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Lo que no entiende Pablo Iglesias: ¿por qué los españoles cobran menos que los daneses?

El líder de Podemos pide sueldos más altos para relanzar la economía y se olvida de la productividad de empresas y trabajadores.

El líder de Podemos pide sueldos más altos para relanzar la economía y se olvida de la productividad de empresas y trabajadores.
Un momento del debate entre Rivera e Iglesias | La Sexta

El tipo de contrato no es lo que define que se haga más empleo. Lo fundamental es reactivar la economía. Decimos: con los salarios un poco más altos, acercando las rentas de inserción al salario mínimo, tendríamos a gente que podría, por un lado, consumir y, por otro, negociar unas condiciones salariales mejores.

Sueldos más altos. De entre las pocas medidas concretas que puso Pablo Iglesias encima de la mesa el pasado domingo, durante su debate con Albert Rivera, quizás en la que más tiempo se detuvo fue en ésta. El líder de Podemos pidió subir el salario mínimo (no dio una cifra exacta, pero apuntó que 750-800 euros podía ser un nivel "razonable") y abogó por una subida general de los sueldos, para llevarlos a niveles "dignos" y facilitar la reactivación económica a través del consumo.

No es la primera vez que Iglesias plantea algo similar, ni es el único que ha defendido esta idea. Hace un año, en su encuentro con Évole en Ecuador el líder de Podemos explicó con un ejemplo aparentemente muy sencillo el problema que tenía España: "Si tú entras ahora en un bar, el problema que tiene el dueño no es pagarle un sueldo más elevado al camarero. El problema es que la gente no entra y no se toma cañas. Tú pregúntale qué le importa más, si pagarle más al camarero o que la gente no consuma". En resumen, lo primero que hay que hacer con la economía española es pagar sueldos más altos, eso llevará aparejado un aumento del consumo y las empresas podrán contratar más y pagar también salarios más elevados. De esta manera, Iglesias cierra su círculo virtuoso.

También es cierto que, en el mismo programa con Évole en Ecuador, Iglesias pidió limitar los salarios máximos. De hecho, a Ana Pastor le había dicho unas semanas antes que ganar más de 8.000 euros al mes debería estar casi prohibido (puso como ejemplo a su madre, que parece ser que piensa que alguien que gane eso está cerca de ser un delincuente). Así que el político madrileño piensa que tiene que haber sueldos más altos; pero no muchísimo más altos, porque eso tampoco le gusta y por eso ha pedido una ley para fijar topes salariales.

El mito danés

Una vez situados en este peculiar terreno de juego, Iglesias apeló el domingo a uno de los grandes mitos que se han instalado en la política española de los últimos años: Dinamarca. Todo el mundo habla del país nórdico y lo pone como ejemplo. Ciudadanos, el PSOE, Podemos, el PP… prácticamente no hay ningún partido político español que no afirme que su modelo es el danés; esto es algo que no extraña, teniendo en cuenta que es uno de los países con una tasa de paro más baja, sueldos más elevados y, en general, con un nivel de vida más elevado del mundo.

El líder de la formación morada pidió un salario mínimo en nuestro país que se acerque a los de aquel país y, en general, apeló a un mercado laboral parecido a aquél para que las remuneraciones que recibimos también se acerquen a las que se cobran en Copenhague o Aarhus.

Lo cierto es que la legislación laboral danesa no se parece en nada a la que pide Iglesias: por ejemplo, no hay salario mínimo ni indemnización por despido tal y como la entendemos en España y la normativa garantiza una flexibilidad absoluta a las empresas para decidir su organización. Pero más allá de los errores y del desconocimiento del político español, lo que es evidente es que en este país se cobra más que en España y no es mala idea preguntarse por qué y qué soluciones pueden plantearse para acercarnos a su situación (o a la de suizos, suecos, holandeses o alemanes… no hay que cerrarse en Dinamarca como si fuera el único país en el que se vive bien).

Lo primero que hay que decir es que esta situación no es fruto de una maldición divina, ni de que los empresarios daneses sean bondadosos y los españoles malvados. Los sueldos, en Dinamarca, en España y en todos los demás países del mundo, están ligados a la productividad. Como explicábamos hace unos meses en Libre Mercado, "los españoles cobramos lo que nos merecemos". ¿Qué quiere decir esto? Pues que nuestra remuneración por hora trabajada es la que nos corresponde, más o menos, respecto a nuestra producción por hora trabajada. Los dos siguientes gráficos recogen los datos de Eurostat de sueldo/hora y productividad/hora de las diferentes economías europeas.

En cuanto a sueldo, los daneses están en cabeza, junto a noruegos y suizos, mientras los españoles nos mantenemos en la parte media baja de la tabla, por delante de los países del este, Italia, Grecia y Portugal… Y lo mismo ocurre cuando vemos la productividad en cada país.

