ha extraído más petróleo que en cualquier periodo anterior. Se seguirán produciendo grandes cantidades de oro negro, pero a un precio decreciente. Todavía en una gasolinera un litro de gasolina es más caro que una botella de agua. Téngase en cuenta que el agua es un bien renovable; el petróleo, no.
De momento, el avance de la tecnología resulta extraordinario. Pero, cuidado, esa mejora se basa en el previo desarrollo de la ciencia, y esta se ha ralentizado mucho. En todo el mundo, pero especialmente en Europa, escasean ahora las vocaciones científicas. Los jóvenes se dirigen en masa hacia carreras cortas que les proporcionen dinero rápido y mucho ocio. Las carreras científicas son largas, exigen mucha dedicación y se encuentran mal remuneradas. No están los tiempos para pedir una moral del esfuerzo. La cual solo se aplica concienzudamente a la práctica deportiva, que forma parte del ocio o el entretenimiento. A ella se dedican con denuedo los españoles de toda edad y condición. Se comprende que los espacios deportivos acaparen los medios.
No es verdad que las preocupaciones principales de los españoles sean el paro o la corrupción de los políticos. Eso es lo que dicen las encuestas, pero porque no se les ofrece una lista con más opciones. Quizá entiendan los entrevistados que se trata de los problemas que pueden resolver los políticos. Lo que más les interesa a los españoles es la salud, el cuidado del cuerpo y los deportes, bien como espectadores o como actores. Véase el contenido de cualquier medio.