Sueldo por hora trabajada. Eurostat

Productividad / hora trabajada. Eurostat

Hay otro factor que hay que tener en cuenta. Normalmente, la productividad se asocia sólo a los puestos de trabajo de más valor añadido. Es fácil que alguien piense que entre un ingeniero danés y uno español puede haber diferencias, no porque aquel sea más listo, sino por su formación, la estructura de la empresa o los hábitos laborales… Sin embargo, nos cuesta más entender por qué trabajadores de baja cualificación también sufren esta disparidad en sus remuneraciones: al fin y al cabo, alguien podría pensar que no hay demasiadas diferencias aparentes entre un dependiente de una tienda en Copenhague y otra de Madrid; y sin embargo, sí hay diferencia entre lo que cobran unos y otros.

Hay muchas razones. Para empezar, esos trabajos no son ni tan sencillos ni tan fáciles como a veces se cree desde fuera. Por eso aunque la tarea parezca similar, sí que hay aspectos importantes que pueden influir en la productividad o el sueldo: quizás los idiomas, que pueden ser relevantes cuando aparece un cliente extranjero, conocimientos informáticos que sirven para cuadrar las cuentas con el programa de contabilidad u otro tipo de formación.

Pero no sólo eso. En realidad, lo que marca la diferencia es la organización. Si uno forma parte de una compañía más productiva, lo normal es que acabe ganando más, incluso aunque su empleo sea similar (aparentemente) al de su vecino en una empresa menos productiva. De hecho, eso casi puede trasladarse a toda una economía.

Y tiene sentido. Por seguir con el ejemplo de los párrafos anteriores. Un dependiente de una tienda en Dinamarca (o Suiza, Holanda o Suecia) gana más porque forma parte de una organización más productiva (su empresa y, en un sentido más amplio, todo su país). ¿Por qué es más productiva? Pues puede haber muchas razones: desde la forma en la que se organiza la compañía, los costes laborales, la burocracia interna, las normas que debe cumplir ante la administración, la legislación comercial del país... Pero este empleado también gana más porque presta servicio a personas que valoran los servicios que reciben y los bienes que adquieren mucho más que otras. Podría decirse que el cliente que entra en una tienda en Copenhague está más dispuesto a pagar más, en parte porque su tiempo también vale más que el de un cliente similar en Madrid.

Las herramientas

En este sentido hay que entender la réplica de Rivera cuando le contestaba a Iglesias que no se puede imponer por decreto que los salarios suban. Si así fuera, todos los gobiernos del mundo lo harían. ¿Quién no va a querer que sus ciudadanos cobren el doble, o el triple o diez veces más? Si algún político lo consiguiera, tendría la reelección asegurada para siempre.

En los pocos países que han intentado medidas de este tipo (subir los salarios por ley sin que hubiera detrás un aumento de productividad) la realidad se ha impuesto a través de un desplome en la producción y el empleo (porque las empresas de ese país se vuelven de un día para otro mucho menos competitivas que sus rivales extranjeras, porque experimentan un aumento de costes no asociado a una mejora en los procesos) y una inflación disparada.

Por lo tanto, la pregunta sería cómo aumentar la productividad de la economía española. Para empezar, no es algo que se consiga de la noche a la mañana. Ninguna ley va a conseguir que seamos daneses en dos semanas. La cuestión es empezar a andar en la buena dirección. Lo explica muy bien Juan Ramón Rallo en este párrafo:

El punto pasa a ser cómo incrementamos la productividad de España. Y la respuesta es simple: con más bienes de capital que eleven el potencial productivo de nuestros trabajadores. Capital físico, capital humano, capital tecnológico y capital social en sus adecuadas proporciones y estructuras (no cualquier inversión en cualquier bien de capital sirve). Para que cada trabajador produzca más, sólo nos queda dotar a cada trabajador con mayores y mejores herramientas.

Por cierto, que entre estas "herramientas" no está en un lugar menor la propia preparación y formación que recibe el trabajador, tanto en su propio empleo como antes de llegar al mismo (la universidad española es una de las menos rentables entre los países ricos si se mide por lo que sus licenciados obtienen una vez que llegan al mercado laboral… y eso por no hablar de la FP).

Asignaturas pendientes

Nuestro país tiene dos asignaturas pendientes muy importantes. Y ninguna de las dos cuesta dinero. Es decir, no es necesario un gran plan de inversión pública para mejorar. También lo explicábamos hace unos meses al hablar sobre productividad y salarios bajos en España:

* Temporalidad: es muy complicado incrementar los niveles de productividad con el tipo de carrera laboral habitual en España. Un trabajador que encadena contratos de unos pocos meses es muy difícil que crezca profesionalmente. Ni él tiene incentivos por aprender nuevos procesos o tareas en una empresa de la que sabe que saldrá en poco tiempo, ni esta empresa gastará dinero en la formación de un empleado al que sabe con fecha de caducidad. No sólo eso: estar fuera del mercado laboral, aunque sólo sea unos meses, daña el capital de cada trabajador (se pierden habilidades, contactos, conocimientos...).

Pero para cambiar esta dinámica, lo que necesita el mercado laboral español es más flexibilidad y no menos, para que el empresario tome las decisiones que le competen (si contratar más, a quién despedir cuando hay un parón en los pedidos, cómo reorganizar la producción en una planta, si gastarse el dinero en formación, si ascender a un empleado…) en función de criterios organizativos y no pensando en cuánto le cuesta o no despedir a un empleado.

* Empresas y pymes: otra cuestión clave que está muy poco presente en el debate político a pesar de su enorme importancia. De hecho, tanto Rivera como (sobre todo) Iglesias centran casi todo su discurso acerca de los empresarios alrededor de las pequeñas y medianas empresas y de cómo les ayudarían. Los países más productivos del mundo tienen muchas pymes y cientos de miles de emprendedores que comienzan proyectos ilusionantes cada año. Por lo tanto, no parece que haya nada en contra de que la legislación sea favorable a estos emprendedores.

Pero cuidado, hay países, y España es uno de ellos, que han transformado la normativa pro-emprendedores en normativa anti-crecimiento de empresas o anti-grandes empresas. Y esto es nefasto para la productividad y los sueldos. Hay una estadística muy llamativa al respecto (ver cuadro).

BBVA, con datos de la OCDE

Como vemos, en el sector industrial, si medimos la productividad teniendo en cuenta el tamaño de las empresas, las compañías españolas lo hacen mejor que sus competidores alemanes en casi todos los tramos. Es decir: si medimos la productividad media de las empresas industriales españolas de entre 50 y 250 empleados y hacemos lo mismo con las empresas alemanas de ese tamaño, las nuestras ganan. No es algo extraño. En casi todas las estadísticas aparece que las empresas españolas son bastante competitivas respecto a las de los países más ricos de la UE si se igualan las circunstancias (estamos algo por debajo, pero no mucho).

Entonces, ¿por qué en conjunto somos mucho menos productivos que los germanos? Pues porque tenemos muchas más micro-pymes y un porcentaje menor del mercado laboral empleado en las grandes empresas. En todo el mundo, las grandes compañías son más productivas de media que las pequeñas. Y no hablamos sólo de enormes multinacionales. Uno de los grandes agujeros de la economía española es la ausencia de empresas de tamaño medio (a partir de 50-100 empleados). Lo explica muy bien aquí Rallo:

Mientras que en España, las compañías de más de 50 trabajadores apenas suponen el 0,7% del total, en Suiza ascienden al 4,8%, en Alemania al 2,4% y en Dinamarca y Reino Unido al 1,7%.

Sólo el 29% de los asalariados españoles trabaja en una empresa de más de 250 empleados. En los países ricos de la UE ese porcentaje es del 45% de media y en EEUU supera el 50%.

Esto tiene una consecuencia en los sueldos, no sólo en la productividad. Ésta es una realidad que tampoco aparece demasiado en el debate político, quizás porque es políticamente incorrecto insinuar un elogio a las grandes empresas. Pero en todos los países avanzados los sueldos suben con el tamaño de las compañías.

La siguiente tabla pertenece a la encuesta salarial que acompaña a la EPA y que divide a los trabajadores por deciles salariales. Pues bien, según estos datos del INE, "el 56,1% de los asalariados en establecimientos de 250 o más trabajadores tuvo un salario mensual superior a los 2.159,4 euros. Este porcentaje se redujo al 12,2% de los trabajadores en los establecimientos de hasta 10 empleados".

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Evidentemente, esto no quiere decir que haya que proteger a las actuales grandes empresas de las pequeñas. Más bien, la idea sería permitir que estas empresas crezcan de manera natural. Y que las grandes también puedan competir sin discriminación. Si uno analiza el tamaño de las empresas en España ve que hay varios escalones normativos. Si la ley obliga a una serie de requisitos extra cuando pasas de 50 empleados (por ejemplo), hay muchísimas empresas que se quedan en 45-47-49 trabajadores para no pasar esa barrera. Puede parecer que no hay mucha diferencia entre una empresa con 48 trabajadores y otra de 51. Y sí la hay y va más allá de los tres trabajadores de más: una empresa que se queda en 48 para no pasar de 50 tampoco llegará nunca a los 100, 200 o 1.000.

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